Confundir capitalismo con banca de reserva fraccionaria
Hoy se culpa al capitalismo por nuestra desastrosa situación económica y financiera y una historia de incesantes auges y declives. El apoyo al capitalismo se está erosionando en todo el mundo. En una reciente encuesta global, el 25% (un 2% más que en 2009) de los encuestados considera a la libre empresa como “fatalmente defectuosa y necesita reemplazarse”. El número de españoles que tienen esta opinión aumentó del 29% en 2009 al 42%, el máximo entre los encuestados. En Indonesia, el porcentaje pasó del 17% al 32%.
La mayoría, si no todos, los auges y declives se originan con una creación excesiva de crédito en el sector financiero. Estos encuestados suponen erróneamente que este sistema financiero estructurado sobre banca de reserva fraccionaria es una parte integral del capitalismo. No lo es. Es un fraude y una violación de los derechos de propiedad y debería tratarse como tal.
En el pasado, teníamos bancos de depósito y bancos de préstamo. Si ponías dinero en un banco de depósito, el dinero estaba allí para pagar tu renta y los gastos de alimentación. Estaba a salvo. La banca de préstamo tenía riesgos. Entregabas dinero a un banco de préstamo sabiendo que los fondos estarían retenidos un periodo de tiempo y que te arriesgabas a no ver nunca tu dinero de nuevo. Por esto recibías intereses para compensar el riesgo asumido y el valor de la preferencia temporal. Entonces los banqueros que tomaban un depósito y los convertían en un préstamo asumían el riesgo de colgar pronto del gran roble del pueblo.
Durante la primera parte del siglo XIX, la función de depósito y la función de préstamo se mezclaron en una nueva entidad llamada banco comercial. Por supuesto, estos bancos comerciales se dieron cuenta muy rápidamente de que podían tomar de los depósitos, esencialmente cometiendo un fraude, como fuente de financiación para préstamos. Los gobiernos se dieron cuenta pronto de que esa actividad fraudulenta era una forma magnífica de financiar gasto público y aprobaron leyes haciendo ilegal este fraude. Una interpretación clave del derecho en Reino Unido, Foley v. Hill, estableció un precedente en el mundo financiero para las siguientes leyes bancarias:
Foley v. Hill y otros, 1848:
El dinero, cuando se deposita en un banco, deja de inmediato de ser el dinero del mandante: es entonces dinero del banquero, que está obligado a pagar una suma equivalente a la depositada en él cuando se le pida. (…) El dinero puesto en custodia de un banquero es, a todos los efectos, el dinero del banquero, para que haga con él lo que quiera; no es culpable de ninguna quiebra de confianza al emplearla; no es responsable ante el mandante si lo pone en peligro, si se dedica a una especulación arriesgada; no está obligado a guardarlo o tratarlo como propiedad de su mandante; pero, por supuesto, es responsable de la cantidad, porque ha contratado, habiendo recibido el dinero, la devolución al mandante, cuando la reclame de una suma equivalente a la puesta en sus manos.[1]
En otras palabras, cuando pones dinero en un banco ya no es tu dinero. El banco puede hacer lo que quiera con él. Puede ir al casino y jugar a la ruleta. No es legalmente un fraude y el único requisito para el banco es aplicar un esquema de Ponzi, dándote el dinero depositado por otro si pierde tu dinero y vuelves reclamándolo. Esta legalización del fraude es esencialmente una de las principales razones por las que nadie fue a la cárcel después de la debacle de 2008.
La causa principal de los pánicos financieros durante el siglo XIX fue esta naturaleza fraudulenta de la banca de reserva fraccionaria. Permitió a los bancos crear un crecimiento excesivo del crédito, que llevó a ciclos de auge y declive. Si el crédito, por el contrario, crecerá tan rápido como lento se mueve el ahorro, los ciclos de auge y declive serían cosa del pasado.
Los críticos del patrón oro (es decir, Krugman y otros) normalmente apuntan a estos ciclos como prueba de que fracasó como sistema monetario. Confunden causa con asociación. El patrón oro no causó estos pánicos financieros. La causa real fue la banca de reserva fraccionaria que se injertó en el patrón oro. El patrón oro, por el contrario, limitó en realidad mucha de la gravedad de estas crisis, al limitar el tamaño del multiplicador del dinero.
Por eso en los primeros tiempos de la banca en EEUU, algunos banqueros descontrolados se establecían en las localizaciones más inaccesibles. Así aseguraban que pocos que llegaran y convirtieran títulos sobre oro en oro real, ya que los bancos habían creado títulos que excedían con mucho el oro real en sus arcas. Y si por casualidad un depositante trataba de convertir sus títulos en oro sería tratado como un ladrón, como si estuvieran robando la propiedad del banco al pedir que se le entregara su oro.
El Sistema de la Reserva Federal se creó tras los pánicos de 1903 y 1907 para contrarrestar el impacto negativo de la banca de reserva fraccionaria. Cien años después de su creación, la Fed solo puede recibir un suspenso. El dinero ya no es un almacén de valor y el mundo ha experimentado dos de sus peores crisis financieras. En lugar de un contrapeso, el banco central ha alimentado y extendido el tamaño de la bestia. Era lo que cabía esperar.
La encuesta global sobre capitalismo también descubrió que casi la mitad (un 48%) de los encuestados creían que los problemas del capitalismo podrían resolverse con más regulaciones y reformas. Janet Yellen también tiene esta opinión, y esa regulación, no los tipos de interés, debería ser la herramienta principal para evitar otro auge y declive costoso en las finanzas globales. Esto es extremadamente ingenuo. Ya tenemos más controladores bancarios que gestores de préstamos. La legislación bancaria reciente, Dodd-Frank, y los informes de Vickers y Liikanen probablemente empeoren más la situación. Los bancos siempre podrán usar nuevas tecnologías y nuevos instrumentos financieros para estar un paso por delante de los reguladores. Continuamos poniendo vendas en un sistema podrido hasta el tuétano. La banca en su forma actual no es capitalismo. Es fraude y capitalismo de compinches, mantenido a flote mediante intervenciones públicas cada vez más desesperadas. Debería desmantelarse. Bajo un sistema de reservas al 100%, los bancos de préstamo (fondos de inversión financiados al 100% con valores) serían como cualquier otro negocio y no necesitarían más regulación que los fabricantes de patatas fritas.
[1] Citado en Murray Rothbard, The Mystery of Banking (Auburn, AL: Mises Institute, 2008), p. 92.
Publicado el 6 de agosto de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
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