Cómo terminará el experimento del papel moneda
Un sistema monetario basado en el papel moneda contiene la semilla de su propia destrucción. La tentación de aumentar la oferta monetaria que tiene quien detenta el monopolio de la producción del dinero es casi irresistible. En un sistema como ése, en el que la oferta de dinero crece sin cesar y, como consecuencia, constantemente aumentan los precios, no tiene mucho sentido ahorrar dinero para comprar activos en el futuro. Una mejor estrategia, dado ese escenario, es endeudarse para comprar activos y pagar las deudas luego con una moneda devaluada. Es más, tiene sentido comprar activos que puedan después servir de garantía para obtener nuevos préstamos de los bancos. Un sistema de papel moneda conduce pues a deudas excesivas.
Esto es especialmente cierto de quienes pueden esperar que serán rescatados con dinero de nueva creación como las grandes empresas, los bancos y el gobierno.
Estamos ahora en una situación que parece un callejón sin salida para el vigente sistema de papel moneda. Tras el último ciclo, los gobiernos rescataron a las empresas del sector privado que habían realizado malas inversiones y dispararon el gasto social. Los déficits y las deudas se hicieron enormes. Los bancos centrales imprimieron dinero para comprar deuda pública (o la aceptaron como colateral de los préstamos que hicieron al sistema bancario) en cantidades sin precedentes. Los tipos de interés se redujeron hasta casi cero. Los déficits siguen siendo grandes. No hay a la vista, no se espera crecimiento real alguno. Al mismo tiempo, los bancos y demás agentes financieros tienen montañas de deuda pública. Un eventual repudio de esa deuda llevaría inmediatamente a la bancarrota al sector bancario. Aumentar los tipos de interés a niveles más realistas o la venta de sus activos por parte de los bancos centrales pondría en peligro la solvencia del sector bancario, de las compañías que están muy apalacandas y del gobierno. Parece que incluso la ralentización de ese proceso de creación de dinero (ahora llamada “QE -de Quantitative Easing- Tapering”) podría conducir a una espiral de quiebras en cadena. Una drástica reducción del gasto público y de los déficits no parece tampoco muy probable, dados los incentivos que ofrecen las democracias a sus dirigentes políticos.
Así que estando los tipos de interés próximos a cero ¿Seguirán imprimiendo dinero los gobiernos hasta que la gente pierda la confianza en el papel moneda? ¿Puede mantenerse el sistema de papel moneda o necesariamente nos veremos abocados a una hiper-inflación más tarde o más temprano?
Hay al menos siete posibilidades:
1.- La Inflación: Los gobiernos y los bancos centrales pueden simplemente seguir por la senda de la inflación e imprimir todo el dinero necesario para rescatar al sistema bancario, a los gobiernos y a otros agentes sobre-endeudados. Esto agravará aún más el problema del riesgo moral. Esta opción en última instancia lleva a la hiperinflación y a la eliminación de las deudas por este medio. Los deudores salen ganando, los acreedores pierden. La riqueza acumulada en dinero y que la gente hubiese ahorrado a lo largo de sus vidas no les asegurará un nivel de vida como el que esperaban disfrutar.
2.- El rechazo o incumplimiento de los compromisos adquiridos: los gobiernos pueden mejorar su situación financiera simplemente no cumpliendo sus promesas. Los gobiernos pueden, por ejemplo, recortar drásticamente las pensiones públicas, el gasto de la seguridad social y las prestaciones por desempleo para eliminar déficits y pagar las deudas acumuladas. Muchos compromisos de los gobiernos y correlativos derechos o expectativas de la gente resultarán no tener valor alguno.
3.- El repudio o impago de la deuda: Los gobiernos también pueden repudiar su deuda sin más. Lo que conduce a que los bancos y las compañías de seguros que han invertido los ahorros de sus clientes en bonos del gobierno sufran pérdidas. La gente vería caer el valor de sus fondos de inversión y de sus seguros poniendo así de manifiesto las pérdidas en las que ya habían incurrido (sin saberlo). El impago por parte del gobierno podría llevar al colapso del sistema bancario. La espiral de quiebras de los agentes sobre-endeudados sería un Armageddon económico. Por consiguiente, los políticos hasta ahora han hecho cuanto estaba a su alcance para evitar que ocurra.
5.- La represión financiera: Otra forma de salir de la trampa de deuda es a través de la represión financiera. Es una forma de canalizar más fondos al gobierno facilitando así la liquidación de la deuda pública. La represión financiera puede consistir en legislación que haga las alternativas de inversión menos atractivas o en normas que directamente induzcan a los inversores a comprar bonos del gobierno. La represión financiera unida a un crecimiento real de la economía y a recortes del gasto podría funcionar y permitiría reducir efectivamente la carga de la deuda del gobierno.
5.- El pago de la deuda: El problema del sobre-endeudamiento también puede resolverse mediante medidas fiscales. La idea es eliminar la deuda de los gobiernos y re-capitalizar los bancos con impuestos. Al reducir el sobre-endeudamiento, se alivia de una parte, la necesidad de que el banco central mantenga bajo el tipo de interés, y, de otra, la de seguir imprimiendo dinero. La moneda podría volver a tener una base más sólida. Para lograr este propósito, el gobierno expropia riqueza a escala masiva para pagar sus deudas. El gobierno puede limitarse a aumentar los tipos de gravamen de los impuestos o puede utilizar por una sola vez expropiaciones confiscatorias de la riqueza. Aplicar esos ingresos a reducir sus deudas y re-capitalizar a los bancos. En esta línea, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha propuesto recientemente implantar en Europa un impuesto extraordinario por el que recaudar el 10 % de la riqueza para reducir los elevados niveles de endeudamiento público. Recortes de gasto a gran escala también podrían aplicarse para reducir las deudas. Después de la segunda guerra mundial, los Estados Unidos (EE.UU.) consiguieron reducir su ratio de deuda respecto de su Producto Nacional Bruto (PNB) del 130 por ciento en 1946 al 80 por ciento en 1952. Sin embargo, parece improbable que semejante reducción de la cifra de deuda mediante recortes del gasto pueda producirse de nuevo. Esta vez, los EE.UU. no vienen de salir con éxito de una guerra. El gasto público fue reducido a la mitad de 118 billones en 1945 a 58 billones en 1947, principalmente mediante recortes en el gasto militar. Recortes de gasto similares no parece probable que se puedan hoy realizar sin una masiva resistencia política y sin que se produzcan quiebras de los sobre-endeudados agentes que dependen del gasto público.
6.- Reforma de la moneda: Existe la opción de realizar un cambio total de la moneda que supondría un impago (parcial) de la deuda del gobierno. Esta opción es también muy atractiva si uno quiere eliminar el sobre-endeudamiento sin ocasionar una fuerte inflación de los precios. Es como apretar el botón reset y seguir bajo un régimen de papel moneda. Una reforma de ese tipo funcionó en Alemania tras la segunda guerra mundial (después de la última guerra, la represión financiera no era una opción) cuando el viejo papel moneda, el Reichmark, fue sustituido por un nuevo papel moneda, el Deutsche Mark. En este caso, los ahorradores que tienen grandes cantidades de la vieja moneda son ampliamente expropiados, pero se ve reducida la carga de la deuda para mucha gente.
7.- Bail-in: Podría haber un bail-in que quivaldría a una reforma a medias del papel moneda. Mediante esta medida, como sucedió en Chipre, los acreedores de un banco (ahorradores) se convierten (a la fuerza) en accionistas del banco. Las deudas del banco se reducen y su capital aumenta. La oferta monetaria se reduce. Un bail-in recapitaliza el sistema bancario y, al mismo tiempo, elimina o reduce una deuda que no puede ser atendida. El capital puede aumentar tanto que un impago parcial de su deuda por el gobierno no pusiera en peligro la estabilidad del sistema bancario. Los ahorradores sufrirían pérdidas. Por ejemplo, la gente que invirtió en seguros de vida de compañías aseguradoras que a su vez invirtieron en obligaciones y bonos bancarios o en bonos del gobierno tendrían que asumir pérdidas. El resultado es que el sobre-endeudamiento de los bancos y de los gobiernos se ve reducido.
Cualquiera de las siete opciones, o combinaciones de dos o más opciones, pueden producirse en el futuro. En cualquier caso, pondrán de manifiesto las pérdidas en las que se ha incurrido y acabarán con la ficción de riqueza. Básicamente, los contribuyentes, los ahorradores o usuarios del dinero son explotados para reducir las deudas y asentar la moneda sobre una base más estable. Un impuesto único sobre la riqueza, una reforma de la moneda o un bail-in no son opciones políticas muy populares ya que hacen brutal y repentinamente aparentes las pérdidas sufridas. La primera opción, esto es, la inflación, es mucho más popular para los gobiernos ya que oculta los costes de los rescates a los agentes que tienen demasiadas deudas. Sin embargo, existe el peligro de que la inflación, a partir de cierto momento, quede fuera de control. Y el productor monopolista del dinero no quiere echar a perder ese privilegio a consecuencia de una destrucción del propio dinero. Antes de llegar al extremo de que se desboque la inflación, los gobiernos ponderarán cada vez más las demás opciones puesto que podrían hacer posible un reseteo del sistema.
El artículo original se encuentra aquí. Traducido del inglés por Juan Gamon Robres.
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