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miércoles, 25 de febrero de 2015

Grexit

20 de Febrero de 2015
Manuel Suárez-Mier es Profesor de Economía de American University en Washington, DC.
La semana anterior discutí cómo los bisoños populistas que hoy presiden el gobierno griego no entendieron que la austeridad, que no es otra cosa que tenerse que amarrar el cinturón, no es optativa por la sencilla razón que durante una década vivieron “de fiado” muy por encima del nivel sustentable por su ineficaz economía.

El verdadero monto de la deuda helénica es más de cinco veces su PIB, incluyendo las pensiones de su obeso sector público, y la porción que se renegoció con la “troika” fue una cuarta parte de ese monto, cuando el resto sigue siendo un pasivo impagable virtualmente en cualquier escenario económico, con o sin salida del euro.

¿Cómo pudo Grecia llegar a una situación financiera tan pavorosa? Como suele ocurrir, por una combinación de expectativas poco realistas sobre el futuro, corrupción pública y de la sociedad en general, total falta de transparencia, y deshonestidad en las estadísticas nacionales y en las cuentas económicas.

Al unirse Grecia al euro los mercados financieros lo trataron como si súbitamente se hubiera convertido en Alemania y sus tasas de interés se desplomaron en un 90%, lo que hizo posible que ciudadanos y gobierno se endeudaran como nunca. Un país de 11 millones contrató una deuda de 250.000 euros por persona en la fuerza laboral.

Solo en la década previa al principio de la crisis, la nómina del sector público griego se duplicó en términos reales, sin contar, por supuesto, las generosas coimas que recibieron los burócratas para agilizar trámites. El sistema ferroviario tenía ingresos por 100 millones de euros frente a gastos por 700 millones, más de la mitad de los cuales eran sueldos, con pagos anuales por trabajador de 65 mil euros en promedio.

El sistema de educación pública griego rivaliza con el nuestro por su pésima calidad —aunque el suyo es mejor, lugar 32 contra 45 de México—, a pesar que tiene 4 veces más maestros por alumno que Finlandia, con el mejor sistema educativo europeo.

Otra falta grave en la que incurrió el gobierno fue su “contabilidad creativa”, desde que cocinó las cifras para ingresar a la zona del euro, pues los criterios para ser aceptado condicionaban que su deuda, inflación, y déficit fiscal y externo, fueran de proporción modesta, lo que nunca fue el caso en Grecia

Sus autoridades recurrieron a inventar los números y el jefe del sistema estadístico griego, el equivalente de nuestro Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), era conocido entre los analistas financieros internacionales como “el mago” por su extraordinaria habilidad para arreglar la macroeconomía y desaparecer inflación, deuda y déficits como por encanto.

No contentos con derrochar los crecidos créditos que recibían, los burócratas griegos, con la asesoría de Goldman Sachs, “bursatilizaron” ingresos futuros de fuentes como la lotería nacional, los peajes de carreteras, los derechos por permisos de aterrizaje, e inclusive las transferencias de la Unión Europea para su desarrollo. Ello les permitió gastar mil millones más de inmediato, y pagar a Goldman 300 millones de dólares.

La verdadera tragedia griega es que la sociedad entera participa en la corrupción, ¿suena conocido? Nadie paga impuestos, salvo los cautivos a quienes se les descuentan en nómina; Grecia tiene la mayor proporción de “profesionales independientes” de Europa, en una gigantesca economía subterránea e ilícita.

Recaudadores de impuestos dedicados a la “mordida”; maestros de las escuelas públicas que protestan en lugar de enseñar; empleados de ferrocarriles que nunca salen a tiempo; doctores y enfermaras de la salud pública que cobran por atender a los derechohabientes y darles sus medicinas, etc., etc.

Desde el inicio de la crisis esta caterva de parásitos se manifiesta, en ocasiones con violencia, amenazas, quemas y asesinatos, en protesta contra la “austeridad” que pretende imponerle el resto de Europa, en especial los nazis germánicos, sin reparar jamás que sus propios actos los llevaron a donde hoy se encuentran.

Como afirmó Isócrates, el gran orador de la Grecia clásica, “la democracia se destruye a sí misma porque abusa de sus derechos a la libertad y la igualdad. Porque enseña a sus ciudadanos a considerar que provocar es su prerrogativa, violar la ley su libertad, el discurso injurioso su privilegio, y la anarquía y el caos su progreso”.

Este artículo fue publicado originalmente en Asuntos Capitales (México) el 20 de febrero de 2015.

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