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miércoles, 25 de febrero de 2015


El hundimiento de Rusia.

IGNACIO DE LA TORRE. http://blogs.elconfidencial.com/
 
A fecha de hoy, la economía española es más grande que la rusa. Este dato sorprenderá a mucha gente, acostumbrada a imaginar una economía rusa en consonancia con su extensión geográfica.
  

A fecha de hoy, la economía española es más grande que la rusa. Este dato sorprenderá a mucha gente, acostumbrada a imaginar una economía rusa en consonancia con su extensión geográfica, sus enormes recursos naturales o su gran población, que triplica la de España. Sin embargo, la volatilidad en los tamaños de las economías está muy relacionada precisamente en la diversificación de sus fuentes de producción, y también en la fortaleza de una sociedad para hacer frente a desmanes.
 
A mediados de los 90, la economía de Rusia tenía un tamaño similar a la de Holanda. Con la subida del precio de las materias primas, la economía rusa aumentó su peso relativo, pero nunca llegó a generar un PIB muy diferente al de Italia. La clave, por supuesto, reside en el PIB per cápita, y este a su vez está íntimamente relacionado con la productividad y con la fortaleza de las instituciones, como bien se expone en el famoso libro Why Nations Fail.
 
Por ejemplo, a mediados de la década de los 2000, el PIB español superaba al PIB de todo el mundo árabe, desde Marruecos hasta Irak, y por entonces las Islas Canarias representaban el cuarto PIB de toda África. De ahí se deduce que es irrelevante que Rusia gaste más porcentaje de PIB en defensa que los europeos, ya que lo que importa es el tamaño del PIB, no el porcentaje (y la economía de la zona euro, por ejemplo, representa ya más de diez veces la de Rusia, así que, si gastamos un 2%, por ejemplo en defensa, y Rusia un 4%, en realidad la zona euro gasta cinco veces más que Rusia en euros).
 
La lógica, la moralidad y el deber para con las siguientes generaciones imponen el emplear los “años buenos” en preparar a un país para los cambios de ciclo. No es más que un reflejo macroeconómico de la fábula de la cigarra y la hormiga. Desde hace décadas, Rusia adolece de tres enormes debilidades: su enorme dependencia de materias primas, tras la desaparición de su base industrial –falta de competitividad– tras décadas de comunismo; el suicidio colectivo que denota una alarmante crisis demográfica, explicable tanto por falta acuciante de nacimientos como una mortalidad muy precoz, lo que ha provocado la despoblación de inmensas masas de territorio, y la fragilidad institucional, asociada a la falta de respeto al imperio de la ley, que redunda en incapacidad para generar crecimientos económicos sostenibles.
 
El contexto de fuerte subida de precios de las materias primas proporcionó a Rusia una histórica oportunidad para hacer frente a los tres riesgos. Sin embargo, la bonanza ha sido malgastada en aventuras imperiales tratando de modificar fronteras por la fuerza por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial.
 
 Ahora pintan bastos. Examinemos las extraordinarias amenazas que penden sobre Rusia: primera, la caída del precio del petróleo origina un formidable boquete fiscal a un Gobierno que cuadra sus cuentas con el petróleo a un nivel entre 90 y 100 dólares, y por otro lado hace disminuir enormemente las exportaciones, lo que daña al PIB; segunda, el hundimiento del rublo derivado de la caída del precio del petróleo lo encarece gravemente el precio de las importaciones, lo que dispara la inflación, que se sitúa ya a niveles de doble dígito, algo especialmente dañino para las capas menos favorecidas, lo que a su vez augura tensión social; tercera, las sanciones y el cambio de ciclo económico han acelerado las fugas de capitales, que podrían rondar los 200.000 millones de dólares anualizados, algo que afecta muy negativamente a la economía; cuarta, el Banco Central Ruso, para paliar dicha fuga, reacciona subiendo tipos con virulencia, lo que a su vez provoca menor actividad económica, y quinta: las compañías rusas han emitido una enorme cantidad de deuda corporativa en dólares en los años “buenos” (podría representar hasta un 50% del PIB), al depreciarse el rublo y caer el petróleo. Muchas empresas serán incapaces de repagar dicha deuda, lo que augura una gran crisis bancaria.
 
El Kremlin intentará mitigar el tsunami rescatando empresas sistémicas tirando del fondo de reserva, pero, a medida que este se agote en rescates, Rusia perderá su capacidad para financiar su déficit público mucho antes de lo vaticinado… Sin acceso al mercado, el riesgo de hecatombe financiera es total.
 
En los años cincuenta, en un famoso discurso en la ONU, Jruschov desafió a Occidente afirmando que “os enterraremos”. En realidad, el mandatario ruso hacía referencia al hecho de que su economía crecía a un vertiginoso ritmo, que casi triplicaba al de Occidente. Como algunos “intelectuales” proyectaban dichos crecimientos pasados hacia el futuro, pronosticaban la victoria de la URSS por una lógica económica, y planteaban que el sistema de producción “planificada” era intrínsecamente mejor que un sistema basado en economía de mercado (sesenta años después también algún “intelectual” español y un nada despreciable número de votantes parecen pensar igual).
Pronto se observó la trágica combinación que se repite a lo largo de la Historia: tras afrontar años de crecimientos “fáciles” provenientes de bases bajas, la única forma de afrontar un crecimiento sostenible se basa en la productividad y en instituciones fuertes… La URSS pasó a crecer mucho menos que Occidente, y en los años ochenta el sistema colapsó, en parte por la fuerte caída del precio del petróleo pactada entre EEUU y Arabia Saudí… ¿Les suena?
 
La Historia también nos enseña que la proyección de poder geopolítico debería estar íntimamente relacionada con la fortaleza económica. Una y otra vez se observan ejemplos de imperios o naciones que ignoran esta ley inexorable, y al extender su poder geopolítico por encima de su poder económico acaban gestando su caída. Así, el Imperio Romano del siglo III, la España imperial del siglo XVII o la Unión Soviética del XX son buenos ejemplos. Richard Haas, el eminente experto en política exterior de los EEUU, actual presidente del Council of Foreign Relations, expuso esta tesis en su libro Foreign Policy Begins at Home, en el que en el fondo plantea cómo la segunda guerra de Irak fue un error, entre otras cosas por la incapacidad económica de los EEUU para financiarla con solidez, y llamaba a un repliegue de los EEUU para recomponer su fuerza económica como paso inherente a reforzar su poder geopolítico, algo que en efecto está ocurriendo.
 
Ojalá el pueblo ruso aprenda de los errores aquí expuestos, errores de décadas y de siglos. Sólo así podrá volver a ser la gran nación que soñaba Tolstoy

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