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jueves, 28 de julio de 2016

El subempleo ha llegado para quedarse


Alejandro Inurrieta

La flexibilidad laboral es un mantra ideológico que nos ha acompañado desde los albures de la democracia como elemento clave para mejor la cantidad y la calidad del empleo. Sus mentores lograron vencer la resistencia socialdemócrata española que representaba el PSOE y en 1984 comenzó su andadura la gloriosa senda de los contratos temporales, por horas o por minutos que tanto han beneficiado a toda la población española.
La idea es sencilla. Las empresas deben poder contratar en cada momento exactamente lo que necesitan
La espita de la flexibilidad laboral la abrió el PSOE en 1984
La idea es sencilla. Las empresas deben poder contratar en cada momento exactamente lo que necesitan, sin ninguna traba que haga que se pierda un solo contrato, aunque sea por 10 minutos. Para ello se pusieron a disposición del empresariado español toda una serie de figuras contractuales cuyas normas jurídicas se redactaban en los grandes despachos profesionales, por supuesto los que defendían al capital, nunca a los trabajadores, antes de pasar a la redacción política en los Ministerios del ramo. Esta flexibilidad de entrada, tenemos figuras contractuales que tienen nombre de empresa o de sector, muchos de ellas impulsadas por la extinta CiU, no ha permitido reducir el drama del desempleo, pero tampoco la rotación o la precariedad.
La pléyade de contratos ad hoc nos hacen ser los más flexibles para entrar en el mercado
Después de la histórica pica en Flandes de 1984, se han sucedido reformas adicionales que han dejado el mercado de trabajo español como uno de los más flexibles en materia de entrada, y además es uno de los menos inspeccionados, lo cual demuestra una gran connivencia entre el poder empresarial y político, no solo para pergeñar las leyes, sino también para no perseguir los abusos de las propias normas. El siguiente paso ha sido ir reduciendo el coste del despido, petición del oyente que los empresarios han ido consiguiendo con algo más de esfuerzo, pero que al final han logrado imponer sus tesis, y ya se ha impuesto casi con carácter general los veinte días por año trabajado, cifra similar a nuestro entorno.
Los salarios se han desplomado y las condiciones laborales las decide de forma unilateral quien emplea
Reducción del coste de despido, pacto de no inspección y discrecionalidad del empresario son otros logros de la patronal
La siguiente traba al empleo, según las brillantes escuelas neoclásicas, austriacas y las de FEDEA y Garicano, es la propia negociación colectiva entre empresarios y trabajadores, o lo que es lo mismo, la propia existencia de poder de negociación por parte del trabajador. Estas escuelas viven en un espejismo permanente que consiste en pensar que el coste salarial es lo que condiciona y explica la evolución del empleo, la eterna cantinela de la economía de oferta. Si logramos eliminar la negociación colectiva, el salario resultante será infinitamente menor, por lo que las empresas se lanzarán a contratar sin límite, aunque no tengan demanda efectiva. A esta apuesta se une la lucha sin cuartel contra la existencia de salario mínimo, ya que ello también introduce rigideces y reduce la cantidad de empleo. Estas escuelas lograron un gran avance con la reforma laboral de Rajoy de 2012. En la redacción se ve la pluma de muchos economistas de esta tendencia ideológica y que ha resultado vencedora: el número de trabajadores cubiertos por convenio se ha desplomado y hoy apenas supera el 50%. El resultado final es el esperado: los salarios se han desplomado y las condiciones laborales las decide de forma unilateral quien emplea. Es el escenario ideal para los que definen el trabajador como una mercancía y por tanto enfrentada a la ley de oferta y demanda que tanto gusta a los que ven el mundo como un modelo estático sustentado por un individuo representativo bajo la hipótesis de expectativas racionales. Todo ello en una coctelera informática y después de depurar los resultados con multitud de tests muy sofisticados, presentan los resultados como verdades irrefutables, insultado a todo aquel que ose contradecir el output de este trabajo de laboratorio.
La práctica eliminación de la negociación colectiva y la resistencia a actualizar el SMI son los siguientes hitos logrados
Pero como no somos racionales, resulta que las dádivas que nos ofrece el sistema en forma de ocupación, que no empleo, no satisface nuestras expectativas, y redunda en que en España haya millones de trabajadores de los que aparecen como ocupados que lo están a tiempo parcial o temporal de forma involuntaria, aunque figuren como parte muy relevante del milagro económico español. Estas minucias no las captan los modelos econométricos por lo que no hay explicación del subempleo, es decir esos trabajadores/as que trabajan por horas o por minutos, pero que desearían hacerlo a tiempo completo. Esta estadística oficial, que en España no la realiza el INE como tantas otras, resultaría muy interesante para ver la tendencia del empleo y cuál es la cifra real de desempleo. En EEUU estas cifras se publican junto con el resto de estadísticas todos los meses, y en la actualidad la tasa total de desempleo se sitúa por encima del 8%, frente al 4,5% oficial.
El salto desde que comenzó la crisis en España ha sido tremendo: de 2,4 mill de empleos a media jornada a 2,8 mill
El gran triunfo ha sido generar una fuerza laboral insatisfecha con la jornada laboral que no protesta y calla
En España, según la OCDE, la cifra de trabajadores empleados a tiempo parcial que lo son de forma involuntaria alcanza el 63,45%, solo superado por Italia, Grecia y Eslovaquia y muy lejos de Francia (40%), Portugal (38,5%), Canadá (26,2%) y un abismo respecto a la media de la OCDE (17,4%). El salto desde que comenzó la crisis en España ha sido tremendo: de 2,4 mill de empleos a media jornada a 2,8 mill, la mayoría la bolsa de trabajadores involuntarios. Si además medimos el empleo a tiempo parcial involuntario sobre el total de empleo, España es junto a Italia el único país que supera el 10%, un 11,8%. Con estas cifras lo que se ve es que, aunque la crisis ha sido simétrica para todos los países, las normas laborales y las inspecciones de trabajo en España han favorecido que el subempleo se dispare y lo peor, que ya sea una práctica de estrategia laboral por parte de las empresas. 
Somos el país con mayor tasa de subempleo en la UE
Lo curioso es que presumimos de que crecemos más que nadie, pero generamos el peor empleo de toda la UE, sin que ningún estamento ponga freno a esta práctica. Y como siempre, las peores paradas son las mujeres cuya ratio de subempleo del 15,3%, mientras que, en el caso de los hombres, esta ratio se queda en el 5%. Este factor tiene mucha influencia en la productividad de los trabajadores, en la desigualdad y particularmente en el control de la legalidad. Todas estas barreras han logrado ser erradicadas por la legislación laboral y por la desidia de la administración pública, tanto del PP, como del PSOE, dejando a la inspección sin medios y con purgas ideológicas de gran alcance.
La gran apuesta será desjudicializar el mercado laboral y lo lograrán
El último escollo que queda es la judicialización de los despidos, que ya se logró con los ERES, pero que no ha terminado con los despidos individuales. Como los jueces de lo social suelen fallar a favor de los trabajadores, probablemente este elemento será corregido en próximos Reales Decretos, que reduzca o elimine el derecho de que sea un juez quien dirima los conflictos laborales.
Todas las pérdidas de derechos laborales y la propia estructura del mercado laboral han llegado para quedarse
En suma, todas las pérdidas de derechos laborales y la propia estructura del mercado laboral han llegado para quedarse. Ningún canto de sirena que hable de derogación de estas normas laborales tiene visos de prosperar. Faltan algunos flecos para cuadrar el círculo y perpetuar el modelo laboral español en línea con lo que la globalización impone: bajos salarios, discrecionalidad absoluta para modificar jornada o salario y vacaciones, horas extras gratuitas y sentirse un privilegiado por aguantar todo esto sin representación sindical.

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