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miércoles, 20 de julio de 2016

¿Era Mises un cínico?

 


A veces se critica a Ludwig von Mises por tener un componente ético débil en su teoría de la praxeología. Su idea básica, como es conocido que desarrolló en La acción humana, es que la gente actúa. Con esto quiere decir que todo comportamiento con un fin se dirige a sustituir un estado menos satisfactorio de las cosas por otro más satisfactorio. Es imposible llevar a cabo una acción que no se dirija a aumentar la satisfacción (o felicidad) del actor. Lo que hacemos representa nuestras preferencias. Por supuesto, podemos lamentar lo que hicimos, pero ¿podemos lamentar lo que estamos haciendo? Yo no lamento estar escribiendo este artículo en este momento. Si lo estuviera lamentando más de lo que lo disfruto, dejaría de escribir. Así que, cuando continuamos nuestras acciones es nuestra decisión libre. Por tanto, no podemos sino querer hacer lo que hacemos.
¿Qué pasa con la coacción? Evidentemente se nos puede coaccionar para hacer algo, lo que significa haríamos algo involuntariamente. Por ejemplo, cuando alguien nos amenaza con un cuchillo. Pero por muy brutal que pueda sonar esto, seguimos siendo nosotros los que decidimos qué hacer, o hacemos lo que quiere el agresor que hagamos, o nos arriesgamos a que nos maten. En la media en que actuamos, preferimos la acción que se está llevando a cabo a otra que no. Lo que hacemos en un momento concreto, elegimos hacerlo para remplazar un estado de cosas menos satisfactorio por uno más satisfactorio. O, como en el caso de la coacción, elegimos no empeorar nuestra situación (en otras palabras, seguir vivos).
Esta teoría es válida independientemente del carácter y motivo de nuestras acciones. Nuestros valores son subjetivos. Son nuestros. Incluso si existiera una ética objetiva (como creen los libertarios del derecho natural, entre otros), los valores de una persona concreta son sus valores subjetivos. Todo el mundo es libre de tener los valores que quiera tener. Hagamos lo que hagamos, es porque decidimos hacerlo. Y decidimos hacer algo porque preferimos hacerlo, en lugar de no hacerlo. Siempre nos interesa actuar de la manera en que lo hacemos. Incluso cuando somos héroes morales, como cuando nos sacrificamos por otros, sería falso decir que no valoramos ni preferimos las actividades que llevamos a cabo. En otras palabras, podemos actuar altruistamente, pero incluso entonces tenemos que actuar en cierta medida de una manera orientada hacia nosotros mismos.
Esta tesis ha dado lugar a numerosas protestas de filósofos, teólogos y otros representantes de las ciencias sociales y humanidades. Un ejemplo es el siguiente:
Por ejemplo, Mises tiene complicado explicar la acción caritativa de una persona sin expectativas de pago o recompensa. De acuerdo con la praxeología misesiana, esa acción debería de estar motivada por el deseo de la persona de aliviar una incomodidad. Así que esta persona hace obras de caridad para calmar una conciencia culpable o para aliviar el dolor de ver a una persona necesitada o simplemente sentir la satisfacción de haber ayudado a alguien. [1]
Estas protestas están motivadas por dos ideas. La primera es que Mises era un relativista ético. En cierto modo lo era, pero al mismo tiempo era un utilitarista y un defensor devoto del liberalismo clásico. Creía que la política de laissez-faire era la mejor manera de promover el bienestar de la gente. Prefería la paz a la guerra, la riqueza a la miseria y la verdad a la mentira. Es la segunda las dos ideas, la de que Mises defendía la nivelación radical de todos los valores como tales, la que parece subyacer en toda la crítica de la acción humana misesiana.
Casi todos valoran la actividad caritativa más que el egoísmo radical. Admiramos a los héroes morales y tratamos de imitarlos. Nos gustaría ser tan virtuosos como ellos. Pero Mises argumentaba que nuestras acciones se orientan hacia el alivio de la incomodidad o la satisfacción de los deseos, que cuando alguien hace algo por otros, en realidad lo hace para sí mismo. Así que es fácil concluir que la idea misesiana de la acción humana es cínica e incluso despectiva.
Pero no tenemos que interpretar así la acción humana. Lo que nos enseñaba Mises era solo que toda acción humana se dirige hacia la satisfacción del deseo del actor. Sin embargo, al aceptar el punto de vista de Mises, no estamos obligados a percibir la actividad de las personas exclusivamente en términos de la satisfacción de sus deseos. El que nuestras acciones nos hagan mejorar no implica que no puedan ser estimadas como valiosas también por otros (aquí me refiero a una valoración estrictamente ética, distinta de la de la cataláctica). Ayudar a otros puede ser muy satisfactorio y hacernos más felices, pero deberíamos recordar que no somos los únicos que podemos evaluar nuestras acciones y beneficiarnos de ellas. Otras personas también observan nuestras acciones y nos juzgan de acuerdo con lo que hacemos. No hay obstáculos para nuestra creencia en que la gente que ayuda a otros hace más bien que la que no. El hecho de que hagan más felices a otros al tiempo que a sí mismos no hace imposible considerar sus acciones mucho mejores que, por ejemplo, reírse de los pobres.
Lo que es más importante, podemos decir que la gente que disfruta ayudando a otros están en un nivel moral alto, porque, por ejemplo, han dedicado su tiempo al autodesarrollo, han florecido más y mejor o han ganado conocimiento ético. Gracias a esto, tienen ahora un sistema mejor desarrollado de valores y pueden considerarse haciendo más el bien que otros. Así que podemos aceptar tanto la concepción de Mises de la acción humana como una ética/moral sólida, así que sigue habiendo sitio para lo bueno y lo malo. Y podemos seguir promoviendo algunos valores y condenando otros.
La praxeología no es ética. Si creemos que hay un código moral objetivo que debamos seguir, podemos seguir juzgando una acción humana como mejor que otra, aunque sepamos que no podemos sino preferir lo que hacemos. En el fondo, ¿no es bueno que nos sintamos bien cuando hacemos el bien?

Publicado originalmente el 6 de julio de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
[1] G. R. Beabout, R. F. Crespo, S. J. Grabill, K. Paffenroth, K. Swan, Beyond Self-Interest: A Personalist Approach to Human Action (Lexington, Mass.: Lexington Books, 2002), p. 100.

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