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miércoles, 4 de mayo de 2016

Por qué el gobierno odia el oro





Cuando un país abandona el patrón oro y pasa al patrón fiduciario, se añade a las “monedas” existentes. Además de las monedas-producto, oro y plata, ahora florecen monedas independientes dirigidas por cada gobierno imponiendo sus normas legales. E igual que el oro y la plata tienen un tipo de cambio en el libre mercado, éste establecerá tipos de cambio para las distintas monedas. En un mundo de monedas fiduciarias, cada divisa, si se le permite, fluctuará libremente en relación con todas las demás. Hemos visto que, para cualquier par de monedas, el tipo de intercambio se fija de acuerdo con las paridades de poder de compra y que éstas a su vez se determinan por las respectivas ofertas y demandas de las distintas divisas. Cuando una divisa cambia su carácter de recibo-oro a papel fiduciario, la confianza en su estabilidad y calidad se tambalea y su demanda declina. Además, ahora que se ha separado del oro, su mayor cantidad relativa respecto de su anterior soporte en oro se hace evidente. Con una oferta superior al oro y una demanda inferior, su poder de compra, y por tanto su tipo de cambio, se deprecia rápidamente en relación con el oro. Y puesto que el gobierno es de por sí inflacionario, continuará depreciándose con el tiempo.

Esa depreciación es muy embarazosa para el gobierno y perjudica a los ciudadanos que intentan importar bienes. La existencia de oro en la economía es un constante recordatorio de la pobre calidad del papel moneda y siempre conlleva la amenaza de reemplazar al papel como moneda del país. Incluso aunque el gobierno dé todo el apoyo de su prestigio y de sus leyes de moneda de curso legal al dinero fiduciario, las monedas de oro en manos del público siempre serán un reproche permanente y una amenaza al poder del gobierno sobre la moneda del país.

En la primera depresión de los Estados Unidos (1819-1821), cuatro estados del Oeste (Tennessee, Kentucky, Illinois y Missouri) establecieron bancos de propiedad estatal, que emitieron dinero fiduciario. Estaban respaldados por provisiones de moneda de curso legal en los estados y a veces por una prohibición legal contra la depreciación de los billetes. Y aún así, todos estos experimentos, nacidos entre grandes esperanzas, acabaron pronto en fracaso al depreciarse rápidamente el nuevo dinero hasta valores insignificantes. Los proyectos tuvieron que abandonarse en seguida. Más tarde, los greenbacks circularon como dinero fiduciario en el Norte durante y después de la Guerra Civil. Todavía en California la gente rehusaba aceptar los greenbacks y continuaba usando el oro como su moneda. Como apuntaba un eminente economista:
En California, como en otros estados, el papel era moneda de curso legal y era utilizable para pagos públicos, tampoco había ahí ninguna desconfianza u hostilidad hacia el gobierno federal. Pero había un fuerte sentimiento (…) a favor del oro y contra el papel (…) Todo deudor tenía derecho legal a pagar sus deudas en papel depreciado. Pero si los hacía, era un hombre marcado (el acreedor solía denunciarlo públicamente en los periódicos) y era virtualmente boicoteado. Durante todo este periodo el papel no se usó en California. La gente del estado hacía sus transacciones en oro, mientras que el resto de los Estados Unidos utilizaban papel convertible.
Resultaba claro para los gobiernos que no podía permitirse autorizar a la gente a poseer y guardar su oro. El gobierno nunca podría cimentar su poder sobre la moneda de una nación si la gente, a su libre albedrío, pudiera rechazar el dinero fiduciario y volverse al oro como moneda. Consecuentemente, los gobiernos han prohibido la posesión de oro por los ciudadanos. El oro, excepto una cantidad insignificante autorizada para fines industriales y de adorno, se ha nacionalizado casi en su totalidad. Pedir la devolución de la propiedad confiscada al público se considera hoy día un atraso y algo pasado de moda.
 
Publicado originalmente el 2 de mayo de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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