[Del número de julio de 1983 de The Freeman. Extraído de The Wisdom of Henry Hazlitt]
Un corresponsal que se describe como “un graduado universitario de 26 años que apoya fuertemente un sistema de libre empresa” me escribía recientemente para decir que se está “enfrentando continuamente a preguntas que son las más difíciles de responder”. Añade una lista de 10 de ellas y me pide mis comentarios.
Ofrezco aquí mis respuestas. Para ahorrar espacio, no he repetido sus preguntas, suponiendo que pueden adivinarse claramente de mis respuestas.
Querido Mr. _____:
El número de defectos que se han atribuido al capitalismo no tienen límite. Pocas de las alegaciones tienen algún valor, cuando lo tienen la razón normalmente se encuentra que reside profundamente en la propia naturaleza humana. Prácticamente todas las críticas asumen tácitamente que los defectos imputados podrían remediarse fácilmente con algún tipo de socialismo o comunismo o alguna intervención concreta del gobierno que, en realidad, normalmente empeoraría mucho las condiciones de lo que es motivo de queja.
Con estos comentarios preliminares, voy a tratar de dar respuestas breves a sus diez preguntas.
- El capitalismo sí depende del consumo de recursos naturales y algunos de estos podrían acabar agotándose. Pero esto debe ocurrir bajo cualquier sistema concebible de producción cuando la población se hace lo suficientemente grande en comparación con los recursos. Pero el capitalismo ha demostrado ser capaz de encontrar sustitutivos o proveer la renovación de recursos (como en la gestión forestal científica, por ejemplo).
- Siempre habrá probablemente algunos intentos de colusión y fijación privada de precios. Estimular la competencia privada es probablemente el mejor remedio para esto, además de leyes apropiadas contra colusiones claramente dañinas.
- No solo los servicios públicos ofrecen tasa más bajas a quienes usan más poder: casi todos los vendedores dan tasas menores a mayores consumidores porque pueden suministrarse el producto con un coste menor. Si las grandes empresas automovilísticas consumen más acero que un pequeño fabricante de herramientas, esto no significa necesariamente que las grandes empresas estén usando el acero de forma más antieconómica.
- Capitalismo privado significa libre competencia. El capitalismo tiene mucha menos tendencia a la concentración que el socialismo y leyes bien redactadas pueden impedir métodos coactivos de concentración. Es verdad que las grandes empresas pueden a veces bajar excesivamente los precios para tratar de eliminar competidores pequeños, pero solo pueden hacer esto con su serio coste para sí mismas. A menudo es más alegado que probado que esas prácticas se produzcan con alguna frecuencia real.
- Es verdad que el capital privado es a veces difícil de obtener por productores pequeños. Pero puede obtenerse mediante ahorro, mediante beneficios previos de operaciones a pequeña escala o tomando prestado. Se puede tomar prestado si un potencial empresario puede convencer a un amigo o un banco de que es probable que tenga éxito. Que una institución pública proporcione capital a personas para convertirse en productores solo alimentaría el favoritismo, la corrupción y un desperdicio escandaloso.
- Es verdad que cargos y directivos de grandes empresas pueden a veces tratar de usar el capital y la gestión de su empresa principalmente para enriquecerse. Esas prácticas pueden minimizarse por accionistas atentos y leyes mercantiles apropiadas y su aplicación. Pero las empresas en las que se producen extensivamente las prácticas pronto irán a la quiebra y serán eliminadas a favor de empresas gestionadas honradamente.
- No hay forma científica de medir la “productividad” en una economía orientada a servicios. La mayoría de los intentos actuales de medirlos se basan en suposiciones engañosas. El valor total de la producción es esencialmente subjetivo y no es medible objetivamente. Los cálculos oficiales del PIB son en buena parte fraudulentos. Por ejemplo, una mala cosecha de trigo o maíz normalmente se vende por más dinero en total que una cosecha por encima de lo normal. Si pudiésemos producir todo lo que quisieran todos, la renta nacional sería cero. Como nada sería escaso, nada podría necesitar un precio.
- A veces es difícil sabe qué lesiones en el trabajo son culpa del trabajador individual y cuáles de las malas condiciones de trabajo provistas por el empresario. En cualquier caso, hoy casi en todas partes el empresario está obligado a pagar “indemnizaciones a los trabajadores” por la mayoría de esas lesiones.
- Es verdad que el capitalismo no proporciona “igual” vivienda ni “igual” paga. Si tratáramos de hacer esto último, independientemente de la diferencia de habilidades e industria de distintos trabajadores o incluso de si un hombre no trabaja en absoluto, destruiríamos enseguida todos los incentivos para la producción y tendríamos poca creación de viviendas o de cualquier otra cosa.
- No hay nada “inhumano” en el capitalismo en sí mismo. No obliga legalmente a la compasión o la caridad por parte de las personas privadas, pero tampoco se interpone en el camino. El socialismo supone que nadie ayudaría a los pobres si no les obligan los políticos. De hecho el capitalismo es el más “humano” de todos los sistemas. Proporciona la mayor cantidad de bienes y servicios, tanto básicos como lujosos, para la humanidad. Soporta la mayor cantidad de seres humanos y proporcionan a los más exitosos una plusvalía por encima de sus necesidades que puede entregarse a los menos exitosos, voluntariamente o mediante impuestos. Sin el capitalismo, en resumen, la mayoría de sus actuales detractores no estaría aquí ahora denunciándolo.
Un sistema defectuoso
Unas palabras finales. Sus preguntas asumen tácitamente que el capitalismo es el sistema bajo el que vivismo realmente ahora. No es así. Vivimos bajo lo que el último Ludwig von Mises llamaba capitalismo “saboteado”.
Estamos viviendo bajo una red de intervenciones públicas que desaniman o impiden que el capitalismo haga su tare. Con el impuesto “progresivo” sobre la renta, el gobierno expropia una parte crucial precisamente de los fondos que en caso contrario se habrían invertido en una mayor producción y empleo. Al imponer leyes de salario mínimo, estimular el sindicalismo coactivo y subvencionar el desempleo, el gobierno ha generado salarios excesivamente altos en muchas líneas, haciendo que nuestros sectores automovilístico y acerero incapaces por el momento de competir contra importaciones extranjeras y produciendo un desempleo crónico. Una vez hecho esto, los políticos acusan a nuestros fabricantes nacionales por no ser ya “competitivos”, “agresivos” o “innovadores” y proponer aún más intervenciones para obligarlos a serlo. Así es como el anticapitalismo se hace todavía más anticapitalista.
Publicado originalmente el 13 de mayo de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
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