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martes, 24 de mayo de 2016

Frente a la austeridad y sus consecuencias


No hay excusa alguna para las tremendas consecuencias económicas y sociales que la política de austeridad impuesta en la Unión Europea ha provocado, provoca y provocará. Ningún estudio académico proporciona apoyo a la hipótesis de la austeridad expansiva. Hasta el FMI advirtió de sus consecuencias. Los muy caraduras ponen a España como ejemplo de triunfo de la austeridad. Y es todo lo contrario. España es un ejemplo claro que explica como cuando se abandona la austeridad y se incrementa el déficit estructural, en una fase de desapalancamiento privado, el crecimiento económico vuelve a emerger. Eso es lo que ha pasado en el período 2014-2015. Pero ahondemos más en esta lacra académica y mediática, tan generosamente regada, que nos invade, y que tanto daño nos inflige.
Es evidente que no hay recuperación alguna. Lo dicen todos los organismos multilaterales
Es evidente que no hay recuperación alguna. Lo dicen todos los organismos multilaterales. La mezcla de políticas económicas ha fracasado. Se optó por las recomendaciones surgidas de una reinterpretación neoconservadora de la Gran Depresión, bajo esa gran mentira de Milton Friedman y Ana Schwartz de que fue la política monetaria quien sacó a los Estados Unidos de la Gran Depresión. Expansión monetaria, restricción fiscal y devaluación salarial era su lema. Y de esas falsas mentiras estos lodos: deflación salarial, inflación de activos, endeudamiento global, desigualdades, fragilidad del sistema bancario, ausencia de inversión productiva, caída de la productividad, descenso del crecimiento potencial,…

Teoría Monetaria Moderna

Los defensores de la Teoría Monetaria Moderna (Randal Wray o William Mitchell, por ejemplo) demuestran que un gobierno emisor de moneda no está restringido por lo que recauda. Entonces, ¿por qué los gobiernos siguen emitiendo deuda?, ¿por qué muchos gobiernos prohíben al banco central comprar bonos directamente del gobierno?

Mitchell y Wray lo explican de una manera sencilla. Bajo el sistema de Bretton Woods de tipos de cambio fijos y convertibilidad del oro, los gobiernos sí que estaban limitados en su capacidad de gasto por el valor de oro mantenido en el banco central. Esto era así porque la cantidad de dinero que el banco central emitía era proporcional a sus reservas de oro. Si un gobierno quería gastar más, tenía que reducir el dinero en manos del sector privado mediante la recaudación de impuestos y/o la venta de bonos. Fue entonces cuando se diseñó una maquinaria institucional para la emisión de bonos en los mercados privados. Sin embargo, con el sistema monetario moderno, moneda “fiat”, ya no existen límites de gasto y techos de deuda. A pesar de ello, los gobiernos sufrieron intensas presiones para mantener comportamientos y estructuras institucionales que limitaban sus capacidades de gasto. Se trata, como afirma Bill Mitchell, “de restricciones voluntarias heredadas de los días del patrón oro, perpetuadas por la ideología de la economía de la corriente dominante para constreñir al gobierno y dotar de una mayor laxitud a la actividad del mercado privado”. Los límites de deuda pública aceptados por los gobiernos son, en definitiva, un ejemplo clásico de restricción voluntaria.
A las élites no les gustaba, y sigue sin gustarles, la idea de utilizar la política fiscal como instrumento de política económica
¿Por qué tanta aversión a la política fiscal?

La pregunta que surge es inmediata, ¿por qué neoconservadores, neoliberales, economistas neoclásicos, élites económicas, medios de comunicación tienen tanta aversión al uso de la política fiscal? Como detallamos en su momento, Michal Kalecki ya en 1943 en Political Aspects of Full Employment exponía tres razones por las que "a los hombres de negocio" o a las élites no les gustaba, y sigue sin gustarles, la idea de utilizar la política fiscal como instrumento de política económica.

Ahí va la primera. Un sistema sin una política fiscal activa significativa supone colocar en el asiento del conductor a los hombres de negocios; y sus “animal spirits” pueden determinar el estado de la economía. “Esto le da a los capitalistas un poderoso control indirecto sobre la política del gobierno”. Pero es que además, en segundo lugar, el gasto público pone en tela de juicio un principio moral de la mayor importancia para la élite: “Los fundamentos de la ética capitalista requieren que te ganarás el pan con el sudor -a menos que tengas los medios privados suficientes-”.

Finalmente, y quizás la más importante, a los hombres de negocio no les gustan las consecuencias del mantenimiento del pleno empleo a largo plazo. “Bajo un régimen de pleno empleo permanente, el miedo dejaría de desempeñar su papel como medida disciplinaria… La disciplina en las fábricas y la estabilidad política son más apreciadas que los beneficios por líderes empresariales. Su instinto de clase les dice que el pleno empleo duradero es poco sólido... y que el desempleo es una parte integral del sistema capitalista normal".
Se trata de determinar si el sector público tiene o no un papel en la economía
El problema no es la austeridad. La batalla es de mayor calado. Se trata de determinar si el sector público tiene o no un papel en la economía, de mantener el “estado de bienestar”, de tener prestaciones sociales o leyes de pobres, de tener un buen sistema laboral o el modelo chino que parece que tanto le gusta a Joan Rosell. Los defensores de la austeridad intentan cambiar el modelo social, privatizar todo -incluida la sanidad y la educación-, forrarse a nuestra costa. Y para ello el papel de ciertos “expertos” es clave, porque al manipular y ocultar el origen de la crisis permiten que esta agenda se alcance, aun a costa de los ciudadanos. Puro Totalitarismo Invertido.

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