No sorprende que el presidente Obama haya entrado en el debate del referéndum del Brexit firmemente del lado de establishment de la UE. Tampoco es sorprendente que el primer ministro británico Cameron hay dado la oportunidad el presidente para amenazar a los ciudadanos del Reino Unido con que si no votan a favor del establishment, se verán castigados a ser los últimos de la fila para futuros acuerdos comerciales con EEUU. Puede que la amenaza sea en realidad algo hueco, no solo porque el presidente abandonará pronto el cargo, sino también porque Washington podría cerrar un acuerdo comercial con Reino Unido mucho más fácilmente que con la UE. Gracias a la insistencia francesa en conseguir garantías para sus sectores agrícola y de servicios, actualmente protegidos por aranceles y regulaciones, los acuerdos comerciales con la UE presentan muchas más barreras que acuerdos solo con Reino Unido.
Amenaza hueca o no, el presidente Obama, el primer ministro Cameron y la canciller Merkel, a juzgar por sus recientes pronunciamientos y sus largas historias previas en el cargo, todos tienen un gran interés por el mantenimiento del status quo europeo.
Según muchos comentaristas de mercados financieros, desafiar esto con un voto de Reino Unido a favor de salir de la UE podría ser una sacudida desagradable y la Reserva Federal haría bien en planificar esto por adelantado sin implantar un aumento adicional de 25 puntos básicos en junio. Sin embargo, en principio, los mercados podrían dar la bienvenida a un voto contra el establishment de la UE en junio como un salto, aunque con peligros, hacia un futuro menos regulado y menos gravado, no solo en Reino Unido, sino globalmente.
Por qué apoyan al establishment de la UE
Demos un paso atrás. ¿Cómo podemos explicar el apoyo de la administración Obama al establishment de la UE?
Esto tiene una larga historia que se remonta a las crisis existenciales de la Unión Monetaria Europea en los años 2010-2013, cuando Washington presionaba a Berlín para que renunciara a los planes de rescate de soberanías y bancos quebrados, incluyendo la gigantesca ayuda a través de la puerta de atrás del Banco Central Europeo (BCE). Un factor urgente inmediato en ese momento era el miedo a que un desplome de la UME hubiera precipitado otra crisis del tipo Lehman. Este miedo nunca estuvo bien justificado.
Había formas muchísimo más baratas para que Alemania mantuviera su estabilidad financiera que implantar un golpe respaldado por EEUU contra la constitución monetaria del Tratado de Maastricht (que, aunque defectuoso en su construcción, estaba pensado para impedir la financiación monetaria de gobiernos y bancos). Pero la canciller Merkel no era la persona para girar en esa dirección. Y, en todo caso, hay más detrás la postura a favor del establishment de la UE de la administración Obama. Era una compartición de la creencia en el “progresismo”: altos impuestos, algo gasto público y una “economía regulatoria”, especialmente ahora en el sector financiero.
Londres nunca se adaptó demasiado bien a la UE
El Reino Unido como miembro de la UE siempre a representado una amenaza interior potencial o real para el establishment de la UE, con sus objetivos de altos impuestos y regulaciones. Después de todo, el papel de Londres como principal centro financiero global se ha basado históricamente, al menos en parte, en presentar un reto extranjero para los poderes en el interior. Londres floreció en el apogeo de los mercado de euro-dinero y euro-bonos al proporcionar un lugar a los inversores y prestatarios de todo el mundo para escapar de los entornos regulatorios y fiscales dentro de EEUU y Europa. El patrocinio de Londres de los mercados offshore se ganó un extendido reconocimiento en la época de Thatcher y Reagan al crear competencia (e imponer límites) a los potenciales reguladores y grabadores en el interior.
Por supuesto no ha habido ningún indicio de esa simpatía por el tradicional papel offshore de Londres en ningún rincón de la administración Obama. Tampoco ha habido ningún apoyo encubierto al desafió offshore de Londres en las cancillerías francesa o alemana, que han estado buscando las formas de formas de aumentar la carga fiscal aún más a sus ciudadanos, como hacía necesario la amplitud y profundidad de la enfermedad de la Unión Monetaria Europea. Lo que ha cambiado en panorama general es que Londres se volvió contra su propio “modelo” offshore.
Reino Unido cede a la presión de la UE y EEUU
El gobierno de Brown respondió a la crisis financiera de 2008 y sus consecuencias adoptando completamente la tendencia de la UE y EEUU a una regulación financiera más intensa. Y sorprendentemente el mismo gobierno aceptó la propuesta de la UE y EEUU a hacer la guerra a los centros offshore, a pesar del tradicional apoyo del Reino Unido a estos como parte de la arquitectura financiera internacional. El gobierno de Cameron que llegó al poder el 2010 apoyó completamente las políticas de Brown sobre regulación y eliminación de los centros offshore. No cabe duda de que este lo veía como crucial para su mensaje populista. Y el gobierno Cameron, desprovisto de ideología o iniciativa de libre comercio o moneda fuerte, apoyó totalmente a la administración Obama en sus intentos diplomáticos para presionar a Berlín para salvar a la UME.
De hecho, en muchos aspectos el que Londres se uniera a la eliminación de los centros offshore y al impulso regulatorio intensificado en los mercados financieros, hizo del Reino Unido un aliado inusualmente útil para Berlín y también para la administración Obama. La legislación Frank-Dodd y FACTA de este último (aparato para gravar ahorros en el extranjero de ciudadanos de EEUU) habría sido mucho más difícil de implantar eficazmente si Reino Unido hubiera seguido con el apoyo tradicional de Thatcher-Blair al desafío offshore al establishment de la UE (basado, por supuesto, en buena parte en su visión de la importancia del sector financiero de Reino Unido y cómo continuaría prosperando).
Berlín y París también podrían sonreír al ver al gobierno Cameron actuando contra su tradición. Y más que sonreír, Berlín ha estado incluso dispuesto a realizar tratos implícitos con Londres en un contexto más amplio. Por ejemplo, en la conferencia conjunta de prensa con el presidente Obama del 22 de abril, el primer ministro Cameron destacaba cómo Reino Unido como parte del UE había ayudado a impulsar políticas de EEUU, especialmente las sanciones contra Rusia. ¿Por qué escucharía Berlín lo que pide Londres sobre esto? Indudablemente no sería inconsecuente con el gobierno de Cameron estuviera ofreciendo algo muy valioso para Berlín (y París) en los mayores impuestos y regulaciones.
La visión convencional en el mercado es que una victoria del establishment y el status quo de la UE en el referéndum de Reino Unido sobre la UE sería bueno para los mercados globales de capital y la libre esterlina. La verdad del asunto bien podría ser la opuesta. Una victoria del trío Cameron-Merkel-Obama a favor del status quo de la UE podría asfixiar las perspectivas de un renacimiento del mercado libre en Europa durante mucho tiempo. Entretanto se puede contar con que continúe la lealtad del jefe de Banco de Inglaterra del gobierno de Cameron, Carney, hacia el club de los banqueros centrales y no plantee ningún reto para el patrón global de inflación del 2% lanzando un régimen de moneda fuerte. Un Brexit seguido de una inversión de las políticas del Reino Unido sobre regulación, centros offshore e inflación perpetua del 2% podría ser causa de regocijo en el mercado, no de pánico.
Publicado originalmente el 3 de mayo de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
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