La reciente revisión del cuadro macroeconómico 2015-2019 por parte del gobierno central no sólo ha puesto de relieve que la economía española no reducirá su déficit por debajo del 3% del PIB hasta el año 2017, sino algo acaso más inquietante para nuestro futuro a medio y largo plazo: el déficit de la Seguridad Social se mantendrá sine die. Según las propias estimaciones del Ejecutivo, esta administración acumulará un agujero financiero durante los próximos cuatro años que superará los 40.000 millones de euros, fagocitando así la totalidad del célebre Fondo de Reserva de las pensiones (dotado a día de hoy con apenas 34.000 millones). Semejantes números rojos se mantendrán a pesar de la intensa creación de empleo que prevé el gobierno: dos millones más de puestos de trabajo que arrojarán unos ingresos adicionales por cotizaciones sociales de 20.000 millones de euros anuales, pero que no bastarán para cauterizar la herida por el simple motivo de que los gastos crecerán aún más deprisa.
El problema, además, tan sólo se agravará con el paso del tiempo como consecuencia de la negativa evolución demográfica que exhibirá nuestro país. El mismo INE prevé que dentro de tres décadas habremos pasado de la actual tasa de dos trabajadores cotizantes por pensionista a solo un único trabajador cotizante por pensionista: es decir, la cobertura de las prestaciones sociales contributivas se deteriorará de manera irreversible por mucho empleo que creemos simplemente porque no habrá gente suficiente. Así pues, a corto plazo las secuelas de la crisis consolidarán un déficit en la Seguridad Social que agotará el fondo de reserva de las pensiones; a largo plazo, la demografía volverá el sistema completamente insostenible salvo recortando con intensidad las presentes condiciones de acceso a la jubilación.
¿Qué hacer? Idealmente deberíamos iniciar la transición hacia un modelo de capitalización de las pensiones para que éstas no dependan de la menguante población ocupada dentro de España sino de los activos productivos globales que los trabajadores hayan ido adquiriendo a lo largo de sus vidas laborales: se trata de un modelo tan razonable y necesario que constituye la base del sistema de pensiones en países tan heterogéneos como Chile, Dinamarca o Australia. Pero dado que ningún gobierno parece que vaya a seguir tan sensata vía, al menos sí deberíamos lanzar un claro mensaje a los ciudadanos: ahorren y ahorren para preparar una jubilación que será mucho menos boyante de lo que imaginan.
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