Jonathan Newman
La retórica antimercado y prosocialista está aumentando en los titulares (ver también aquí, aquí y aquí) y pareciendo cada vez más en las redes sociales. Muchas veces estos opositores a los mercados no pueden explicar la diferencia entre organizaciones patrocinadas por el estado, como el Fondo Monetario Internacional y los mercados reales. Pero eso no importa porque los artículos y memes son a menudo populistas y están escritos de manera vaga, realizados intencionadamente de tal forma que desvíen fácilmente los ataques desinformados y las descripciones honradas de lo que están diciendo en realidad. Al final, todo puede reducirse a un mensaje: el socialismo funciona y es mejor que el capitalismo.
Aunque la mayoría proviene de la izquierda, la derecha no es inocente, ya que parece estar principalmente preocupada por promover su propia versión del populismo, que aparentemente no incluye una defensa de los mercados. “Construir muros más grandes en la frontera”, por ejemplo, no es una respuesta suficiente a “¡Todos los beneficios son malos!”
En lugar de rebajarse a este nivel o simplemente recurrir a “¡Lean a Mises!” debemos demostrar, otra vez, que el socialismo (incluso con líderes políticos bienintencionados) es imposible y lleva a consecuencias desastrosas.
La necesidad de beneficios, precios y empresarios
El socialismo es la propiedad colectiva (es decir, un monopolio estatal) de los medios de producción. Reclama la abolición de la propiedad privada de los factores de producción. Salarios y beneficios son dos partes de la misma tarta y el socialismo dice que la porción del beneficio debería ser cero.
Los problemas teóricos inherentes del socialismo emanan todos de esta definición y no de las peculiaridades de su aplicación. Sin embargo, los defensores del socialismo definen “colectivo”, como sin intercambio de factores de producción. Y sin intercambio no puede haber precios, y sin precios no hay forma de medir los costes de producción.
En un mercado no intervenido, los precios de los factores de producción están determinados por su ayuda en la producción de cosas que quieren los consumidores. Tienden a ganar el producto marginal y como todo trabajador tiene alguna ventaja comparativa, hay una porción de tarta para todos.
Si los cambios tecnológicos hacen más productivos ciertos factores o si la educación y formación hacen más productivo a un trabajador, sus precios o salarios pueden aumentar hasta su nueva producción marginal más alta. A un empresario no le gustaría contratar o comprar un factor a un precio que exceda su producción marginal, porque el empresario incurriría entonces en pérdidas.
Las pérdidas empresariales son más importantes de lo que parecían muchos. No son solo golpes en l línea de flotación del empresario. Las pérdidas muestran que, en el mercado, los recursos usados para producir algo estaban mejor valorados que lo que estaban produciendo. Las pérdidas demuestran que se ha destruido riqueza.
Los beneficios dan la señal opuesta. Representan crecimiento económico y creación de riqueza. Una línea de producción rentable es una en la que lo que va a producir algunos bienes de consumo cuesta menos que lo que los consumidores están dispuestos a pagar por dicho bien de consumo.
Como tales, pérdidas y ganancias son más que solo incentivos importantes o cubiertas de un sistema conspiratorio de la clase capitalista: son la única forma de saber que se está creando riqueza en lugar de destruirla en alguna línea de producción.
Bajo el socialismo, solo hay un propietario que no puja por desviar los factores de ciertas líneas de producción hacia otras. Nadie es capaz de decir, con ningún grado de certidumbre, que una herramienta o máquina o fábrica pueda usarse para producir alguna otra cosa de una forma más eficaz. Nadie sabe qué producir o cuánto producir. Es un caos económico.
Sin mercados, no podemos saber qué o cómo producir
Pérdidas y ganancias guían y corrigen a los empresarios en el proceso de producir cosas que esperan que demanden los consumidores. Sin esta información, incluyendo los costes de producción concretamente, los empresarios no pueden realizar el cálculo económico, la estimación de la diferencia entre futuros ingresos y los costes de producción necesarios para obtener esos futuros ingresos.
A los trabajadores se les pone a trabajar en áreas en las que no tienen ventaja comparativa. Los granjeros se envían a las fábricas y los sastres a las minas. Los trabajadores están en líneas incorrectas de producción y tienen las herramientas erróneas. Todas las mañanas la economía parece como si los gnomos de Robert Murphy que reorganizan el capital acabaran de saquearlo.
La película polaca Brunet Will Call parodiaba situaciones como esta a lo largo de la misma, con bienes de consumo y capital en los lugares más improbables. Un carnicero saca de la nevera un cable para arrastrar un automóvil y se lo da al protagonista, que le paga con información sobre el paradero de un coche doble para niños para los gemelos recién nacidos de alguien (en la floristería, evidentemente).
Así que el fracaso del socialismo no está condicionado a la cultura, tiempo o lugar de las víctimas. El socialismo es defectuoso en su núcleo: la propiedad “colectiva” de los medios de producción. Como tal, no hay forma de aplicar una versión del socialismo que funcione e induzca el crecimiento en ningún lugar. Sin embargo, en la práctica, los problemas teóricos del socialismo generar perturbaciones civiles, que se resuelven con fuerza estatal y generan un peaje mortal más alto que ninguna guerra oficial nunca librada.
Sin el motivo del beneficio para producir, deben aplicarse cuotas. Con cuotas, incluso en los casos en los que los trabajadores no mientan acerca de su producción, el caos sigue reinando. Por ejemplo, si una cuota de producción de clavos se basa en el número de clavos, los trabajadores fabricarán un montón de clavos pequeños inutilizables. Una cuota de clavos basada en el peso animará a los trabajadores a producir clavos enormes, pero tampoco usables, una situación parodiada en esta caricatura en Krokodil durante la década de 1960.
Colas interminables se extendían por la URSS, llenas de gente en busca de zapatos aunque la producción de zapatos en la URSS excedía la de EEUU. El problema era que todos los zapatos eran demasiado pequeños, porque la producción de zapatos se medía por número, sin consideración por los tamaños o diseños que demandaban los consumidores.
El despertar del socialismo
Algunos casos son divertidos, otros no. Cerca de siete millones de personas murieron de hambre en la URSS solo en 1932-33 (estimación intermedia basada en datos manipulados). Los autores de El libro negro del comunismo (1999) estiman las muertes de cerca de 100 millones de personas como atribuibles a regímenes comunistas y socialistas. Es más de 200 veces el número de muertes de EEUU en la Segunda Guerra Mundial (y podría también alegarse que sus muertes son también atribuibles al socialismo).
Incluso hoy, en Cuba, el salario medio está en torno a los 20$ mensuales. En Corea del Norte los civiles son detenidos por docenas para ser ejecutados públicamente por el delito de ver televisiones sudcoreanas pasadas de contrabando dentro del país.
Cuando el pueblo está hambriento e infeliz, el estado no puede sobrevivir si sabe que otros están mejor. El estado usa propagada, información falsa y censura para hacer que una ciudadanía ya cautiva esté aún más confusa y sumisa.
Así que consideradme sorprendido al oír nuevas llamadas al socialismo en 2015: si el fuerte argumento del cálculo económico y el astronómico peaje en muertes no ha alejado a la izquierda del socialismo, no sé qué lo hará. La idea supone al mismo tiempo quiebra y muerte, tanto en la teoría como en la práctica.
Publicado originalmente el 27 de julio de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
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