Europa se une a la fiesta de la QE
El Banco Central Europeo (BCE) por fin apretó el gatillo de la QE al comprometerse a comprar 60.000 millones de euros de deuda pública y otros activos cada mes hasta septiembre de 2016 o hasta que la inflación se acerca más al 2%.
La excusa maquillada para esta falsificación legal es que Europa está peligrosamente cerca de tener un (muy defectuoso) índice de precios del consumo cayendo por debajo de cero, como si la calamidad golpeara Europa si el índice registrara una cifra negativa. El BCE afirma que necesita imprimir dinero debido a los bajos precios del petróleo y (antes que eso) un euro más fuerte estaba haciendo que los precios se desviaran de su objetivo de inflación del 2%. Es como si tu supermercado hiciera una rebaja del 50% en filetes un fin de semana y luego tener al BCE tratando de que otros precios en el supermercado aumenten para que aumente tu cuenta total en la caja.
La inflación del 2% nunca se supuso que fuera un objetivo, sino un tope. El problema nunca ha sido demasiada poca impresión, sino demasiada impresión. La deflación no ha sido nunca un problema real (ver aquí, aquí y aquí), pero episodios de inflación han llevado habitualmente al caos y los disturbios sociales.
No temer a los cambios en precios
La caída en el precio del petróleo está creando un cambio en precios relativos que son parte esencial de una economía capitalista. Esos cambios son críticos para guiar a recursos y producción en la dirección en que más se necesitan. Ocurre constantemente y no hay que temerlo. Deberían aceptarse como un ajuste necesario para guiar a los recursos limitados para producir lo que atienda mejor las demandas de la sociedad. Un banco central que interfiere con la vara de medir de los precios para alterar los precios absolutos y relativos para alcanzar algún objetivo sin sentido demuestra hasta dónde se ha convertido en un sinsentido la economía ortodoxa. Al poner como objetivo una cifra agregada, los bancos centrales distorsionan los precios individuales e interfieren con la asignación eficiente de recursos y bienes y servicios.
¿Pero qué pasa con la deflación?
La realidad es que la deflación se usa como excusa por el BCE para rescatar a gobiernos derrochadores para salvarse él mismo del hacha del verdugo. Reconoce que una ruptura de la Unión Monetaria Europea es una conclusión prevista si continúan las cosas como ahora.
¿Cuál es entonces exactamente el propósito de esta flexibilización cuantitativa? No puede ser estimular el gasto en inversión o consumo rebajando los tipos de interés. Esos tipos ya están cerca del cero.
¿es demasiado bajo el valor del euro? Posiblemente, pero esto iría contra la regla internacional no escrita de que los países no deberían manipular la política monetaria para obtener una ventaja competitiva mediante una devaluación de su divisa. Asimismo, la ganancia probablemente sea pequeña y de poca duración, ya que ahora mismo los exportadores importan muchas de sus entradas y los sindicatos son muy conscientes del impacto de una divisa que se deprecie.
Además, esa política engendra represalias. Como preveía Mises: “Una aceptación general de los principios del patrón flexible (del tipo de cambio) debe por tanto generar una carrera entre las naciones para superar a otras. Al final de esta competencia está la destrucción completa de los sistemas monetarios de todas las naciones”.
La única posible razón que queda es generar algún tipo de efecto riqueza. En otras palabras, el objetivo es hacer más ricos a los banqueros a costa de la clase media y los pobres, de forma que los extravagantes estilos de vida de los banqueros generen beneficios en el resto de la economía.
Los objetivos de IPC y PIB sin un error
Poner como objetivo el IPC o incluso el PIB es erróneo. Hoy los economistas ortodoxos estructuran su consejo político sobre dos hipótesis fundamentalmente defectuosas: la ecuación de intercambio y la ecuación de Cambridge. (Ver aquí). Deberían estar usando en su lugar la teoría cuantitativa original del dinero.
Según esta teoría, la oferta monetaria se relaciona (aunque no se relacione con ninguna relación fija) con los precios de todas las transacciones. Esto incluye todo lo que el dinero puede comprar: acciones, cortes de pelo, bonos, neveras, viviendas, automóviles, pinturas, monedas, etc. Los economistas clásicos definían la inflación como un aumento en la oferta monetaria. Sin embargo, si se desea observar apropiadamente las relaciones en toda la economía entre cambios de la oferta monetaria y cambios en los precios, hace falta observar los precios de todo y no de solo unos pocos bienes, como pasa con el IPC. Por supuesto, es imposible un índice de todos estos precios. Al centrarse en el IPC, o incluso en el PIB nominal, los economistas han estado mirando a lo que creen que es un grupo sano de árboles mientras el bosque se quemaba a su alrededor. Como en la década de 1920, entre 2001 y 2007, e incluso hoy, un IPC estable está cegando a los banqueros centrales ante los efectos distorsionadores de sus políticas en todos los demás precios.
La distorsión ha sido masiva y los próximos ajustes serán horrorosos- Si tuvieras un empleado que la fastidiara constantemente y costara millones a tu empresa, ¿no le despedirías? ¿Esperarías hasta que sus repetidos errores te llevaran a la quiebra? Es hora de tener una discusión seria acerca de desarrollar un nuevo orden monetario: uno sin un banco central.
Publicado originalmente el 31 de enero de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
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