El 20 de abril de 2016, el Secretario de Estado de EEUU, Jack Lew escribía un anuncio en Medium:
Hoy estoy entusiasmado al anunciar que por primera vez en más de un siglo, el anverso de nuestra moneda mostrará el retrato de una mujer: Harriet Tubman en el billete de 20$.
El cambio de Tubman dominó los titulares, pero el cambio Jackson-Tubman es parte de una estrategia mayor a más largo plazo:
Prevemos que los diseños conceptuales finales para los nuevos billetes de 20$, 10$ y 5$ se desvelen en 2020, coincidiendo con el 100º aniversario de la 19ª enmienda, que concedía a las mujeres el derecho de voto. [Cursivas añadidas]
Sin embargo, el despliegue completo de los nuevos billetes tomará tiempo, y mucho. La escritora de Wired Margaret Rhodes y la políticamente correcta escritora pro-mujeres siempre oprimidas Cokie Roberts del NYT especulan ambas que la gente normal puede que no vean los nuevos billetes en circulación hasta 2030.
¿Tomará tanto tiempo? La respuesta fue sugerida por Lydia Washington, “destacada experta en asuntos públicos” para la Oficina de Grabado e Imprenta, en una declaración citada por Inverse el 22 de abril de 2016:
El propósito principal del rediseño de los billetes es un motivo de seguridad. La Oficina de Grabado e Imprenta está trabajando con el Tesoro, la Reserva Federal y el Servicio Secreto para desarrollar características de seguridad robustas, únicas y de denominación específica. [Cursivas añadidas]
Resulta que las características de los billetes toman tiempo. El billete de 100$, por ejemplo tardó 15 años en desarrollarse.
De hecho, los esfuerzos necesarios para el mantenimiento y nueva producción de papel moneda son enormes. El esfuerzo de relaciones públicas para manipular a la gente estadounidense para adular la moneda requiere gasto de capital político. El que los agentes estatales se vuelvan atrás y renuncien a algo a lo que han dedicado tanto (durante el último rediseño de los billetes) no parece que pase el corte. No me malinterpretéis, el gobierno es ineficiente, pero solo para las cosas que os importan a vosotros; si es en beneficio del estado, podéis esperar el pensamiento estratégico por excelencia de nuestros gobernantes.
Monopolio celoso: Justificando el gasto para mantener la moneda falsificada públicamente
Es importante señalar que el papel moneda fiduciario debe sufrir problemas como intentos no autorizados y concentrados de reproducirlo. Los cargos monetarios califican a esto como un problema de falsificación, olvidando su propia falsificación en masa a la que se refieren eufemísticamente con términos estériles políticamente correctos como Flexibilización Cuantitativa. Este es un problema propio del papel moneda fuera del mercado. Los agentes del estado desean tener unidades monetarias reproducibles infinitamente de forma que puedan expandir su propio poder adquisitivo a demanda por decirlo así, sin tener que renunciar al consumo en el presente para ahorrar para el futuro, como hacemos el resto. Comprensiblemente, los agentes estatales protegen con vigor su capacidad legalmente sancionada de amplificar indefinidamente su poder adquisitivo. Los delincuentes privados no se dedican a la falsificación fraudulenta: es un plan criminal público.
Los bienes monetarios del mercado como el oro y la plata no sufren este problema. Tanto productores como consumidores de bienes monetarios afrontan los mismos obstáculos técnicos y legales de reproducción. En resumen, no se puede imprimir oro. Estos obstáculos imponen un tope natural al crecimiento de la moneda, que actúa por sí mismo como un techo efectivo sobre la inflación de la oferta monetaria. Por eso los bienes monetarios del mercado son de por sí antiinflacionistas, mientras que el papel moneda es inherentemente inflacionista (repito, debido a la facilidad relativa de reproducción).
Esto debería ayudarnos a poner en contexto estas “actualizaciones de seguridad”. Al ir avanzando la innovación, el dinero fiduciario se hace todavía más barato de reproducir por criminales privados sin autorización. Esto significa que la innovación plantea un coste siempre creciente de mantenimiento de la estafa del dinero fiduciario. Es decir, con suficiente innovación, los delincuentes privados podrían potencialmente dedicarse a su propia falsificación.
Los estados solo se benefician de la creación de papel moneda si son los únicos que lo hacen
El problema es que la falsificación es un juego de suma cero. Supongamos que haya alguna existencia fija de dinero en la economía en un momento M1, digamos 100$. Podemos imaginar un aumento del 10% en la oferta monetaria en el momento M2, ceteris paribus (jerga económica para “en igualdad de condiciones”). Ahora hay 110$ en la economía. Debido a la no neutralidad del dinero, sabemos que en el periodo de tiempo inmediatamente después de la inflación de la oferta monetaria M3, los que obtengan primero los nuevos 10$ serán los que más se beneficien. Esto pasa porque los precios en la economía antes de la creación del nuevo dinero en M2 reflejan, en parte, la cantidad de dinero en circulación en ese momento: 100$. Sin embargo, en el momento M3 alguien obtiene 10$ extra. Esta persona o entidad afortunada (o más apropiadamente: privilegiada legalmente) tiene ahora dinero extra en la mano, pero enfrenta los mismos precios que había en el momento M2.
El primer receptor de los nuevos 10$ acabará usando ese dinero para pujar por bienes ofrecidos a la venta, es decir, acabará gastando el dinero. En cada etapa en que se gaste ese nuevo dinero, los precios subirán más de lo que habrían subido si no se hubiera creado ningún dinero nuevo. . Intuitivamente, esto tiene sentido, cuanto más dinero en circulación dada una cantidad fija de bienes en los que gastarlo, más altos serán los precios de esos bienes. Sin embargo, algo importante aquí es que los precios no aumentan uniformemente después de la creación de dinero, sino secuencialmente. A partir de aquí, no es difícil ver que quien gaste primero el nuevo dinero, se beneficia más. Después de todo, ¿qué tiene de bueno recibir dinero nuevo si cuando lo consigues todos los precios han aumentado proporcionalmente?
Se podría objetar que muchas de las actividades monetarias del gobierno federal de EEUU se refieren a moneda digital, no a papel moneda real. Bien apuntado, sin embargo, los primeros receptores del nuevo dinero pueden prestar dicho dinero para conseguir un interés. En la medida en que ese nuevo dinero se presta y circula de alguna manera no digital una vez gastado por el prestatario, habrá al menos alguna mayor demanda de papel moneda.
En todo caso, consideremos qué pasa en el ejemplo antes descrito si ahora hubiera dos falsificadores, en lugar de uno. Toda la información es la misma, salvo que ahora la creación de dinero nuevo se divide entre dos partes. Es evidente que dado el mismo nivel de creación de nuevo dinero, cuanto mayor sea el número de falsificadores, más bajo será el nuevo poder adquisitivo de cada falsificador, en relación del que habría sido si solo hubiera habido un falsificador. Así que falsificadores públicos como el gobierno federal de EEUU tienen un incentivo para proteger celosamente su poder monopolístico para fabricar nueva moneda y así asegurarse un mayor poder adquisitivo.
El hecho de que los beneficiarios de la falsificación (pública o privada) sean necesariamente los primeros gastadores del dinero falsificado y el hecho de que el papel moneda sea relativamente fácil de reproducir son las dos razones principales por las que el gobierno federal de EEUU deba realizar actualizaciones periódicas de seguridad, eliminación de moneda y creación de nuevos billetes, aunque solo sea para proteger las existencias actuales de moneda (por no mencionar atender aumentos potenciales de demanda para tener papel moneda). Además, los agentes del estado deben proteger diligentemente la integridad de sus unidades monterías, no sea que pierdan poder adquisitivo futuro para competir con falsificadores privados.
La guerra contra el anonimato y el auge del tecnoefectivo
Toda esta atención que se da al dinero físico en efectivo se produce delante del telón de fondo de lo que algunos están llamando una “guerra contra el efectivo”. Varios economistas, incluyendo Joseph Salerno en el Instituto Mises, han señalado numerosos intentos tanto nacionales como internacionales de recortar o eliminar totalmente el uso de efectivo.
Sin embargo, esta opinión no ofrece un panorama completo de lo que está pasando ahora mismo con el efectivo físico. Argumento que también se está produciendo otra cosa: el auge del tecnoefectivo estatal.
No hace falta ser Ray Kurzweil para saber que el coste de producción de cualquier cosa relacionada con la tecnología informática se está desplomando, gracias en una parte no pequeña a la ignorancia de políticos y burócratas, quienes si pudieran descifrar la complejidad de estos sectores, probablemente actuarían para aplastarlos. ¿Quiere esto decir que el nuevo billete emitido en los próximos 20 años no estará relacionado con una tecnología fácil de seguir y de bajo coste? No parece una exageración propia de ciencia ficción concebir una tecnología muy pequeña, muy barata y funcional en cada uno de los billetes de la Reserva Federal (tal vez solo en los de alta denominación).
Podéis imaginar la futura campaña de relaciones públicas. Las unidades de moneda trazables permitirían a las autoridades oficiales impedir cualquier cantidad de ataques terroristas, ventas de drogas y traficantes sexuales, dirá la propaganda. Imaginad un mapa digital global de calor en la NSA con chinchetas de colores para la localización de diversas unidades de moneda interesantes.
¿Suena esto más probable desde el punto de vista de los agentes estatales? Opción 1: Combatir las fuertes protestas públicas (alimentadas por la mentalidad de búsqueda de la gente escasa de efectivo ante una inminente corrida bancaria) ante crecientes intervenciones en busca de la eliminación de la circulación del papel moneda. U Opción 2: Cooptar la fijación estadounidense con el papel moneda reemitiéndolo con imágenes y conceptos que generen la aprobación pública masiva y rediseñarlo con tecnología trazable para rasgar eficazmente el disfraz de anonimato ofrecido por hacer transacciones en efectivo mientras se mantiene su uso masivo.
A la vista de esto, debería quedar claro que lo agentes estatales no están interesados en una guerra contra el efectivo por sí misma, sino más bien en una guerra contra el anonimato. La cuestión quien es más probable que gane esta guerra contra la privacidad y la libertad: ¿la oposición activa provocadora a propósito para la eliminación de un elemento fijo en la historia estadounidense y para muchas de las vidas diarias de los estadounidenses o consentir las protestas públicas y simplemente pasar de las unidades de moneda viejas y políticamente incorrectas a unas nuevas socialmente justas, generalmente populares y trazables globalmente?
Publicado originalmente el 17 de mayo de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario