En este espacio damos seguimiento a voces expertas de los mercados, cuyos conocimientos no se quedan a nivel teórico, sino que provienen de la práctica diaria de arriesgar, ganar y perder dinero. Mucho dinero, en realidad. En esta ocasión nos referimos al legendario multimillonario estadounidense Stan Druckenmiller, quien el miércoles pasado hizo una importante exposición en la Sohn Investment Conference.
El fondo de cobertura de Druckenmiller tuvo un incomparable rendimiento medio de 30 por ciento anual de 1986 a 2010, antes de cerrarlo hace un año. Figura por supuesto en la lista Forbes de súper millonarios y cuenta con una riqueza de más de 4,400 millones de dólares.
Pues bien, este magnate hizo una advertencia: “La conferencia quiere de mí una recomendación específica. Supongo que ‘salgan del mercado de valores’ no es lo suficientemente claro.” De hecho, sí lo es.
La razón de su consejo es que considera que los altos precios que ya tienen las acciones, más los límites a futuros estímulos de parte de los bancos centrales, están haciendo que el mercado se esté “agotando a sí mismo”.
De hecho, reveló que el oro representa una importante proporción de su portafolio. Sin mencionarlo directamente, dijo: “Algunos lo consideran como un metal, nosotros lo consideramos como una divisa, y sigue siendo nuestra mayor posición en divisas“.
Por cierto, el oro (y la plata) sigue manteniendo una racha alcista muy fuerte este año. El oro se enfila a rebasar los 1,300 dólares la onza. Los temores de una posible (inevitable) recesión en Estados Unidos podrían provocar compras de pánico más adelante en metales preciosos. Con el nuevo precio referencial del oro en yuanes en la Bolsa de Shanghái, Londres y Nueva York ya dejaron de ser los actores solitarios que determinan por la libre el precio “fix”.
Si a esto le sumamos la enorme transferencia de oro de Occidente hacia Oriente –de donde nunca volverá-, el poder de manipulación a la baja del oro cada día es menor de este lado del planeta. Las existencias físicas, se agotan en el lado occidental. Así que aunque en el corto y mediano plazos el dólar pueda aún fortalecerse, en el largo su suerte como divisa de reserva, está echada, y no para bien.
Druckenmiller pues, sabe de sobra que el metal precioso es la mejor protección financiera contra la crisis. Espera un nuevo colapso y recesión quizá peor que los de 2008-2009.
Su preocupación viene por lo que califica de “comportamiento irresponsable” de la Reserva Federal, el banco central de Estados Unidos, del que dice “ha tomado prestado del consumo futuro más que nunca antes”. Es cierto.
Además, le preocupa la desaceleración de la economía china que, justo por el mismo error de estimular su economía masivamente tras la crisis –inyectando crédito al por mayor-, la van a pasar muy mal por un buen rato. Las economías emergentes serán damnificados colaterales.
Todo crecimiento basado en deuda termina mal porque ésta siempre se tiene que pagar, y si se prestó a quien no debía –como de hecho sucede con expansiones masivas de crédito-, los deudores acaban incumpliendo y muchísima riqueza es destruida. No hay escape posible.
Druckenmiller estima que habrá nuevos estímulos en Asia que sólo agravarán su problema de exceso de capacidad productiva que no se está utilizando.
Advierte también que las empresas estadounidenses han usado la deuda no de manera productiva, sino para recomprar sus propias acciones en la bolsa por un monto de más de 2 millones de millones de dólares. Esto ya se está reflejando en los libros de las diferentes compañías, cuyo crecimiento de flujo de efectivo en Estados Unidos se ha vuelto negativo, mientras la deuda ha subido.
Sin duda, no debemos ignorar las advertencias de Druckenmiller. Ojalá nuestras autoridades financieras y monetarias se estén preparando, porque de que viene algo fuerte, viene algo fuerte.
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