El nivel de sectarismo y propaganda política es apabullantemente corruptor y antisocial. Por ejemplo, Alberto Garzón, persona por lo demás de educación exquisita, publica lo siguiente: la derecha está en contra de la confluencia de izquierdas porque beneficia a las clases populares:
Ergo: “la derecha” (una horquilla que abarca entre siete y diez millones de españoles) tiene como propósito perjudicar a las clases populares. O, por ser todavía más claros, en España hay hasta diez millones de personas que son potenciales enemigos de clase. ¿Creen que propaganda como ésta favorece en algo la concordia y armonía social?
Imaginemos que revertimos las declaraciones de Alberto Garzón y se nos ocurre afirmar lo siguiente: es coherente que los votantes de izquierdas estén a favor de la confluencia Podemos-IU porque, como son unos iletrados/unos parásitos/unos desalmados (escojan ustedes el exabrupto preferido), apoyan la peor de las opciones posibles. De nuevo, ¿verían razonables este tipo de afirmaciones? ¿Contribuirían en algo a facilitar la convivencia pacífica y cooperativa? No, pero eso es exactamente lo que está afirmando Garzón, pero no sobre la izquierda sino sobre la derecha.
Ahí tienen la política en estado puro: un ejercicio de enfrentar y dividir a la sociedad para aunar lealtades con las que tomar el poder y ejercerlo contra quienes no se someten a ti.
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