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domingo, 25 de enero de 2015

¿Qué es y qué efectos tiene un Quantitative Easing?

Publicado el 25 enero 2015 por Juan Ramón Rallo
El Banco Central Europeo acaba de anunciar una “flexibilización cuantitativa” (Quantitative Easing) por importe de 1,1 billones de euros: algo más que todo el Producto Interior Bruto de España. Al entender de muchos, esta “inyección de dinero” en la economía es la clave de nuestra recuperación, pero para evaluar realmente sus efectos conviene conocer tanto su naturaleza como sus atribuidas consecuencias.
¿En qué consiste exactamente?
El Quantitative Easing no es más que la compra de ciertos activos bancarios por parte del banco central. Imagine que el BBVA adquirió hace unos meses un bono del Tesoro español por un importe de diez millones de euros y con un plazo de vencimiento a diez años; imagine, además, que el BBVA se arrepiente de haberlo comprado o simplemente está necesitado de mejorar su liquidez. En tal caso, y dado que todavía falta una década para que el Estado español le devuelva el dinero que previamente le ha prestado, el BBVA tenía hasta ahora dos opciones: la primera, pedir un crédito al BCE aportando como garantía ese título de deuda pública (como quien pide una hipoteca garantizándola con su casa); la segunda, vender la deuda pública a otros inversores privados.
El problema de la primera vía para mejorar la liquidez del BBVA es que se trata de una mejora temporal que conlleva, además, un coste financiero: el crédito que el Banco Central Europeo le concede al BBVA vencerá en un plazo breve de tiempo (un mes, un trimestre o, en el mejor de los casos, tres años) y, además, obliga al BBVA a pagarle un interés periódico al BCE. Es decir, en el fondo el BBVA no está mejorando estructuralmente su liquidez: su saldo de tesorería aumenta sólo de manera temporal y al coste de soportar un cierto coste financiero.
La segunda vía es, en principio, más interesante para el BBVA: vende el bono de deuda pública a otro banco (por ejemplo, Bankia), de modo que se deshace definitivamente de él y, por tanto, se mejora de forma estructural su liquidez sin necesidad de abonarle continuamente intereses a Bankia. Ahora bien, desde un punto de vista macroeconómico, esta transacción tiene un defecto: sí, el BBVA mejora su liquidez… pero lo hace a costa de que Bankia empeore la suya (Bankia tiene que reducir sus disponibilidades de efectivo para comprarle la deuda pública a BBVA). ¿Qué hacer, pues, si nuestro objetivo es que algunos agentes económicos puedan mejorar su liquidez sin que nadie empeore la suya? Aquí entran los Quantitative Easing.
Mediante las flexibilizaciones cuantitativas, es el banco central quien compra la deuda pública (u otra deuda privada) en manos de los bancos privados. ¿Y cómo la compra? Imprimiendo nuevos billetes de euro expresamente para ello (en realidad, incrementa el saldo de la cuenta corriente que los bancos tienen en el BCE, pero el efecto es exactamente el mismo que imprimir nuevos billetes). Por consiguiente, y siguiendo con nuestro ejemplo anterior, el BBVA puede mejorar estructuralmente su liquidez sin que nadie la empeore porque el banco central crea nueva liquidez con la que sanear su balance.
¿Qué efectos supuestamente tiene?
Según se nos dice, los Quantitative Easing poseen varios efectos que redundan en beneficio del conjunto de la economía y que permitirían reanimarla.
Para empezar, contribuyen a reducir los tipos de interés: si el banco central aumenta la demanda de determinados títulos de deuda, el tipo de interés de esos títulos de deuda cae (por simplificar: comprar un título de deuda es equivalente a prestar al deudor de ese título de deuda, y a mayor oferta de préstamos, menores tipos de interés). En sí mismo, esto ya constituye un estímulo para aquellas entidades cuyos títulos de deuda adquiere el banco central: los menores tipos de interés abaratan su coste de financiación (paradigmáticamente, el Tesoro público podrá endeudarse de manera más asequible, liberando recursos para otras partidas del gasto).
Segundo, la situación financiera de los bancos privados mejora: sus inversiones ya no están tan “atascadas” o “comprometidas” en créditos a largo plazo, sino que son reemplazadas por efectivo recién impreso por el banco central.
Tercero, la combinación de menores tipos de interés y del manguerazo de liquidez a los bancos debería incrementar la concesión de nuevos créditos a la economía productiva. Por un lado, el balance de los bancos es más sólido tras la flexibilización cuantitativa y, por tanto, disponen de mayor capacidad para extender nuevo crédito. Por otro, los bajos tipos de interés de cierta clase de deuda (por ejemplo, de la deuda pública) constituyen un incentivo para que la banca busque nuevos caladeros donde invertir su dinero: si la cómoda y segura compra de deuda pública ya no es un negocio (porque las flexibilizaciones cuantitativas del BCE han anulado su rentabilidad), a los bancos no les quedará otro remedio que asumir mayores riesgos y prestar a familias y empresas el nuevo dinero que han recibido del banco central. Además, dado que habrá un torrente de bancos deseosos de prestar a familias y empresas, los tipos de interés del crédito privado caerán, con lo que más gente querrá endeudarse.
Cuarto, el aumento del crédito al sector privado permitirá incrementar el consumo y la inversión con base a la deuda. Mayor gasto privado tenderá a reavivar la economía y, de este modo, no sólo a reanimar la “actividad” sino también a elevar los precios, ahuyentando así el terrible fantasma de la deflación.
Quinto, parte de ese gasto a crédito se filtrará hacia el exterior y, para ello, habrá que vender euros y comprar dólares, libras o yenes, con lo que estas últimas divisas se apreciarán frente al euro (es decir, el euro se depreciará). Y, además, como todo el mundo anticipará esta depreciación del euro, los especuladores tenderán a acelerarla, liquidando sus posiciones en euros o incluso adoptando posiciones cortas en la moneda europea.
Y sexto, la mayor disponibilidad de crédito barato, el mayor gasto interno, las subidas de precios, la depreciación de la moneda y la expectativa de que estas condiciones de laxitud y bonanza se mantendrán tanto tiempo como sea necesario para relanzar el crecimiento económico constituirán un marco macroeconómico en el que los agentes se sentirán cómodos para volver a endeudarse, a invertir, a consumir, a expertos y a contratar a más trabajadores. Todo un éxito.
¿Cuáles son sus contraindicaciones?
Como debería resultar evidente, si los Quantitative Easings fueran tan maravillosos, no habría gobierno alguno en el mundo (ni siquiera los más sádicos con su población) que dejaran de aprovecharse de ellos.  Pero claramente éste no es el caso: los Quantitative Easings son la excepción, y no la norma, de la política monetaria de un país. En tiempos normales, el motivo es claro: cuando la economía está creciendo merced al impulso de unos bancos que prestan y de unas familias y empresas que se endeudan, echar más leña al fuego sólo contribuye a recalentar excesivamente la economía y a que suban los precios más de lo deseado.
Sucede que actualmente no estamos en ese escenario: los bancos no prestan, familias y empresas no piden prestado, los precios caen y nadie gasta. Por tanto, actualmente el Quantitative Easing parece constituir un necesario impulso a una economía estancada que no va acompañado de efectos adversos. Pero no tan rápido: aunque el Quantitative Easing no vaya a provocar a medio plazo nada parecido a una elevada inflación (no hablemos ya de hiperinflación), eso no significa que no pueda tener otras consecuencias perjudiciales.
El primer efecto es que el banco central pierde margen de maniobra a la hora de gestionar su moneda: el valor del euro se determina diariamente en los mercados en función de su demanda y de su oferta. Con los Quantitative Easings, el banco central no sólo incrementa la oferta de euros en un momento en el que muchos inversores prefieren tener euros en efectivo a deuda a largo plazo denominada en euros, sino que se esclerotiza a la hora de regular esa oferta en el futuro: si dentro de unos años el público rechazare mantener sus saldos en efectivo y comenzare a gastarlos en bienes de consumo o de inversión, sí podría desatarse una alta inflación en los bienes de consumo o en los activos que el banco central no podría frenar salvo disparando exageradamente los tipos de interés. O dicho de otra manera, el Quantitative Easing esteriliza los instrumentos tradicionales con los que cuenta el banco central para administrar su provisión de financiación al sistema financiero. Como reconocen los propios ex jerarcas de la Fed, la estrategia de entrada en el Quantitative Easing está muy clara; la estrategia de salida está de momento en pañales. Como la pasta de dientes, sacarla del tubo es muy fácil; volverla a meter, puede ser muy complicado.
El segundo efecto es que los bajos tipos de interés no tienen por qué estimular un nuevo ciclo de endeudamiento que relance la economía, salvo acaso entre las Administraciones Públicas. Estas últimas sí siguen plenamente interesadas en mantener unos déficits públicos desbocados cuyo coste trasladan impunemente a las generaciones futuras: menores tipos de interés de la deuda pública a buen seguro facilitarán su indisciplina a costa del contribuyente. Distinto es el caso de familias y empresas: si éstas siguen altamente endeudadas con respecto a su capacidad futura de generar riqueza, facilitarles de forma artificial el endeudamiento no las llevará normalmente a redoblar sus pasivos, por lo que el efectivo inyectado por el banco central a la banca privada permanecerá en las cajas fuertes de esta última. Se puede llevar el caballo al río (facilitar el endeudamiento), pero no se le puede obligar a beber (a endeudarse).
Ahora bien, lo anterior no significa que la reducción de tipos de interés del Quantitative Easing carezca de efectos adicionales: los tipos de interés no sólo influyen a la hora de determinar el volumen de nueva deuda, sino también a la hora de determinar el precio de los activos y el ritmo al que se amortiza la deuda pasada. Instituir un clima de tipos de interés bajos puede que no relance el nuevo crédito, pero a buen seguro sí ralentizará la velocidad a la que familias y empresas reducen anticipadamente su deuda pasada (la deuda a tipo de interés fijo será mucho más cara de recomprar en el mercado; la deuda a tipos variables dejará de pagar intereses, por lo que no interesará amortizarla) y fomentará un incremento del precio de los activos financieros vía aumento del múltiplo sobre sus beneficios presentes (como en parte ya ha sucedido en la bolsa estadounidense). Es decir, la reducción de tipos de interés de la flexibilización cuantitativa consolidará un contexto económico de alto endeudamiento y de activos sobrevalorados: lejos de facilitar el reajuste económico —consistente en minorar nuestra deuda y en asignar el capital hacia los proyectos verdaderamente más valiosos— lo dificultará.
En tercer lugar, si los menores tipos de interés de la flexibilización cuantitativa estimularen una mayor concesión de nuevo crédito (tal como desean sus impulsores), fijémonos en que lo harían empujando a los bancos a que asumieran mayores riesgos de los que ahora mismo creen prudente asumir. La idea, como ya hemos explicado, es que el Quantitative Easing mate la rentabilidad de los activos seguros para que así los inversores se lancen de cabeza hacia las relativamente más rentables pero inseguras inversiones. Más deuda y más riesgo. Por ende, mucha mayor fragilidad financiera: justo la receta que nos condujo al desastre de la crisis actual y por lo cual muchos de los que ahora defienden las flexibilizaciones cuantitativas se han cansado de exigir una mayor regulación del sistema financiero.
En cuarto término, y ligando los dos puntos anteriores, si el Quantitative Easing estimula una mayor concesión de créditos a tipos de interés más bajos, todos aquellos empresarios que se hayan financiado previamente a tipos de interés más altos verán su deuda como una desventaja competitiva. Si tus rivales se han financiado al 2% mientras tú has de seguir pagando durante años el 6%, es obvio quién tiene las de ganar (y no: justamente porque las flexibilizaciones cuantitativas elevan el valor de mercado de las deudas, quien se ha financiado al 6% no puede refinanciarse al 2% salvo trasladándole a su acreedor las pérdidas derivadas de esa quita de intereses). Por tanto, no sólo se financian proyectos empresariales más inseguros, sino que se concede una artificial ventaja competitiva a los proyectos más inseguros frente a los más seguros.
Y, por último, tampoco la depreciación del tipo de cambio, especialmente con la magnitud que está adoptando la del euro, tiene por qué ser positiva. Desde hace años el mundo está sumergido en una silenciosa guerra monetaria (China contra EEUU, EEUU contra Europa, Japón contra EEUU y China, Europa contra todos…) que en algún momento nos ha perjudicado a todos. Ahora parece que le toca el turno a Europa: hundir el euro para vender más allende los mares y para estimular el gasto interior a costa de las importaciones. El problema de este tipo de depreciaciones es que impiden la construcción de una división internacional del trabajo verdaderamente duradera: la especialización de cada región del planeta no se determina por su ventaja competitiva estructural frente al resto, sino por la transitoria manipulación monetaria que se imprima. Ciego hoy tú, ciego mañana yo.
En suma, las flexibilizaciones cuantitativas son un chute de liquidez que el banco central introduce dentro del sistema bancario. Los sujetos claramente beneficiados por ese chute de liquidez son los propios bancos, las Administraciones Públicas, los antiguos inversores en activos financieros, los exportadores nacionales y acaso los deudores marginalmente menos solventes; los perjudicados, en cambio, son los tenedores de moneda, los contribuyentes, los nuevos ahorradores, los importadores nacionales y acaso los deudores marginalmente más solventes. Se premia la deuda y el riesgo; se castiga el ahorro y la seguridad: la recuperación no busca asentar sobre nuevas y buenas oportunidades de negocio, sino sobre viejas y malas prácticas arriesgadas. Lejos de impulsar el reajuste sano de la economía basándolo en libertad de mercado y ahorro interno, se intenta exprimir todo el potencial de un sistema fallido huyendo hacia delante.

Papel de la banca central ante la crisis financiera y fiscal - José Joaquín Fernández

La crisis global y la teoría austriaca [Principios económicos] - Jesús Huerta de Soto

Un estudio presentado en Davos analiza las claves

¿Cómo se puede aumentar la productividad?

  • Crear el talento y atraerlo son estrategias igualmente válidas
  • La orientación tecnológica debería ser prioritaria en cualquier país
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Los principales líderes empresariales y políticos del planeta se han citado esta semana en Davos, un pequeño pueblo suizo rodeado de pistas de esquí y al que solo se puede acceder por una estrecha carretera. Ese es el escenario en el que los estadistas exhiben una vez al año los logros de sus Gobiernos, los empresarios los critican (de forma más o menos constructiva) y los economistas de prestigio revisten el encuentro de un halo intelectual.
Esa es solo la parte pública del Foro Económico Mundial. Porque sucede mucho más que eso. El programa oficial incluye varias conferencias, entre las que se celebran numerosas reuniones extraoficiales. Y, aprovechando la alta concurrencia de personalidades, se presentan informes y documentos varios.
Uno de ellos ha sido la segunda edición del Índice de Competitividad del Talento Global (ICTG), elaborado por Adecco en colaboración con la escuela de negocios Insead y el Human Capital Leadership Institute. Este ranking sitúa a España en el puesto número 30 de los 93 países analizados, por debajo de la República Checa, Eslovenia, Lituania, Chile o Catar. Y eso que hemos avanzado cinco casillas en la clasificación respecto al año pasado. El propio estudio se encarga de destacar los puntos en los que debe esforzarse más cada país. “Queremos que este ranking sirva como una herramienta de trabajo para que los líderes sepan qué tienen que cambiar”, dijo durante la presentación Bruno Lanvin, profesor del Insead y codirector del estudio.
El índice pondera hasta 63 elementos empresariales, macroeconómicos, políticos y sociales. En la productividad influye desde si el marco regulatorio de los países facilita el emprendimiento hasta si la inseguridad puede repeler la llegada de especialistas.
Los parámetros estudiados se clasifican en seis grandes grupos. De un lado están los elementos facilitadores (marco regulatorio, empresarial y de negocios); el atractivo del país, medido por su grado de apertura; los que posibilitan el crecimiento (educación, acceso a oportunidades de emprendimiento, etcétera) y la capacidad de retención del talento. También se examina el nivel de competencias de la población y su conocimiento.

Sistema sanitario impecable, marco laboral muy deficiente

El documento señala los puntos fuertes y débiles de cada país en la generación, atracción y retención de talento. España, por ejemplo, destaca por la alta calidad de su sistema sanitario, parámetro en el que ocupa la primera posición del ranking; por el buen nivel de sus escuelas de negocios y por su alta calidad de vida.
Ocupa las últimas plazas, sin embargo, en la relación entre el salario de los trabajadores y su productividad (puesto 87 de 93), en la dificultad para contratar (85), en la alta fiscalidad del marco laboral (71) y en la falta de cooperación entre empleados y empleadores (72). Los estudios tampoco son nuestro fuerte: España ocupa la posición 71 en el número de trabajadores con educación secundaria.
La calificación de España en el índice ICTG es de 51,25, seis puntos por debajo de la media (57,13), lo que le sitúa en la posición 30 a nivel global. Si solo tenemos en cuenta a los países europeos, España quedaría en el grupo de cola: ocuparía la plaza 19 de 30. Bate, eso sí, a Italia, Portugal y Grecia, los países con los que se le suele comparar en términos económicos.
El estudio describe algunos elementos que ayudarán a aumentar la productividad en cualquier país del mundo. Estas son para Adecco, Insead y el Human Capital Leadership Institute las claves para mejorar la productividad.
Apertura
La apertura, no solo de mente sino especialmente en términos de comercio, inversiones y movilidad, es considerado un ingrediente clave para la competitividad del talento. Los tres primeros clasificados en el índice ICTG (Suiza, Singapur y Luxemburgo) son países que, debido a la falta de recursos naturales propios, “jugaron a la globalización y se centraron en su habilidad para enriquecer los recursos humanos”, reza el informe.
Se insiste especialmente en la necesidad de desregularizar el mercado laboral, una idea afín a los intereses de la compañía de recursos humanos que ha patrocinado la investigación. “Liberalizar la normativa laboral, eliminar las leyes y barreras anticuadas o innecesarias y reducir los impuestos que gravan el trabajo son aspectos clave para mejorar la productividad”, lee el texto.
Inversión
Los países deben invertir de forma astuta en mejorar la competitividad de su talento. El estudio demuestra que la demanda de profesionales altamente cualificados crece de forma exponencial cuanto más alto es el PIB del país. Finlandia, señala el escrito, ha pasado en 40 años de ser un proveedor comercial de la URSS a liderar los informes PISA, que miden la excelencia de los sistemas educativos. Chile y Malasia también han demostrado que el cambio es posible. 
Origen
El talento se puede desarrollar de forma interna o externa, dependiendo de las características de cada país. Algunos Estados, principalmente las economías emergentes, optan por traerlo de fuera o enviar a sus élites a formarse al extranjero. China es un buen ejemplo de ello, pero también sucede en Europa con países como Noruega. En el otro extremo encontraríamos a países como Estados Unidos, Reino Unido y Francia, que compiten por atraer estudiantes extranjeros.
Empleabilidad
El desarrollo de talento no debería ser un fin en sí mismo. Es necesario insertarlo dentro de una más amplia estrategia de empleabilidad. “El índice ha detectado numerosos países en los que se ha desarrollado mucho talento, a un coste altísimo, que luego no se ha correspondido con las necesidades laborales de la economía nacional”, señalan las conclusiones. España está entre ellos. “Esos desequilibrios contribuyen a aumentar la tasa de paro y salen caros en términos de competitividad”.
Equilibrio
El desarrollo del talento en pleno siglo XXI debe ir más allá de la educación formal. “Aunque es necesario repensar los pilares de la formación primaria y secundaria (...), la educación debería centrarse más en la formación continuada y en facilitar la adquisición de experiencia laboral desde edades tempranas”, concluye.
Tecnología
Los cambios tecnológicos afectarán a los nuevos segmentos del mercado laboral, implicando cambios en los perfiles más demandados y en las competencias que aumenten la empleabilidad. “La irrupción de servicios low cost de tecnología de la información y la necesidad de procesar el big data han empezado ya a impactar sobre 250 millones de trabajadores en todo el mundo. Y va a ir a más”, sentencia el estudio. Los empleados no tienen más remedio que adaptarse a la tecnología si quieren seguir trabajando, y dada la velocidad de la introducción de la tecnología en casi todas las esferas de la vida, “los empleadores tendrán la responsabilidad de adaptar sus recursos humanos a estos desafíos”.
Este último es, según el estudio, uno de los elementos más decisivos para incrementar la productividad de un país. En 1848 Horacio Mann hablaba de la necesidad de extender la educación para que los países pudieran crecer. “Hoy constatamos que es internet y la diseminación de habilidades denetworking en el terreno tecnológico lo que puede marcar la diferencia”, concluye.
Lagunas formativas como estas posibilitan que, según señala Adecco, en el mundo hay 8,4 millones de puestos de trabajo sin cubrir por falta de talento.

Morgan Stanley, Goldman Sachs, RBS o Credit Suisse analizan la QE

¿Qué opina la gran banca de inversión del plan del BCE?

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¿Qué opina la gran banca de inversión del plan del BCE?
Fotografía que muestra el símbolo del Euro junto a un contenedor de basuras en Fráncfort, Alemania, el 20 de enero de 2015.
BORIS ROESSLER (EFE)
La gran banca de inversión internacional ha analizado en profundidad cada detalle del programa de compra de deuda pública anunciado esta semana por Mario Draghi, que supondrá la compra de 60.000 millones de euros mensuales en bonos hasta septiembre de 2016.
Estas son las principales conclusiones que los analistas de las distintas casas han plasmado en sus informes tras profundizar en los detalles del programa:
MORGAN STANLEY: “Una sorpresa positiva”
- Un paso histórico: “No es perfecto, pero es mejor de lo esperado”, aducen los analistas del banco de inversión Morgan Stanley sobre el plan de compra de deuda de 60.000 millones mensuales hasta septiembre de 2016 que ha anunciado esta semana el Banco Central Europeo. Un plan que supera las expectativas que tenía el mercado, subrayan.
- Reparto del riesgo. Los expertos de la entidad aseveran, eso sí, que “un mayor reparto del riesgo habría sido mejor en nuestra opinión, pero algo es algo”, en referencia al hecho de que sea cada banco central nacional el que asuma el grueso del riesgo del programa.
- Efecto en divisas. El plan reafirma a los analistas en su previsión de que un euro bajista y un dólar al alza durante el año, con nueva previsión del tipo de cambio para 2015 que pasa de los 1,12 dólares por euro a los 1,05.
- Mercado y crédito. El informe también recoge una mayor expectativa alcista para valores cíclicos como banca, y advierte contra el ladrillo. El efecto en crédito, avanza, será positivo.
CREDIT SUISSE: “Más efectivo de lo que el inversor cree”
- Impacto: “Creemos que aunque el QE del Banco Central Europeo probablemente sea menos eficaz de lo que lo fue en Estados Unidos y Reino Unido, será más efectiva de lo que los inversores creen”, asumen los analistas de Credit Suisse en su informe sobre la artillería desplegada por Mario Draghi.
- La mutualización: Los analistas de la casa suiza creen que “el impacto de la no mutualización de la QE_en el corto plazo sigue siendo positivo”, ya que contribuirá a “aumentar el suministro de dinero; debilitar el euro; duplicar la demanda anual de deuda de países europeos; y traslada el beneficio del carry trade a los Gobiernos”, sostienen.
- El efecto del fin: Pese al positivo impacto inicial del programa, los analistas de Credit Suisse advierten de que cuando este acabe, el riesgo soberano de la Europa periférica podría repuntar, por lo que minusvaloran las acciones de estos países.
GOLDMAN SACHS: Impulso alcista para el PIB europeo
- La economía al alza: El equipo de economistas europeos de Goldman Sachs anunció una revisión al alza de medio punto (al 0,3% en 2015 y 0,2% en 2016) en la estimación de crecimiento del PIB de la eurozona para los dos próximos años tras conocer los detalles del nuevo programa de compra de deuda del Banco Central Europeo. La estimación para 2015 queda en el 1,2% y la del 2016 se sitúa tras este cambio en el 1,6%. Las revisiones tienen en cuenta, eso sí,m no solo la artillería desplegada por Mario Draghi sino también el impacto que tendrá la caída del precio del petróleo.
- Deflación: “La introducción de la QE probablemente modere los riesgos deflacionarios y, a su vez, empujan a la baja las primas de riesgo (desde niveles elevados)”, convienen los expertos de Goldman Sachs.
- Índices: El informe apuseta por mantenerse largo en índices como el italiano MIB_o el español IBEX, dentro del cuál se destacan algunos valores cotizados como son BBVA, Enagas o Mediaset.
BARCLAYS: Posible remedio a la volatilidad
- Incertidumbre: Los analistas de Barclays hacen hincapié en la fuerte volatilidad que viene dominando el mercado en los últimos tiempos y cómo las primeras filtraciones sobre el plan de compra de deuda del Banco Central Europeo contribuyeron ya a mitigar un fuego que fue perdiendo fuerza según se fueron conociendo los detalles definitivios. Con todo, apuntan, de momento “los riesgos y la incertidumbre sobre la política del BCE persisten y no está claro aún si ha comenzado una tendencia sostenible de rebaja de la volatilidad”.
- Apetito renovado: Tres de los principales efectos que tendrá el programa de compra de deuda desde Fráncfort en los mercados será, según destacan en Barclays, que en paralelo al debilitamiento que ya viene sufriendo el euro y a la rebaja de la rentabilidad que se paga por la deuda soberana europea, los mercados recobrarán parte del apetito por el riesgo que habían perdido.
RBS: “Necesario, pero no suficiente”
- Inflación: Los analistas de Royal Bank of Scotland (RBS) exponen que de cara a revitalizar el crecimiento económico en la eurozona y lograr reconducir al alza la inflación, el plan de compra de deuda aprobado por el Banco Central Europeo resulta “necesario, pero no suficiente”. En su opinión, aunque el tamaño del programa podría elevar entre un 0,5% y un 1,5% la inflación, el plan “llega tarde” respecto al puesto en marcha en Reino Unido, acompañado de menos estímulos fiscales y con la banca centrada en reforzar capital. Por eso, aducen el efecto real en la inflación podría limitarse a un incremento de entre el 0,5% y el 1%.
- La periferia: El informe de RBS destaca el efecto positivo que tendrá el plan sobre las economías emergentes de la zona euro, si bien invita a evitar mercados poco líquidos y Portugal, que mantuvo mucho tiempo restringido su acceso al mercado después del rescate, así como a Grecia, donde aconseja ser cauto hasta conocer el desenlace de las elecciones de este domingo.

Explicando en un gráfico que significa lo que hizo ayer Draghi.



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Esta mañana en un post os dejábamos una larga explicación sobre lo que significaba y las consecuencias que tendría la QE anunciada ayer por Draghi y saludada con alborozo y alegría por todos los sectores sociales, empezando por los políticos, pasando por los banqueros y acabando por los sindicatos. A los que os de pereza leer os resumimos en un gráfico el impacto que tendrá la QE de Draghi.
Simplemente se trata de hacer rico al puñado de hedge funds y bancos que se lanzaron a comprar bonos soberanos cuando Draghi les prometió en agosto de 2012 que compraran con los ojos cerrados que no iban a perder dinero.
En el gráfico tenéis la evolución de la rentabilidad del bono español a 10 años. Os marcamos cuando Draghi le dijo a los especuladores que podían comprar tranquilos bonos. La rentabilidad del bono español ha caída de casi el 7% al 1,3%. Nunca en la historia España había tenido la rentabilidad de su deuda a uno niveles tan bajos y nunca en la historia habíamos tenido la cantidad de deuda que tenemos hoy. Así que hoy, cuando parece complicado encontrar un primo que compre deuda española a 10 años al 1,3% sin asumir un riesgo extraordinario aparece por arte de magia un nuevo gran comprador de papel en el mercado. El BCE al que gracias a Draghi los especuladores podrán venderle los bonos que tienen en cartera con grandes beneficios sin que el mercado o el castillo de naipes que se han montado se derrumbe completamente.
Es tiempo de recoger la cosecha.
Nota para despistados:
En el gráfico podéis ver que la rentabilidad del bono cae del 7% al 1,38%. Esto no significa que los que compraron el bono en el mercado secundario al 7% de rentabilidad han perdido dinero sino todo lo contrario, han ganado mucha pasta. Os pongo un ejemplo:
Imagina que en  2012 compras un bono español a 10 años emitido de 1.000 EUR de valor nominal con un cupón anual del 4% y en ese momento al comprarlo en el mercado secundario está cotizando a una rentabilidad del 7% y ahora lo vendes cuando esta cotizando a una rentabilidad del 1,38%. Como la variación de rentabilidad de un bono es inversa a su valor esto significa a grosso modo que en 2012 pagaste por él unos €790 y que ahora lo estás vendiendo  a unos €1.284, es decir una rentabilidad del 63% en un par de años.
¿Por cierto sabéis quién ha asesorado al BCE en el diseño del programa de compra de bonos?….. es tragicómico.

Un gráfico para entender de que va la guerra de precio del petróleo


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El gráfico que os ponemos creo que os ayudará a entender el motivo de las caídas del precio del petróleo y sobretodo entenderéis la posición de Arabia Saudí que busca un precio del petróleo barato con el que borrar del mapa futuros competidores. El gráfico os muestra el número de pozos de petróleo activos en los EEUU. Creo que se ve perfectamente donde empieza el Boom del fracking en ese país.
En 2009, con la crisis financiera y la caída del precio del petróleo el número de pozos activos en los EEUU cayo hasta 190. Desde entonces la apertura de pozos ha sido frenética y sin precedentes históricos, alcanzando los más de 1.575 pozos de petróleo activos. Desde que el pasado verano los Saudis se pusieron manos a la obra para dejar caer el precio del petróleo, el número de pozos activos en los EEUU se ha reducido en casi un 20%.
En el siguiente gráfico podéis ver la evolución del precio del barril Texas. A partir de 2011, un precio sostenido del petróleo por encima de los $100 es lo que ha propiciado la ingente cantidad de inversión dirigida en los EEUU a abrir nuevos pozos. Si eres un actor tradicionalmente relevante en un sector cuyo producto es una commodite tu principal objetivo para mantener la rentabilidad a largo plazo de tu negocio es lograr que no entren nuevos competidores que diluyan la fuerza que tienes para fijar precios.
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Lo que ha pasado con el petróleo es algo parecido a lo que ya sucedió unos años antes con el Gas Natural. En el siguiente gráfico podéis ver la evolución del número de “pozos” de Gas Natural en EEUU. El sector llegó a su pico en 2008 cuando contaba con 1.586 explotaciones de Gas Natural.
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En el siguiente gráfico podéis ver la evolución del precio del Gas Natural en EEUU. Tras el pico en los precios de 2008, el precio del Gas Natural lleva ya 7 años sin levantar cabeza. Lo que ha provocado que en EEUU el número de explotaciones de Gas Natural pase de 1.586 a poco más de 300. Se ha borrado capacidad del mapa, pero como el Gas Natural no está controlado por ningún cartel el precio sigue sin levantar cabeza.
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Y los saudís siguen presionando. Ayer mismo el billonario príncipe saudí Alwaleed Bin Talal Al Saud volvía a repetir que le mundo nunca volverá a ver el precio del barril de petróleo a $100 y que el barril a $100 fue simplemente una aberración.

sábado, 24 de enero de 2015

¿Quién está detrás del desplome del precio del 

petróleo? Una historia que nació en 1973

http://www.eleconomista.es/


El precio del petróleo ha caído alrededor de un 60% desde junio del año pasado, un desplome producido por la sobre-oferta de crudo en el mundo. Y es que EEUU se ha convertido en uno de los mayores productores gracias al shale oil y a los recursos no convencionales. ¿Cómo ha llegado EEUU a ser uno de los mayores productores del mundo? La Casa Blanca está detrás de la revolución del 'fracking'. Arabia Saudí: "El petróleo se movía por miedo, esa burbuja ha estallado".

El periodista del New York Times, Eduardo Porter, explica en su columna del diario estadounidense que EEUU está produciendo a día de hoy más de 9 millones de barriles al día, la cifra más elevada de los últimos 30 años. Los frutos de hoy se deben a las semillas plantadas en 1973, año del embargo de petróleo orquestado por la OPEP que propició la reacción del Gobierno de EEUU, tras la escasez de crudo y la gran crisis vivida por las economías de Occidente.

El Gobierno de Nixon y el Congreso sentaron las bases de una política industrial encaminada a lograr la independencia energética de EEUU. La Casa Blanca comenzó a subvencionar la inversión en tecnología que a día de hoy ya sirve para extraer del esquisto shail oil y shale gas.

El embargo de petróleo en 1973 no sólo puso en marcha una estrategia publico-privada en lo que se refiere al gas y al petróleo, también comenzaron a desarrollarse con mayor fuerza la energía nuclear y la procedente del carbón. También fue un primer impulso para buscar energías alternativas.

Porter cree que apenas se ha hablado del papel que jugó el Gobierno de EEUU en el desarrollo de las nuevas energías y la tecnología: "La clave de la revolución del 'fracking' que vive hoy EEUU está en las inversiones públicas en tecnología e innovación durante años, y ahora se están recogiendo los frutos", explica Michael Shellenberger, el presidente del Breakthrough Institute.
Este instituto ha hecho grandes esfuerzos en la investigación de nuevas tecnologías con la ayuda grandes subsidios del Gobierno durante las últimas tres décadas.

Tras el embargo petrolero de 1973, el Congreso aprobó pocos meses después la ley de 'Reorganización de la Energía', a partir de la cual se creo la Administración de Investigación y Desarrollo Energético, que más tarde se convertiría en el Departamento de Energía del Gobierno.

A partir de 1974 comenzó un periodo de grandes inversiones en investigación y desarrollo con la mente ya puesta en la extracción de gas de las formaciones de esquisto. Poco tiempo después, con fondos públicos se subvenciona la primera fracturación hidráulica. El Departamento de Energía llegó a escoger una zona de pruebas donde se hacían cientos de ensayos de 'fracking' para mejorar el proceso.

George Mitchell, uno de los pioneros en el mundo del 'fracking', explica que recibieron grandes ayudas públicas para desarrollar la fracturación hidráulica y simular microseismos para favorecer la extracción de los hidrocarburos.

Aunque la ayuda pública fue mucha, lo cierto que es sin las empresas privadas y los emprendedores que apostaron por estas nuevas tecnologías nada hubiera sido posible. Ahora, la dependencia de petróleo y gas internacional es muy limitada en EEUU: ni la OPEP ni nadie puede chantajear a la mayor potencia económica del mundo con la energía. EEUU es libre.




El BCE y los dilemas de Grecia y 

Alemania

Grecia puede salir del euro, devaluar su moneda e intentar ganar competitividad
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La Unión Europea (UE) se pensó como un ingenio para el consenso y la convergencia y se ha convertido en una fuente de disputas y divergencias. De mecanismo virtuoso derivó en instrumento diabólico. Con todo, Europa queda como la última utopía, o al menos como un dispositivo que ayuda a ser virtuoso. De modo que interesa mucho preservar el proyecto europeo y abreviar la confrontación.

Aludido el contexto histórico-político de la integración de Europa, vayamos al grano que hoy escuece a los europeos: los dilemas sobre la compra de deuda pública por el Banco Central Europeo (BCE) y la permanencia del euro como la moneda de Grecia.

En un sistema democrático, donde el Gobierno que decide está sujeto al parlamento, y donde sobre uno y otro influyen los medios de comunicación de masas, el debate público es muy relevante. En particular, hoy en Europa importa mucho la posición que sobre los dos aspectos mencionados adopte finalmente Alemania. Este país es el mayor de la eurozona, aquel al que la inestabilidad financiera generaría el mayor coste, aquel donde el debate está más perfilado y por tanto aquel cuya posición sobre estos dos aspectos será clave.

Para entender mejor los dilemas que hay detrás del debate, veamos el contexto económico. Con la unión monetaria los países cuya moneda es el euro carecen de aquel mecanismo de adecuación de sus costes internos a los externos que era el tipo de cambio de su divisa. En la primera fase de la unión monetaria europea, en las naciones menos desarrolladas de la eurozona se produjo una gran burbuja de crédito, de actividad y de costes, básicamente laborales y de vivienda.

La burbuja pinchó y la actividad se desplomó


Con la crisis, la burbuja pinchó y la actividad se desplomó. Del estallido de la burbuja financiera, de la aguda recesión y del no ajuste de los costes y de la competitividad, en varios países de la europeriferia se dedujo un hundimiento de su actividad y recaudación fiscal así como un auge del déficit comercial exterior y del déficit y endeudamiento público y privado. En España, la producción industrial cayó un 14%. Pero no cayeron los salarios.

A bote pronto, alguien dirá ¡afortunadamente! Bien, pues aquello que no se equilibra en precios (en este caso, sueldos) termina equilibrándose en cantidades (paro): ahí está una tasa de paro del 24% y toda una generación severamente perjudicada y endeudada. No pudiendo devaluar la moneda (devaluación externa), el país con déficit de competitividad está obligado a reducir los salarios nominales y los demás costes (devaluación interna).

En sistemas políticos competitivos, como los democráticos, esta reducción de las rentas nominales es difícil. El partido político en el Gobierno debe estar dispuesto a pagar un precio electoral importante por unas reformas estructurales que introducirán competencia y reducirán costes, pero que normalmente son impopulares en el corto plazo, aunque sean benéficas a medio y largo plazo.

Grecia, Irlanda, Portugal, España y Chipre, y en diferente medida Italia y Francia, se encuentran en este corsé político-económico: en el euro, con burbuja de costes, caída de la actividad, déficit de competitividad, auge de los desequilibrios en los mercados de trabajo y exterior y en el sector público, y con una capacidad reformadora limitada. Más allá de los Tratados de la UE -que excluyen totalmente el rescate de los Estados miembros-, los países del eurosistema han desarrollado mecanismos financieros interestatales de rescate. Los cinco primeros países mencionados han recibido crédito por 915.000 millones de euros (a 7 de enero 2015, de los cuales 417 mil son fondos de estabilidad y el resto es la posición deudora neta de estos países en el BCE).
Con el rescate de aquellas naciones se trató de evitar un mal mayor, y de ganar tiempo para introducir gradualmente las reformas que reequilibrasen sus economías y las hicieran competitivas. Normalizados el empleo, el crecimiento y la recaudación, los Estados rescatados devolverían los euros recibidos. De ellos, en caso de impago, 324.000 millones corresponden a Alemania.

A la espera del BCE y de las elecciones en Grecia


Ya están planteados todos los elementos de la ecuación. En los próximos días habrá dos decisiones cruciales que han reavivado el debate de política económica y los dilemas europeos: (1) a la vista de la pervivencia del estancamiento, de la deflación, de los déficit públicos importantes y del riesgo derivado para el sistema bancario, el BCE decidirá acaso este jueves 22 si compra deuda pública hasta por 500.000 millones de euros; y (2) Grecia tiene este domingo 25 unas elecciones donde el partido que se presume ganador propone el repudio de su deuda.

En este punto algunas de las posiciones predominantes en Alemania se nos aparecen claras de concepto y un punto inusuales y políticamente incorrectas: el BCE no debe comprar deuda pública; y Grecia puede decidir salir del euro.

Vale decir sobre el primer dilema que el BCE tiene completamente prohibido -como lo tienen todos los bancos centrales de los países capitalistas avanzados, como la Reserva Federal de EEUU- comprar deuda de los Estados. De ahí que el BCE se plantee hacerlo en el mercado secundario, como si fuera una operación de política monetaria, y en proporción al capital de los Estados del eurosistema en el BCE. Esto supondría comprar hasta 14.400 millones de deuda de Grecia pero también comprar ¡128.000 de Alemania!, otros tantos de Francia y de Italia, y 63.000 de España.

Sobre el segundo dilema, la salida del euro, cabe indicar que así podría Grecia devaluar su nueva divisa y con ello reducir sus costes, reencontrar la competitividad y reestructurar su deuda. En las manos del BCE y de Grecia está, pues, el futuro inmediato de Europa.

Ferran Brunet, profesor de Economía Europea de la Universitat Autónoma de Barcelona.


Así son las tormentas que amenazan con oxidar 

el motor de la economía china


  • La burbuja inmobiliaria de China podría haber estallado ya
  • La inflación se encuentra en mínimos de los últimos cinco años


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    Parece que cuando el prestigioso economista Nouriel Roubini advirtió hace unos meses de que el cuarto motor de la economía mundial (China) se estaba desacelerando y podría gripar no iba desencaminado. Por ahora, el único motor que parece gozar de buena salud es la 'anglosfera' (EEUU y Reino Unido). El segundo motor (la Eurozona) se encuentra parado, lo mismo que le ocurre a Japón, tercer motor de la economía mundial según Roubini.

    China sigue creciendo a un ritmo muy superior que el resto de las grandes economías, pero en 2014 lo ha hecho al menor ritmo de los últimos 24 años.  El producto interior bruto (PIB) de China registró un crecimiento del 7,4% en 2014, el incremento más bajo desde 1990, según los datos oficiales publicados hoy por el Gobierno de Pekín.

    Y es que China se enfrenta a grandes retos que pueden terminar con el frenético crecimiento del gigante asiático. Un aviso a navegantes fue la gran corrección que se produjo ayer en el principal índice de la bolsa china, el índice Shangai Composite se desplomó un 7,7%, hasta los 3.116,35 puntos, registrando su mayor caída desde 2008. Los economistas suelen decir que las bolsas son las primeras en reaccionar ante los futuros escenarios.

    El final de una burbuja anunciada


    La burbuja inmobiliaria de China podría haber estallado ya. Tras años de grandes incrementos en el precio de la vivienda de nueva construcción en la primera economía de Asia, ya son tres los meses consecutivos en los que el precio ha caído. Además, el descenso se acentúa cada mes. En octubre el precio cayó un -1,3%, en octubre -2,6,  en noviembre la caída ha sido del -3,7% y en diciembre del -4,3%.

    Tal y como publicó The New York Times hace unas semanas, el mayor problema al que se enfrenta y se va a enfrentar China en el medio plazo es la debilidad mostrada por el precio de la vivienda.

    Los precios de los activos comienzan a descender cuando la demanda no consigue cubrir toda la oferta. Parece que en China está ocurriendo algo así con la vivienda. Son muchos los años que lleva creciendo el precio de los inmuebles, según Business Insider, tan sólo entre 2007 y 2010 el precio de la vivienda creció un 140% en el conjunto del país, un ritmo que ha proseguido durante los años posteriores hasta hace escasos meses.

    ¿Deflación en China?


    Por otro lado, la inflación anual al consumidor de China se mantuvo en un 1,5% en diciembre, cerca de un mínimo de cinco años, lo que indica una persistente debilidad en la economía asiática, aunque da a Pekín un margen mayor para flexibilizar su política y apoyar al crecimiento.

    La segunda mayor economía mundial aún afronta enormes obstáculos este año, no sólo debido a que persiste una desaceleración del mercado inmobiliario, sino que también porque los gobiernos locales y compañías tienen problemas para pagar sus deudas. "La deflación este año es definitivamente un riesgo", aseguró Minggao Shen, economista de Citi en Hong Kong.

    El descenso de los precios está siendo muy drástico, en los últimos 20 años ha sido algo habitual ver la inflación interanual de China por encima del 5%, ahora sin embargo se está acercando a los niveles que serían correctos para una economía desarrollada y con un crecimiento más moderado.

    Al igual que en el resto del mundo, los autoridades Chinas creen que el descenso del petróleo es un nuevo reto para lidiar con la deflación. Por otro lado, la sobrecapacidad industrial de China y el debilitamiento de la demanda exterior podría impulsar hacia abajo los precios de los bienes y servicios producidos en China, lo que a la postres puede convertirse también en un serio problema para el mercado laboral.

    Desde Reuters se advierte de que este escenario al que se enfrenta China podría dejar al gigante asiático en un estado parecido al de Japón. El endeudamiento de las autoridades locales es elevado, sus ingresos dependen des las ventas de su territorio para la construcción, un sector que se apaga día a día dejando en mal lugar a los entes locales.

    Si la economía China termina estancándose, los retos a los que se va a enfrentar la economía mundial son grandes y puede que desconocidos.