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sábado, 24 de enero de 2015

Las “rentas del capital” no crecen en España

Publicado el 08 enero 2015 por Juan Ramón Rallo
En los últimos años se ha generalizado la idea de que el peso de las rentas del capital dentro del PIB español se ha disparado: a los trabajadores cada vez les va peor y a los capitalistas cada vez les va mejor. Si a ello le añadimos que, según Eurostat, la tributación sobre las rentas salariales es más agresiva que sobre las rentas del capital, ya tenemos el cóctel perfecto para un torrente de reivindicaciones anticapitalistas: el Estado es un instrumento de clase orientado a perpetuar la explotación de los trabajadores en privativo lucro de los rentistas.
Ciertamente, parece que sí existe una cierta base para tales quejas. Si atendemos a los datos que nos proporciona Contabilidad Nacional, el peso de las rentas del capital no ha dejado de subir desde 2008 en paralelo al descenso de las rentas del trabajo. Es más, la relación entre rentas del trabajo y del capital está en su punto más favorable para el capital que en cualquiera de los últimos 15 años.
Composición del PIB español por el lado de la renta
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Fuente: INE
Sin embargo, como sucede habitualmente, semejante apreciación contiene varias trampas que conviene desenmarañar.
¿Qué son las rentas del capital?
Cuando hablamos de rentas del capital inmediatamente tendemos a pensar en los beneficios del Ibex 35. Sin embargo, semejante intuición está profundamente sesgada. La categoría de rentas del capital dentro del PIB incluye varios elementos:
  • Beneficios empresariales: En realidad, deberíamos llamarlo excedente operativo netode las empresas, una categoría próxima aunque no idéntica a los beneficios contables, pero que a efectos de este artículo no es demasiado relevante (de modo que, por simplicidad, seguiremos hablando de beneficio empresarial). Esta categoría incluye los beneficios tanto de grandes empresas como de pymes.
  • Rentas mixtas de los autónomos: Se trata del excedente operativo neto de los autónomos, esto es, de los beneficios de aquellas familias que trabajan por cuenta propia y no por cuenta ajena. Se las llama rentas mixtas porque en la remuneración de los profesionales autónomos podemos encontrar tanto un componente de remuneración salarial como de remuneración del capital (el equipo productivo propiedad de los autónomos). Sin embargo, como Contabilidad Nacional no se atreve a estimar ambos componentes, los suma ambos a las rentas del capital.
  • Rentas inmobiliarias imputadas: A las viviendas ocupadas por sus propietarios Contabilidad Nacionales les imputa una renta del capital como si estuviesen alquiladas (autoalquiler). El motivo para hacer esto es fácil de comprender: imaginemos un país donde todo el mundo posee un inmueble pero vive alquilado (es decir, reside en el inmueble de otra persona) y otro donde todo el mundo es propietario de la vivienda en la que reside. Si sólo incluyéramos en el PIB los alquileres reales, el PIB del primer país sería mucho más alto que el del segundo, lo cual no tiene demasiado sentido. Para eliminar este efecto estadístico distorsionador, se usa la ficción contable de que los propietarios de viviendas se las autoalquilan y ese autoalquiler constituye una renta del capital.
  • Consumo de capital: Por último, cuando hablamos de rentas del capital nos referimos normalmente a rentas brutas del capital, esto es, rentas a las que no les hemos deducido aquellas parte del equipo de capital de empresas, autónomos y familias que se estropea durante el año y que es necesario reponer a partir de esas rentas de capital.
Aunque en España no se nos ofrecen cifras claramente desagregadas de cada una de estas partidas, podemos analizar qué sucede con la economía estadounidense. En 2013, el PIB a coste de factores (excluidos los impuestos) de la economía EEUU era 15,8 billones de dólares: de ese PIB, 8,8 billones (el 55,6% del PIB) se correspondía con masa salarial y el 44,4% con rentas del capital. Pero de ese 44,4% del PIB correspondiente a rentas del capital, el 10,7% del PIB era atribuible a corporaciones, el 8,2% del PIB iba a parar a autónomos y empresas con forma no corporativa, el 3,7% eran rentas inmobiliarias imputadas y el 16,4% consumo de capital (faltan 5,4 puntos del PIB que son pagos de intereses a individuos y empresas no clasificados en partidas anteriores).
Por tanto, ya de entrada vemos que es profundamente erróneo equiparar rentas del capital con los beneficios desorbitados de las grandes empresas: en EEUU, un país con una presencia tan notable de corporaciones, menos del 11% del PIB está constituido por beneficios de grandes empresas (que luego se distribuyen entre millones de accionistas, tampoco nos olvidemos de esto). El resto son ingresos de autónomos, rentas imputadas a viviendas y consumo de capital. Intentemos aplicar algunas de estas correcciones al caso español, si bien la disponibilidad de información no es tan precisa como en EEUU.
El sesgo español: sobreinversión en capital empresarial y en vivienda
Si algo caracteriza la evolución de la economía española entre 1999 y 2007 es el exceso de inversión dentro del PIB. España fue el país de la Eurozona donde la inversión supuso un mayor porcentaje de su PIB. Gracias al crédito barato del Banco Central Europeo, (mal)invertíamos en todo, pero sobre todo en inmuebles y en capital empresarial. Como podemos ver, en 2007 la formación bruta de capital más que duplicaba el nivel alcanzado en 1999, desplomándose una vez arrancada la crisis.
Fuente: INE
La consecuencia de esta sobre(mal)inversión en ladrillo y empresas es que tenemos muchas más viviendas y estructuras empresariales inservibles que en 1999. Es decir, tenemos mucha mayor cantidad de dos tipos de activos que generan dos tipos de rentas del capital: rentas inmobiliarias imputadas y consumo de capital. Es fácil observar que ambas suben con fuerza desde comienzos de siglo, incluso una vez arrancada la crisis. De hecho es significativo observar que, en 2013, la nueva inversión de capital apenas llegó a 200.000 millones de euros, mientras que el consumo de capital totalizó los 180.000 millones de euros: es decir, en 2013 la inversión neta (aquella que era superior a la reposición del capital que se consumía) tan solo representaba 20.000 millones de euros (el 2% del PIB).
Fuente: INE
Evidentemente, si queremos aspirar a conocer cuánto pesan en el PIB español lo que coloquialmente entendemos por rentas del capital (beneficios netos de empresas y acaso de autónomos), hemos de eliminar estos dos componentes del PIB y de las rentas del capital. Para hacerlo, previamente tenemos que corregir un sesgo de las series disponibles: la serie de rentas inmobiliarias imputadas es la serie de una renta bruta, esto es, contiene el consumo del capital asociado a los inmuebles. Para no contabilizar dos veces el consumo de capital, restaremos de la serie de rentas inmobiliarias imputadas el porcentaje que el consumo del capital representa sobre la totalidad de rentas del capital.
Así, restando a las rentas del capital agregadas las rentas inmobiliarias imputadas netas y el consumo de capital (a objeto de obtener unas rentas del capital que únicamente contengan beneficios empresariales netos de empresas y autónomos), la composición del PIB español por el lado de las rentas pasa a ser el siguiente:
Fuente: Cálculos propios a partir del INE
A la luz de este gráfico, podemos efectuar tres comentarios. Primero, se comprueba que las rentas del trabajo siguen siendo muy superiores a las rentas del capital: de hecho, si no incluyéramos la totalidad de la remuneración de los autónomos entre las rentas del capital, la diferencia sería todavía más amplia. Segundo, es verdad que el peso de las rentas del capital en el PIB viene creciendo desde 2010, pero lo hace porque 2010 fue el peor año de todos para las rentas del capital: de hecho, en 2013 el peso de las rentas del capital en el PIB no sólo era inferior al de 1999, sino también al de 2007 (previo al inicio de la crisis). Y tercero, cuando se nos dice que el peso de las rentas del capital en el PIB está en máximos históricos, en realidad lo único cierto que se está aseverando es que hubo una enorme sobreinversión empresarial e inmobiliaria durante la era de la burbuja y que ahora mismo las únicas rentas del capital que crecen son el “consumo de capital” y las “rentas inmobiliarias imputadas”: de hecho, los beneficios empresariales y de autónomos ascendieron en 2013 a 230.000 millones de euros frente a los 247.000 millones de 2007; es decir, en términos nominales, empresas y autónomos ganaron en 2013 un 7% menos y en términos reales un 18% menos (y eso pese a la inversión neta que se ha producido desde 2007: es decir, invertimos más para ganar menos).
En suma, el discurso habitual de que las rentas del trabajo se están hundiendo en España en favor de los beneficios de las grandes empresas es absolutamente falaz. Las rentas de capital crecen, sí, para porque lo hace el consumo del capital y las rentas inmobiliarias imputadas de inversiones pasadas. Los beneficios de empresas y autónomos se han hundido en mayor medida que los salarios.

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