La disminución de la utilidad marginal: es una Ley
¿Por qué los diamantes, que son poco más que adornos decorativos, son mucho más valiosos que el agua, sin la que moriríamos? La respuesta es que el valor se determina en el margen, lo que significa que no valoramos los “diamantes” como una categoría comparable con el “agua” como una categoría, sino un diamante más comparado con una unidad más de agua.
El agua es superabundante mientras que los diamantes no lo son; es una razón por la que un diamante es tan caro, mientras que el agua no lo es. Esto también ejemplifica un punto importante acerca de la toma de decisiones. En lugar de “establecer prioridades” y ver las cosas en términos de decisiones de todo o nada, deberíamos fijarnos en los equilibrios.
Uno de los principios más importantes de la economía es que las decisiones se toman en el margen y uno de los problemas clave en la economía clásica se refería a la fuente del valor. La ley de la disminución de la utilidad marginal es un principio fundamental de economía y es en toda su extensión una ley tan científica como la ley de la gravedad (tal vez más aún, pues puede deducirse de un axioma – el hombre actúa – que es evidente por sí mismo). La utilidad marginal no disminuye sólo porque el hombre suponga esto. La ley de la utilidad marginal es una implicación del axioma de la acción, no simplemente una suposición ad hoc.
La “utilidad” que alguien deriva de consumir un bien o asumir una tarea se entiende mejor como una serie de deseos que pueden satisfacerse empleando medios, no como resultado de una función de clasificación del grupo de deseos adicionales que pueden ser satisfechos empleando la unidad marginal. A partir del axioma fundamental de la praxeología (que “la acción humana es el uso de medios para llegar a fines escogidos”#) podemos ver que la utilidad marginal de emplear la unidad n se prefiere a la utilidad marginal de emplear la unidad n+1; en el lenguaje de la economía ortodoxa, la utilidad marginal debe ser decreciente.
En su clásico artículo “Toward a Reconstruction of Utility and Welfare Economics” y su tratado Man, Economy, and State, Murray Rothbard nos pide que consideremos a los huevos como ejemplo. (Lo modifico aquí ligeramente). Consideremos a Joe, que tiene esposa, una hija, un perro y la siguiente escala de valor:
- Alimentar a su familia con pastel.
- Alimentar a su hija con huevos revueltos.
- Alimentar a su mujer con huevos revueltos.
- Alimentarse con huevos revueltos.
- Alimentar a su perro con huevos revueltos.
Supongamos que necesite cuatro huevos para hornear un pastel. Con su primer huevo, alimentaría a su hija porque prefiere esto a cualquier otro deseo que pueda satisfacer con un huevo. Con su segundo huevo, alimentaría a su mujer, y con el tercero se alimentaría él.
Ahora, supongamos que Joe compra un cuarto huevo. Esto nos lleva a un posible error: podríamos pensar en la situación y exclamar: “¡Ajá! ¡Con el cuarto huevo, Joe puede alimentar a su familia con pastel, lo que claramente prefiere a alimentarla con huevos revueltos! ¡Luego está claro que la utilidad marginal del cuarto huevo es mayor que la utilidad marginal del tercero, por lo que la utilidad marginal está aumentando!”
Esta línea de razonamiento olvida un punto crucial: el cuarto huevo sólo puede usarse para hornear un pastel en presencia de los tres primeros huevos. Como la “utilidad marginal” es un concepto que sólo puede aplicarse a unidades homogéneas de un suministro concreto, “un huevo” ya no es la unidad relevante de análisis. La homogeneidad de las unidades viene determinada por la serie de deseos que pueden satisfacerse con una unidad de un bien: en este caso, la unidad relevante de análisis se convierte en “1 unidad = cuatro huevos”. Así que la escala de valor de Joe puede ser ahora:
- Alimentar a su familia con pastel.
- Alimentar a su familia con huevos revueltos.
Está claro que elegirá alimentar a sus familia con pastel y, si resulta tener otros cuatro huevos, también con huevos revueltos.
El lector astuto advertirá que las escales de valores listadas más arriba se hicieron de acuerdo con los deseos satisfechos por la unidad marginal de un bien concreto, no por el bien en sí mismo al estilo de Rothbard en “Toward A Reconstruction”. Nuestro héroe Joe no prefiere el primer huevo al segundo por sí mismo: prefiere alimentar a su hija a alimentar a su mujer. Si sólo hay un huevo disponible, debe elegir entre fines en competencia y el fin que más le satisface es alimentara a su hija.
Debería ser evidente que la ley de la utilidad marginal debería considerarse bajo su estado epistemológico: es una ley. Como explica Rothbard (y Carl Menger y otros demostraron antes), este teorema, que puede deducirse de la acción humana es más que sencillamente demostrable empíricamente: es irrefutablemente cierto.
Publicado el 3 de noviembre de 2008. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
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