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El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, intenta restablecer las políticas económicas del “derrame” de los beneficios del crecimiento sobre la sociedad con la articulación de políticas sociales focalizadas y eficaces, tal como quisieron hacerlo Ronald Reagan en Estados Unidos y Margaret Thatcher en el Reino Unido. Lo que ha quedado demostrado de esa teoría en el mundo es que el derrame no se da de “arriba hacia abajo” sino al contrario, de “abajo hacia arriba”, y que no existe un vínculo automático entre crecimiento económico y reducción de la pobreza..
La política comercial. Con Donald Trump resurge el proteccionismo y se hunde el libre comercio. Desde el primer día de su presidencia, Donald Trump dará la orden de iniciar la negociación del NAFTA; en el día 100 cancelará el Acuerdo Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) para eliminar las prácticas comerciales injustas y negociará nuevos acuerdos bilaterales para sustituir los principios establecidos por el NAFTA; en el día 200, Trump considerará si Estados Unidos se retira del NAFTA y procederá a la negociación de acuerdos bilaterales. La intención de abandonar el NAFTA será notificada con seis meses de anticipación. También ha prometido que aplicará aranceles elevados a las importaciones procedentes de China.
La política fiscal. Prometió simplificar de siete a tres tramos el impuesto de la renta del trabajo y establecer tasas de 12%, 25% y 33%, siendo hoy la más alta igual a 39.6%, reducirá el impuesto sobre la renta de las sociedades a 15% y eliminará el impuesto a las herencias. Para compensar la reducción de impuestos, establecerá límites a las deducciones fiscales injustas, reducirá hasta 10% la tasa tributaria sobre la repatriación de las utilidades de las multinacionales y se apoyará un repunte esperado de 4% del producto interno bruto estadounidense, pero también prometió destinar más de medio billón de dólares (500 mil millones de dólares) en 5 años para modernizar las redes de transporte, telecomunicaciones y energía, y aumentar el gasto militar. En este escenario, es fácil concluir que el déficit fiscal se incrementará y, para financiarlo, la deuda pública se disparará.
La política monetaria. Trump dejó clara su idea de una política monetaria basada en el dólar débil y en tasas de interés bajas. El equipo del presidente electo señaló que la Fed agotó todos los recursos que tienen para apoyar la economía y, por eso, es necesario apoyar la política monetaria con estímulos fiscales, es decir, con reducción de tasas tributarias y expansión del gasto público. Además, es bastante probable que tratará de ejercer control sobre la gestión dela Fed, lo cual es también muy difícil, y pretenderá derogar gran parte de las de las reformas financieras introducidas por la Ley Dad-Frank de 2010.
Políticas de producción. Entre las actividades económicas perdedoras, se destacan principalmente las de generación de energía con recursos renovables, la automovilística y la de telecomunicaciones. Donald Trump prometió dejar sin efecto el Plan de Energía Limpia, un componente importante de la estrategia de Barack Obama para enfrentar el cambio climático y, por lo tanto, se autorizará sin trabas la producción de petróleo, carbón limpio, gas natural y otras fuentes para obtener la independencia energética; las empresas de automotores que radican en otros países resentirán la penalización tributaria; y la afectación del proceso de consolidación en curso del sector de telecomunicaciones podría ser afectado.
Entre las actividades económicas ganadoras, se destacan el reequilibrio en las carteras de inversión a favor de valores industriales; el sector de la salud, al prometer un cambio profundo del régimen de seguro médico asequible; las empresas biotecnológicas, porque se esfuma el riesgo de que sean sometidas a un mayor control de precios; las firmas del negocio de defensa, por el mayor gasto militar; y los valores financieros también se benefician, porque el presidente electo modificará la Ley Dad-Frank, la legislación sobre la que se apoyó la reforma tras el derrumbe de Lehman Brothers, no obstante Donald Tump fue un candidato fue muy duro con la conducta de Wall Street, a la que acusó de haberse embolsado el patrimonio que perdieron los trabajadores por la crisis.
Conclusiones
No hay que obviar que en el ámbito internacional el riego político se elevará con el surgimiento de opciones populistas y anti globalización en los países de economías avanzadas.
Si el presidente electo Donald Trump lograra reducir las tasas tributarias, realizar un mayor gasto en infraestructura económica y efectuar las reformas regulatorias, el efecto sobre el crecimiento económico de Estados Unidos será positivo, pero sus restricciones migratorias, al comercio y a la inversión estadounidense en el resto del mundo afectaría negativamente el crecimiento económico mundial en el mediano plazo.
Las restricciones al comercio y a la inmigración provocarán un efecto contractivo sobre la oferta, mientras que el estímulo fiscal producirá una expansión de la demanda, lo cual generará más inflación y, por lo tanto, se elevarán las tasas de interés y se fortalecerá el dólar estadounidense frente a otras monedas duras. Estos efectos se contradicen con los proclamados por el presidente electo, que son los de mantener tasas de interés bajas y un dólar débil para promover el crecimiento económico, aumentar las exportaciones de bienes y servicios y reducir el déficit comercial externo de Estados Unidos. Creo que en este asunto está el Talón de Aquiles de la Trumpeconomía.
Los impactos probables sobre la economía centroamericana, y por ende sobre la economía de Nicaragua, serían un menor crecimiento económico por las restricciones comerciales y los términos financieros más duros de los préstamos externos; y la disminución de los ingresos de las familias por las restricciones de los flujos migratorios, que provocaría una reducción de la demanda interna y desaceleraría el crecimiento del producto interno bruto.
Ambos efectos obligarían a un mayor ajuste económico de los países centroamericanos. Entre esos ajustes, se observarían rápidamente tasas de interés más elevadas y una mayor depreciación del tipo de cambio en el mediano plazo en los países que tienen moneda propia. Sin embargo, el ajuste del tipo de cambio no se podría realizar en Nicaragua si se mantienen las reglas del juego cambiario, que están restringidas grandemente por la excesiva dolarización extraoficial de la economía y la proliferación de mecanismos de indexación de precios en córdobas con el tipo de cambio del dólar. El Banco Central de Nicaragua ha sido un rehén de su propia política cambiaria desde el 10 enero de 1993. Y lo sigue siendo.
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