¿Puede la economía de Trump impedir que la inflación de precio de activos que infecta ahora la economía global (con su origen en el experimento monetario radical bajo la administración o mamá) llegue a su fase avanzada letal?
Dos opciones: “Milagro económico” o “más de lo mismo”
Según muchas explicaciones populares en el mercado desde el día de las elecciones, la respuesta implícita es que sí. O un milagro económico (es decir, un período de crecimiento económico renovado, o una dosis de estímulo monetario al viejo estilo funcionarían, se nos dice.
Ninguna de estas prórrogas probablemente sea permanente. Pero, como decía a K su abogado en El proceso de Kafka, la absolución completa no es una opción: el mejor resultado esperable es un retraso indefinido, el segundo mejor es un retraso.
Un milagro económico produciría el mejor resultado, al menos hasta que la Fed insertara de nuevo una llave en la maquinaria de la economía (como hizo Alan Greenspan a finales de la década de 1990); una mayor flexibilidad monetaria inflacionista podría producir la segunda mejor opción (aunque esto haría que el estallido final fuera todavía peor).
A juzgar por la respuesta del mercado a la elección, parece que la idea de una prórroga (y un milagro económico) continúa siendo popular entre aquellos que esperan un “aterrizaje suave”. Menos parecen confiar en más inflación monetaria (al menos si juzgamos por la debilidad del oro y la fortaleza del dólar que se ven en el mercado ahora mismo).
Pero es aconsejable alguna prudencia y solo porque los mercados esperen un milagro económico no significa que vaya a producirse uno
La opción del “milagro”: ¿Podemos repetir el auge de Volcker?
Los cuentos de cambio en Washington generando milagro no son convincentes salvo que muestren esencialmente a Estados Unidos en camino hacia una moneda fuerte. Una analogía histórica parcial es el ataque a la alta inflación iniciado por el nombramiento por Carter de Volcker para la Fed en 1978 y que continuó bajo la primera administración de Reagan. Esto culminó con un estallido de prosperidad, esencialmente solo después de una primera recesión severa.
El camino actual hacia la moneda fuerte sería distinto en muchos aspectos ya que el punto de partida no es una inflación en bienes y servicios, sino una febril inflación de precios de los activos tanto en Estados Unidos como globalmente. (A finales de la década de 1970 la inflación de precios de los activos se evidenciaba en los préstamos a los “países subdesarrollados”). Además la nueva administración no está heredando hoy una Reserva Federal que ya esté invirtiendo sus políticas previamente desbocadas. Los principales impulsores del experimento monetario radical siguen ahora mismo en el poder.
Hay algunos actores del mercado que aparentemente siguen poniendo sus esperanzas en la idea de que el presidente electo Trump hará lo que estuvo diciendo contra la Fed durante la campaña con acciones inmediatas. Esto incluiría nuevos nombramientos clave para el Consejo de la Reserva Federal y llegar a un acuerdo con los demócratas en el Senado de tal manera que una propuesta de reforma monetaria a través de un filibusterismo potencial pueda abrirse paso hasta su mesa. Pero aquí hay muchas incertidumbres.
El apoyo para la reforma de la Fed no puede indudablemente darse por sentado con republicanos todavía a favor de la regla de Taylor. Además, quién sabe si Trump respondería a las adversidades económicas a lo largo del camino hacia una moneda fuerte repitiendo la conocida declaración de Richard Nixon de que “todos somos ahora keynesianos”.
De hecho, el grupo de quienes esperan un milagro incluye a muchos keynesianos que piensan que una expansión de la política fiscal (es decir, programas masivos de nuevas infraestructuras) pueden mezclarse con rebajas de impuestos para impulsar la economía. Por supuesto, los escépticos cuestionan esto y están apuntando a probables problemas del capitalismo de compinches y poca productividad, además del efecto expulsión de oportunidades que merezcan la pena. Las rebajas de impuestos no son sostenibles ni creíbles si no hay ningún programa para hacer disminuir de manera significativa el gran gobierno.
También existirían multitud de razones para que los ciudadanos temieran impuestos más altos, incluyendo el impuesto oculto de la inflación en el futuro como consecuencia de mayores déficits en el presente.
La opción de la inflación: ¿Podemos repetir la experiencia de Richard Nixon-Arthur Burns?
Por otro lado, hay quien piensa que una política más inflacionista de la Fed puede acabar de nuevo con el declive. Algunos actores del mercado predicen un aumento en la inflación monetaria, explicada por una Fed que se resistiría a la presión al alza en los tipos del mercado. Pero quienes ven una continuación de la inflación sostienen que esta apoyaría los precios de los activos reales y el crecimiento económico. El tipo natural superior, en la medida en que reflejara un mayor dinamismo económico (oportunidades de inversión, emprendimiento) sería entendible como una buena noticia en general. Pero probablemente tendríamos que reconocer que las buenas noticias se convertirían en malas a la vista de un creciente gasto en infraestructuras o un gasto público más general.
Puede ser útil recordar que el presidente de la Fed Arthur Burns instituyó su propio experimento monetario inflacionista de 1970 a 1973, aunque la economía parecía haber llegado a su máximo al final de la década de 1960. Como consecuencia, La administración Nixon en la práctica retrasó el día del juicio final de la inflación de precios de los activos de Kennedy/Johnson de 1962-67 creando un auge inflacionista propio de corta duración. Puede ser un paralelismo con el equipo de Trump (incluyendo la Reserva Federal) a considerar. La inflación de precios de los activos de 1962-67 se produjo sin embargo durante un milagro económico global (incluyendo la Europa continental y Japón) que continuaría en los años siguientes. La inflación de precios de los activos de los últimos años se ha producido sin que se viera ningún milagro económico. Y un elemento clave en de esta inflación actual de precio de los activos han sido los gigantescos “carry trades” de deuda pública de larga duración en bonos corporativos (tanto en grado de inversión como en alto rendimiento).
Cualquier historia acerca de la economía de Trump debería incluir una explicación de cómo y cuándo se desarrolla dicho “carry trade”. El declive muy probablemente produzca la etapa final de la inflación de precios de activos de Obama, incluyendo muy probablemente el muy comentado crash final de China. Lo mejor que podemos esperar es que después de toda la fiesta de milagros de fantasía, se anuncie un milagro real basado muy probablemente en un florecimiento simultáneo de tecnología y emprendimiento (análogo al auge de las tecnologías de la información de mediados de la década de 1990 o el auge de las líneas masivas de producción y electrificación de mediados de la década de 1920) y sin antes el largo esfuerzo de una reforma monetaria dolorosa y una recesión relacionada con esta.
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