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martes, 20 de diciembre de 2016

La ciencia económica ha sido secuestrada



 


En Principios de economía política, Carl Menger corregía los errores teóricos de la vieja escuela clásica. En ese momento, el fundador de la Escuela Austriaca de economía parecía querer hacer accesible esta para todos, lo que puede explicar por qué ejemplifica la naturaleza del valor económico en su libro, asegurándose de que los lectores entendieran que la economía gira en torno a las acciones de las personas.
Descrito por muchos como “la mejor introducción a la lógica económica nunca escrita”, los Principios de Menger inspiraron a jóvenes economistas como Ludwig von Mises a explorar la naturaleza populista de la economía en un intento de defender que esta era para todos y que su conocimiento práctico puede ayudar a prosperar incluso a los que tienen menos formación.
A pesar de los honorables esfuerzos y el crecimiento exponencial de influencia que ha experimentado la Escuela Austriaca de economía a lo largo de los años, las realidad es que la economía es algo difícil para la mayoría de las personas en todo el planeta.
Es sabido que Murray Rothbard, el veterano economista e investigador austriaco, escribió en 1970 que no es “un delito ser ignorante en economía” después de todo, añadía, la mayoría de la gente ve a la economía como una “ciencia lúgubre”. Sin embargo, concluía, “es totalmente irresponsable tener una opinión alta y vociferante sobre temas económicos mientras se permanezca en este estado de ignorancia”.
Aunque la economía mantiene en su estatus de tema “más discutido”, sigue estando infravalorada. En muchos casos, la economía incluso es ridiculizada y tratada como una ciencia social menor. Sin embargo, es el único tema con que tratan las personas de manera habitual. Y es el único campo en el que las personas confían incluso sin darse cuenta.
Como muchas otras ciencias sociales, la economía trata las personas y sus acciones, dos factores muy impredecibles, no importa lo atractiva que pueda sonar la idea de la planificación centralizada. Pero con el crecimiento de lo que muchos pueden llamar intelectualismo elitista, la negación de la importancia de mantener las ciencias sociales libres de los abusos de la razón se ha convertido en norma.
En La contrarrevolución de la ciencia, publicada por primera vez en 1952, el economista y premio Nobel, F. A. Hayek, diseccionaba tanto el positivismo como el historicismo, elaborando cuidadosamente un tratado sobre los científicos sociales y su obsesión por la aplicación de “medios de las ciencias físicas” a casi todas las disciplinas bajo el sol, especialmente la economía. Con este libro, no solo analizaba el método científico social moderno y la falta de visión de los científicos, sino que también explicaba por qué es inapropiada la aproximación popular a la economía.
Como las personas son ignoradas por los economistas modernos y los demás científicos sociales, el colectivismo se ha convertido en la base para la interpretación de la economía como campo de estudio. Las decisiones se toman sin ninguna consideración por el contexto y los políticos acaban imitando a los científicos sociales ortodoxos, utilizando el campo de estudio como medio para planificar la sociedad de arriba abajo.
Inconscientes de esta disparidad, las personas crean sus propias opiniones acerca de la economía y las políticas económicas basando su conocimiento únicamente en lo que dicen los políticos y los bustos parlantes populares. A menudo, escribía en 2015 el profesor adjunto de empresa en la Universidad de Manchester, Matt McCaffrey, la gente está tan acostumbrada a ignorar los bajos patrones en lo que se refiere al pensamiento económico que “crea sus opiniones (…) sobre una base de conocimiento tan pequeña que parecería absurda en cualquier otra disciplina”. Como cabría esperar, solo voces condenados al ostracismo o “marginalizadas” como las de quienes están familiarizados con las enseñanzas de Menger hablan actualmente en contra de este absurdo. Y mientras que estos a menudo reciben poca o ninguna atención, la revolución cultural iniciada en por la aparición de políticos como el excongresista Ron Paul en la campaña presidencial de los EEUU han ayudado en a poner de actualidad a más pensadores del libre mercado.
Aunque “la forma de pensar de la economía requiere esfuerzo”, como señalaba recientemente Sheldon Richman, es así, no porque la economía sea difícil, sino porque la economía como ciencia social ha sido secuestrada por pensadores que, durante generaciones, continúan tratando a los hombres como autómatas.
Como dijo tan elocuentemente Bettina Bien Greaves en 1981, mientras que toda la ciencia “empieza con la clasificación, (…) las ciencias sociales tratan las acciones de los hombres. (…) los hombres piensan. Tienen diferentes valores, variados objetivos y muchos propósitos. Los hombres eligen entre alternativas. Actúan con un fin. Sus acciones no pueden clasificarse sin referencia a sus ideas, valores y objetivos subjetivos (personales). El resultado de sus acciones no puede cuantificarse, medirse o predecirse por adelantado”.
En otras palabras, “la economía es difícil” porque continuamos mirando a la masa en busca de ideas políticas pero, por desgracia, las masas no saben lo que es la economía

El artículo original se encuentra aquí.

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