Brutal subida de impuestos
Las medidas fiscales presentadas el viernes por el gobierno constituyen una dura vuelta de tuerca a empresas y particulares. Contra lo que pueda parecer a simple vista, la subida nos afecta a todos aunque formalmente sólo se aplique a determinados tipos de contribuyentes.
JUAN PINA
Lo ha vuelto a hacer. El partido de Montoro y Rajoy ha vuelto a subirnos los impuestos a todos. Sí, a todos. A algunos de forma directa (fumadores, consumidores de determinadas bebidas, empresas), pero a todos de manera indirecta ya que los impuestos siempre, inevitablemente, se repercuten. ¿Alguien piensa que arrancarle miles de millones de euros adicionales a las empresas no va a tener una fuerte incidencia en los precios de sus productos y servicios, que terminamos pagando los consumidores? ¿De verdad alguien cree que este nuevo mordisco a las empresas grandes no va a traducirse en menos compras de éstas a las pymes que las abastecen o prestan servicios, renegociando a la baja sus precios y poniendo en riesgo su continuidad? En el país con mayor paro de Europa, ¿de verdad hay ingenuos para quienes este hachazo fiscal no guarda relación con la capacidad de mantener o aumentar la plantilla de las empresas afectadas, para no hablar de la nómina de sus proveedoras más pequeñas y débiles?
En 1850 el economista francés Frédéric Bastiat publicó su famosa falacia de la ventana rota, con la que denunciaba precisamente el curso de acción que vimos reflejado el viernes en nuestro Consejo de Ministros, y la línea argumental que lo enmascara. Esa línea argumental consiste en desconectar los efectos directos de los indirectos. “Lo que se ve y lo que no se ve”, tituló Bastiat. Cuando los gobernantes nos quieren quitar de golpe ocho mil millones de euros más para tratar de reconducir el déficit desbocado que ellos mismos provocaron, intentan ocultárnoslo con milongas. “Pagarán las empresas, los fumadores, los obesos que se hinchan a cocacolas (pero es por su bien), nunca el buen ciudadano correcto, ascético y sano” podría ser el resumen de la sarta de embustes que nos largó Cristóbal Montoro, trufada de las burdas gracietas y la torpe chabacanería a la que tanto cuesta acostumbrarse. “Lo que se ve” es a quién ha decidido aplicar esta nueva extorsión oficial la mafia institucionalizada que llamamos Estado. “Lo que no se ve” es quiénes terminaremos pagándola en realidad, es decir, de una u otra manera, todos. Las ramificaciones de cualquier alza fiscal van mucho más allá de los efectos inmediatos, y los tahúres como Montoro se valen de la ignorancia que ellos mismos fomentan y de la natural pereza intelectual de los ciudadanos. Ojos que no ven, bolsillo que al principio no siente y que, cuando sienta, no vinculará los aprietos con la subida de impuestos, al no haberla pagado directamente. “Lo que no se ve” es mucho más grave que “lo que se ve”.
Lo anunciado el viernes sólo es el principio. Si con mayoría absoluta, un PP convertido a la socialdemocracia ya nos hizo más de cincuenta subidas de impuestos, qué no nos hará ahora que tiene la excusa de necesitar el apoyo de los socialdemócratas de toda la vida (PSOE) y de los nuevos socialdemócratas aspirantes a bisagra troncal del sistema (Ciudadanos). Y esa misma excusa le sirve al PP para entorpecer aún más el empleo aumentando las cotizaciones para tapar con un dedo la vía de agua de un Estado asistencialista quebrado. Como con los impuestos, también con las cotizaciones se ha comenzado “por arriba”, quitando topes a lo que se cotiza pero no al monto de la pensión resultante, en lo que constituye una evidente confiscación. Pero la evolución natural de la estrategia iniciada el viernes es seguir adoptando medidas que encarecerán la contratación, y que por lo tanto son letales para los parados, para los trabajadores y para las empresas. ¿A quién benefician? Solamente a la maquinaria estatal y a la casta de políticos y funcionarios que viven —mejor que el ciudadano medio— de gestionarla.
Desde la Unión de Contribuyentes hemos denunciado la subida de impuestos y cotizaciones, pero también el muy preocupante recrudecimiento del control y la vigilancia sobre los ciudadanos. El llamado Suministro Inmediato de Información, o SII, merece un rotundo NOO de los contribuyentes. Que la Hacienda pública conozca en tiempo real cada una de nuestras pequeñas compras es un paso más en la senda que nos lleva a la distopía de un Estado autoritario, obsesionado con ejercer un control social absoluto. Que se reduzca hasta límites irrisorios el derecho de los ciudadanos a preservar la privacidad de sus transacciones pagando en efectivo con los mismos billetes que emite el propio Estado, es una vulneración flagrante de nuestras libertades básicas. Que se utilice los impuestos como hilos de marioneta para llevarnos a consumir o a no consumir unos u otros productos, según convenga a nuestros gobernantes, repugna a todo ser humano consciente de la importancia de su libertad.
Ante las medidas adoptadas, una vez enfriada la indignación que provocan, cabe reflexionar sobre cómo plantarles cara. Las empresas y los particulares tendrán que hacer cuentas… o hacer las maletas. La asfixia fiscal española ya es en muchos casos insoportable. Al ciudadano medio, el Estado ya le arrebata la mitad de cada hora de trabajo. Y le pone dificilísimo encontrar empleo porque lo que tiene que pagar la empresa es brutal. Y le expulsa del mercado de trabajo como a un trasto viejo si no alcanza a producir por el valor que los sesudos políticos imponen como salario mínimo. Y encima le chulea diciendo que todo esto es por su bien y que mucho ojito con fumar, o con tomarse un cubata, no vaya a enfermar y le cueste dinero a su amo, el Estado. No se puede recomendar porque seguro que hacerlo es apología de algo, pero… me imagino que mucha gente harta ya estará pensando en la objeción fiscal y en la contraeconomía en “be” para defenderse de Cristóbal Montoro y de su ejército de sanguijuelas.
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