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sábado, 1 de octubre de 2016

F.A. Hayek: Una biografía





[Friedrich Hayek: A Biography • Alan Ebenstein • Palgrave, St. Martin’s Press, 2001 • 403 páginas]
En los más de veinticinco años desde que el economista austriaco Friedrich A. Hayek recibió el Premio Nobel de Economía en 1974, se le han dedicado docenas de libros y recopilaciones de ensayos, así como cientos de artículos populares y académicos y explicaciones y evaluaciones críticas de sus contribuciones a la economía y a la filosofía política y social.
Han aparecido asimismo ocho volúmenes de una serie prevista de diecinueve volúmenes de sus obras selectas por parte de la University of Chicago Press. Además, Chicago Press publicó en 1994 un libro titulado Hayek sobre Hayek, basado en una serie de entrevistas con Hayek a finales de la década de 1970 y sobre grandes extractos de una serie de notas autobiográficas inéditas que Hayek empezó a escribir en 1945. Y en 1998, el Instituto Adam Smith de Londres publicó el encantador y fascinante Hayek, un álbum conmemorativo, editado por John Raybould y que contiene una gran cantidad de retratos y documenta cronológicamente la vida y carrera de Hayek.
Pero no había habido hasta ahora un libro con una biografía de Hayek. Friedrich Hayek: A Biography, de Alan Ebenstein viene a llenar este hueco. Ebenstein es un economista que obtuvo su doctorado en la London School of Economics (LSE) y ha dedicado la mayoría de sus actividades investigadoras a la historia intelectual y a la teoría y filosofía históricas. En 1997, editó Collected Works of Edwin Cannan, el gran economista inglés que enseñó en la LSE e influyó en toda una generación de economistas liberales clásicos durante las primeras décadas del siglo XX. El primer volumen contiene un detallado e inteligente elogio académico de las contribuciones de Cannan en 130 páginas, escrito por Ebenstein.[1]
En su nueva obra, Ebenstein demuestra ser un biógrafo cuidadoso y riguroso. Además de haber investigado meticulosamente todo el material publicado relativo a la vida de Hayek, también ha incluido datos de entrevistas inéditas, incluyendo documentos de archivo y memorias existentes en la London School of Economics, así como entrevistas realizadas a académicos y familiares que conocieron bastante bien a Hayek durante décadas.
Ebenstein describe las distintas fases de la vida de Hayek, dando detalles acerca de su padres y sus abuelos y sus conexiones con los miembros de la escuela austriaca a finales del siglo XIX, especialmente la amistad entre la familia de Hayek y Eugen von Böhm-Bawerk. Nos cuenta las experiencias de Hayek durante la Primera Guerra Mundial en el frente italiano y su época, tras la guerra, en la Universidad de Viena, cuando decide cambiar su interés por las ciencias naturales por la psicología y la economía. También recuerda la primera visita de Hayek a Estados Unidos en 1923 y 1924, durante la que tuvo la oportunidad de conocer a algunos de los principales economistas estadounidenses de la época, incluyendo a John Bates Clark y Wesley Clair Mitchell.
Sin embargo, hay lagunas al cubrir los años de Hayek en Austria después de su vuelta de Estados Unidos. Por ejemplo, Ebenstein no ofrece casi ninguna información acerca del periodo entre 1927 y 1931, durante el cual Hayek trabajó como director del Instituto Austriaco de Investigación del Ciclo Económico en Viena. De hecho, hay allí bastante material disponible acerca de estos años. Hace unos pocos años, se nos dio a mi esposa y a mí libre acceso a los archivos del instituto y fotocopiamos prácticamente todos los documentos, papeles y material de conferencias, así como actas de las reuniones de consejo que cubrían el periodo desde la fundación del instituto en 1926 a su absorción por el Instituto Alemán de Investigación Económica que siguió a la anexión de Austria por Hitler en 1938.
Por cierto, que los documentos del instituto muestran que Hayek llevó la organización de de una forma bastante caótica de “orden espontáneo”, con poco sistema o cuidado de guardar registros escritos o papeles. La Ordnung organizativa sólo llegó con el nombramiento de Morgenstern como director, cuando Hayek se trasladó a Londres en otoño de 1931. Desde entonces, reinó la “disciplina”, con un cuidadoso mantenimiento de toda correspondencia, investigación y registro financiero. Y por cierto, el acta de la reunión de consejo en el que Morgenstern fue nombrado sucesor de Hayek deja claro que fue considerado provisional, ya que el nombramiento de Hayek en la London School of Economics no se esperaba que fuera por más de uno o dos años.
Especialmente después del inicio de Gran Depresión a finales de 1929, el instituto, bajo la dirección de Hayek, trabajó frecuentemente en la preparación de memorandos y documentos acerca de las condiciones en Austria y en Centroeuropa en general para la División de Investigación Económica.de la antigua Liga de Naciones que dirigía Alexander Loveday. Encontré y fotocopié documentos adicionales acerca de las conexiones del instituto con la Liga de Naciones en los archivos de la Naciones Unidas en Ginebra, incluyendo actas de dos conferencias, realizadas bajo los auspicios de la liga en 1931, acerca de la crisis económica mundial, en las que Hayek informó acerca de las condiciones en Austria. Está claro que cuando Hayek abandonó Viena, había hecho que el instituto fuera ampliamente conocido y considerado como centro de investigación tanto de análisis teórico como estadístico.
Como un aparte en ese sentido, podría mencionar una anécdota que me contó Oskar Morgenstern  a mediados de la década de 1970, una anécdota que nunca he visto reproducida. Morgenstern contaba que, una mañana de primavera de 1931, después de que Hayek regresara de haber dado en Londres las conferencias que se convirtieron en Precios y producción, coincidió con Hayek en el ascensor en el edificio de la Cámara de Comercio de Viena donde el instituto tenía sus oficinas. En el trayecto, Morgenstern dijo que se dirigió a Hayek y le dijo: “Vamos a entrar en la oficina, vas a revisar tu correo y encontrarás una carta invitándote a ser profesor en la London School”. Y ambos se echaron a reír.
En la oficina, Hayek se sentó en su mesa y revisó su correo. Llegó a una carta de la London School of Economics, la abrió y descubrió una propuesta para el cargo como Profesor Tooke de Ciencia Económica y Estadística. Sin decir una palabra, Hayek tendió la carta a Morgenstern y se miraron uno a otro en un terrible silencio. Debo haber parecido incrédulo después de que me contara esto, porque Morgenstern me dijo con grave seriedad: “Ocurrió exactamente así”.
Lo que cuenta Ebenstein después de que Heyak abandonara Viena entra en dos grandes campos: la vida y obra de Hayek como economista de renombre internacional como principal exponente de la teoría austriaca del ciclo económico en el mundo de habla inglesa en la década de 1930 y su vida desde la década de 1940 en adelante como igualmente renombrado defensor de la sociedad libre y la economía de mercado en el papel de filósofo social y político.
Entremezcladas en el relato están las circunstancias personales que llevaron a hayek a abandonar Gran Bretaña en 1949 y trasladarse a Estados Unidos. Hayek decidió divorciarse de su primera mujer, con quien había tenido dos hijos, y casarse con una prima lejana, a quien había amado de joven.
Ludwig M. Lachmann me dijo una vez que cenar en la casa de Hayek en Londres a finales de la década de 1930 era algo incómodo y embarazoso. Por entonces, Hayek y su primera esposa no se hablaban. En la mesa, Lachmann conversaba con ambos, pero ellos no hablaban entre sí.
Lachmann creía que la productividad de Hayek en este periodo (en el que terminó La teoría pura del capital, algunos de los ensayos que constituyeron Profits, Interest and Investment, los artículos que luego se publicaron como La contrarrevolución de la ciencia y Camino de servidumbre) se debieron en parte a su infeliz vida familiar. Hayek se volcó completamente en su trabajo.
Hay una peculiar dicotomía en el relato biográfico de Ebenstein al seguir estos dos periodos distintos de la vida de Hayek. En la parte del libro dedicada a Hayek como filósofo político, especialmente en Estados Unidos y luego después de volver a Europa a principios de la década de 1960, Ebenstein no sólo presenta con cuidado y detalle los aspectos personales de la carrera de Hayek, sino que también ofrece un resuman claro y simpatizante de sus contribuciones a la teoría social.
Así que se nos muestra cómo los escritos de Hayek a mediados y finales de la década de 1930 sobre cuestiones de cálculo económico en una economía planificada le llevaron a ver y destacar el significado de la división del conocimiento que por necesidad se produce con una división del trabajo. Ebenstein explica cómo el argumento de Hayek de que la producción se ve guiada por los precios de mercado, que pueden verse falsificados por las fuerzas monetarias durante las fases del ciclo económico hizo que Hayek acabara entendiendo cómo los precios basados en el mercado sirven como economizadores y diseminadores de información para la coordinación de multitud de planes individuales en la red de relaciones del mercado.
Esto generó que Hayek formulara su teoría del orden y la evolución social, por la que muchas instituciones humanas son el resultado de la acción humana y no un diseño humano, porque los elementos que constituyen la estructura de la sociedad no son ni pueden ser conocidos o entendidos por una sola mente o grupo de mentes.
Ebenstein resume que ve como temas resultantes de esta idea lo que Hayek luego articuló en Los fundamentos de la libertad y Derecho, legislación y libertad. El lector puede estar en desacuerdo con los énfasis o interpretaciones particulares que presenta Ebenstein en esta parte del libro, pero no puede discutir que el autor ha intentado entender y apreciar la ideas a las que Hayek dedicó tantas décadas de esta parte de su vida a desarrollar.
Ebenstein también trata de recrear la atmósfera en la que trabajó Hayek durante parte de su tiempo en la Universidad de Chicago. Explica que fue la aproximación “austriaca” de Hayek a la teoría económica lo que hizo que la facultad de económicas de Chicago no le quisiera para enseñar en su departamento. En su lugar, fue profesor de ciencias sociales y morales y miembro del Comité de Pensamiento Social de la universidad. Aunque era algo distante y formal, está claro que tanto sus colegas como sus alumnos en Chicago encontraban fácil trabajar con él y le consideraban un valioso compañero y mentor, siempre apoyando y ayudando.
El relato de Ebenstein después de la Segunda Guerra Mundial muestra un acusado contraste con esa parte de su libro dedicada a los años de Hayek en la London School of Economics en la década de 1930. Si el conocimiento de Hayek como economista se fuera a basar sólo en los capítulos cinco a once del libro de Ebenstein, a la única conclusión a la que podría llegar el lector sería que, en este periodo, Mises era un incompetente desencaminado y torpe. Aquí se nos dice que “el error básico de Hayek de la producción económica se refería a la naturaleza del capital” (p. 54).
Aún así, la única interpretación ofrecida al lector para entender inicialmente en qué se basaba ese “error” es un puñado de párrafos en varios capítulos, en los que no se presenta ningún resumen razonable o comprensible de la teoría austriaca del capital, el interés y la estructura de la producción. Ebenstein simplemente dice que la teoría de Hayek se basa en la idea de que el capital es heterogéneo en lugar de homogéneo y añade: “Si esta suposición empírica de la heterogeneidad del capital es falsa, su sistema teórico de la actividad económica fracasa”.
Y reproduciendo mecánicamente un argumento habitual keynesiano contra Hayek, Ebenstein dice que Hayek supone que los recursos están completamente empleados en lugar de sin emplear, porque si hay mano de obra y capital sin emplear entonces puede haber un aumento en la producción agregada tanto de bienes de consumo como de producción (p. 83). Y el último clavo en el ataúd de Hayek como teórico monetario y del ciclo económico se supone que se realiza cuando Ebenstein cita a Milton Friedman diciendo “Creo que Precios y producción es un libro muy defectuoso. Pienso que su libro de teoría del capital es ilegible” (p. 81).
En contraste con la impresión positiva que tenían de Hayek colegas y alumnos en la Universidad de Chicago en la década de 1950, los colegas de la LSE en la década de 1930 supuestamente le encontraban completamente ininteligible, tanto por su acento alemán como por el contenido de sus ideas “austriacas” y los alumnos lo encontraban confuso e ignorante en sus enseñanzas e inabordable como persona. “Pobre Hayek”, se espera que concluya el lector en esta parte del libro. “Si no hubiera intentado ser un economista, no se habría puesto tanto en ridículo durante esta etapa de su vida”.
Más que en ninguna otra parte de este libro, estos capítulos fracasan completamente en presentar ningún resumen y compresión justos e informativos de las que sin duda resultan ser algunas de las más importantes contribuciones al análisis económico. Al contrario de la impresión creada por Ebenstein, Hayek era uno de los economistas principales y respetados del periodo de entreguerras en Europa. Su obra sobre teoría monetaria y del ciclo económico fue la principal rival de las ideas de Keynes en la Gran Bretaña de principios y mediados de la década de 1930.
Por ejemplo, Erich Roll, en su libro de 1934 sobre teoría y política monetaria, se refería a Keynes y Hayek como los “principales autores de las dos escuelas”, compitiendo en presentar teorías alternativas de los efectos del dinero en la economía. En su propia formulación de ciclo económico y las crisis económicas, Roll generalmente adoptaba la aproximación de Mises-Hayek.[2] Los resúmenes de las teorías contemporáneas del ciclo económico ponían a la teoría de Heyek frente a frente con la de Keynes.[3] La teoría de Hayek se usaba para explicar las causas y razones de la severidad de la gran Depresión.[4] Costantino Bresciani-Turroni, que escribió una de las historias más famosas de la Gran Inflación Alemana, dijo en una crítica a la Teoría monetaria y del ciclo económico de Hayek, que la teoría austriaca del ciclo económico, tal y como la desarrolló Hayek, explicaba perfectamente la fases de la experiencia inflacionista alemana y las distorsiones que se crearon en la economía alemana durante el proceso: una mala dirección del capital en la estructura de la producción, ahorro forzoso y escasez de capital que impidió que los proyectos de inversión iniciados pudieran mantenerse cuando la inflación llegó a su final. “Me parece que estos hecho son significativos para la teoría del Profesor Hayek”, dijo.[5]
El marco del ciclo económico de Hayek fue incluso adaptado por economistas socialistas, uno de los cuales dijo en 1934 que: “Es casi innecesario en este momento añadir que ninguna discusión sobre dinero, no importa lo humilde o ambicioso de su ámbito, puede esperar alcanzar cualquier resultado que merezca la pena si no usa el mecanismo que el Profesor Hayek ha puesto a disposición de los estudiantes de habla inglesa en los últimos años”.[6]
Y al contrario de la impresión que Ebenstein trata de dar de una importancia e influencia limitada de Hayek durante este periodo en la LSE, Sir Arnold Plant, que fue su colega en la London School, dijo: “Puedo atestiguar por experiencia personal el inmenso estímulo y dirección que ha dado la emigración de Hayek a este país a la investigación económica en el década de 1930, no sólo en Londres y en la facultades de economía en todo el Reino Unido, sino también en el mundo académico internacional. (…) Pocos de los acudimos a los seminarios y conferencias dejamos de impresionarnos por lo bien que acogía las críticas de sus intentos de aclarar los conceptos de los efectos de las divergencias entre los tipos de interés monetario y ‘natural’ sobre la estructura de la producción y del ‘dinero neutral’”.[7]
La economista austriaca e historiadora económica Sudha Shenoy me dijo una vez que su padre, B.R. Shenoy (que en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial se convirtió en el principal economista del libre mercado de la India) había atendido a las lecciones de Hayek en la LSE a principios de 1931 que fueron publicadas como Precios y producción y me contó cómo su claridad le abrió una nueva y amplia perspectiva para entender la naturaleza y operación del proceso económico.
Además, la teoría austriaca del capital, el interés, el dinero y el ciclo económico, en lugar de quedar arrinconados en el basurero de la historia, está experimentando un renacimiento y una reformulación que anuncia un nuevo amanecer para ella. Las contribuciones de Hayek, al igual que las de Ludwig von Mises, sirven de piedras angulares para este renacimiento.[8]
Lo que no incorpora en modo alguno Ebenstein a su biografía es una evaluación de la teoría austriaca de la producción como proceso temporal que requiere la transformación de los medios de producción en bienes de consumo terminados a través de etapas de producción. En una economía que usa el dinero, estas etapas de producción interconectadas e interdependientes se coordinan a través de la red de precios del mercado y el tipo de interés.
El corazón de la teoría del ciclo económico de Mises y Hayek es que la expansión monetaria y crediticia distorsiona los tipos de interés del mercado, generando un precio falso y señales de beneficio que ocasionan malas asignaciones de recursos y de capital y desquilibra la relación entre ahorro e inversión. La teoría austriaca muestra cómo puede pasar esto mirando por debajo de los agregados macroeconómicos de la producción total, el empleo total y los niveles generales de precios y salarios y perfilando los procesos y secuencias microeconómicos de cómo las expansiones monetarias y del crédito pueden influir en la estructura de los precio relativos y, por tanto, en las estructuras de producción en el mercado.
Por desgracia, Ebenstein olvida hacer justicia a los escritos monetarios y del ciclo económico de Hayek en comparación con el interés y cuidado con el que intenta explicar la filosofía social y política de Hayek.
Finalmente, debe advertirse la explicación de Ebenstein de las opiniones de Hayek sobre metodología y métodos de las ciencias sociales, así como sus comentarios sobre el método praxeológico de Mises. No tiene más que ridículo y desdén por el énfasis austriaco en la introspección como fuente de conocimiento para entender la lógica formal y las relaciones esenciales en teoría económica. Apunta correctamente que las opiniones propias de Hayek cambiaron en cuestiones de metodología económica desde su capítulo de introducción aCollectivist Economic Planning en 1935 a algunos de los ensayos incluidos en Studies in Philosophy, Politics and Economics, publicados en 1967.
Pero Ebenstein también se aparta para atacar el método deductivo a priori de Mises de teorización económica, acudiendo a una entrevista a Milton Friedman en 1995, en la que argumentaba que la aproximación praxeológica “tiene influencias muy negativas”. ¿Por qué? Porque, en opinión de Friedman, si dos praxeologistas están en desacuerdo, no hay forma de experimentar y, por tanto, ningún método “objetivamente” empírico para resolver la disputa. “Podemos, gritar, podemos discutir (…) pero al final no tenemos forma de resolverlo salvo peleándonos, diciendo que tú no tienes razón y yo sí” (p. 273).
Primero, debo decir que he estado entre economistas austriacos desde la primera conferencia de economía austriaca en South Royalton, Vermont, en junio de 1974 y nunca he visto a dos austriacos calzándose los guantes para resolver disputas sobre teoría o aplicaciones históricas de sus teorías. ¿Han discutido? ¿Ha habido a veces peleas y gente que no se habla durante un periodo de tiempo? Sí, pero he oído que incluso los físicos experimentales comparando resultados de laboratorio han gritado, maldecido, atacado verbalmente a otros y a veces rechazado estar en la misma habitación con sus colegas científicos. Por desgracia, son defectos atribuibles al ser humano. El “método científico” no ha cambiado este aspecto de la naturaleza humana. Incluso he llegada a ver a Milton Friedman “irritado” en una reunión profesional.
Segundo y más importante, sin la herramienta de la introspección parece imposible imaginar cómo podría alguien, incluyendo al economista profesional, incluso conocer qué significa economizar, qué significan “fines” y “medios”, cómo distinguir entre los conceptos de “coste” y “beneficio”, de “más preferidos” y “menos preferidos” y el significado del “margen”. En 1910, Philip Wicksteed tomó como cita de apertura de su gran tratado The Common Sense of Political Economy, un verso del gran poeta alemán Goethe: “Todos lo hacemos, pocos entendemos qué estamos haciendo”. La lógica de la acción y la elección está en nosotros: es la forma en que funciona nuestra mente en términos de ideas, categorías y relaciones. La economía intenta elevarse al nivel de lo consciente y explícito que nos guía en todo lo que hacemos, pero sobre lo que la mayoría de nosotros no reflexionamos en términos de ninguna comprensión formal.
¿Ha habido en algún momento alguna gente que haya preferido los muñecos de vudú a los violines? ¿Se ha mostrado una mayor o menos cantidad de demanda de atún cuando el precio bajo en Carolina del Norte en junio de 1963? Evidentemente, estas preguntas sólo pueden responderse basándose en los “hechos históricos”, en la “evidencia empírica”. Pero incluso para referirse a las preferencias de la gente hace falta un noción de “escala de valor” y esto no puede derivarse de otra “experiencia” que de la “experiencia interior” para delejar cómo funcionan nuestras mentes bajo una condición de escasez. Hablar de la “demanda” de atún requiere una concepción previa del concepto de “bien” y la distinción lógica de un bien de otro. Idear la concepción económica estándar de la “elasticidad de la demanda” requiere una deducción a priori del significado de “utilidad de la disminución marginal” y de la “unidad marginal” y del significado de “precio” y “compensación”.
La base de toda teorización económica depende de estos puntos de partida “introspectivos”. El economista que lo niegue a trate de rechazarlos es exactamente igual que el hombre del chiste que no se daba cuenta de que estaba hablando en prosa.
Por tanto, Ebenstein presenta no sólo una biografía incompleta de Friedrich A. Hayek, sino que es una que fracasa en el nivel más esencial de lo que leería esperarse de cualquier biógrafo: un intento, justo, generoso y razonado de entender la ideas de la persona cuya vida se está relatando, incluso si el biógrafo concluye que está en desacuerdo con las ideas del sujeto. Ebenstein ha escrito una notable primera biografía de Hayek, pero la definitiva sigue esperando a ser escrita.


Publicado originalmente el 26 de marzo de 2001. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
[1] Alan Ebenstein, ed., Collected Works of Edwin Cannan, 8 vols.  (Nueva York/Londres: Routledge/Thoemmes Press, 1997); para una crítica, ver Richard M. Ebeling, Freedom Daily(Agosto de 1998), pp. 41-44.
[2] Erich Roll, On Money (Londres: Faber & Faber, 1934), p. 179-180.
[3] Ver Alec L. Macfie, Theories of the Trade Cycle (Londres: Macmillan, 1934), y Raymond J. Saulnier, Contemporary Monetary Theory: Studies of Some Recent Theories of Money, Prices, and Production, (Nueva York: Columbia University Press, 1938).
[4] Frederic Benham, British Monetary Policy (Londres: P. S. King, 1932); H. F. Fraser, Great Britain and the Gold Standard (Londres: Macmillan, 1933); Lionel Robbins, The Great Depression (Londres: Macmillan, 1934) y C. A. Phillips, T. F. McManus, y R. W. Nelson, Banking and the Business Cycle: A Study of the Great Depression in the United States (Nueva York: Arno Press [1937] 1972).
[5] C. Bresciani-Turroni, Economica (Agosto de 1934), p. 347; ver también C. Bresciani-Turroni, “The Theory of Savings”, Partes I y II en Economica (Febrero de 1936), pp. 1-23 y (Mayo de 1936), pp. 162-181.
[6] M. A. Abrams, Money, and a Changing Civilization (Londres: John Lane, 1934) p. 25; ver también E.F.M. Durbin, Purchasing Power & Trade Depression: A Critique of Under-Consumption Theories (Londres: Jonathan Cape, 1934) y Hugh Gaitskell, “Four Monetary Heretics” en G.D.H. Cole, ed., What Everybody Wants to Know About Money, (Nueva York: Alfred A. Knopf, 1933).
[7] Sir Arnold Plant, Selected Economic Essays and Addresses, (Londres: Routledge & Kegan Paul, 1974) pp. 169-170.
[8] De entre la creciente literatura reciente, las siguientes representan dos notables contribuciones que muestran en concreto la influencia de Hayek: Mark Skousen, The Structure of Production, (Nueva York: New York University Press, 1990) y Roger W. Garrison, Time and Money: The Macroeconomics of Capital Structure, (Londres/Nueva York: Routledge, 2000). Para una redefinición de la teoría austriaca de Mises-Hayek del dinero y el ciclo económico y una evaluación crítica de Keynes y la economía keynesiana en el contexto de la interprestación de la Gran depresión, ver Richard M. Ebeling, “The Austrian Economists and the Keynesian Revolution: The Great Depression and the Economics of the Short-Run”, en Richard M. Ebeling, ed., Human Action: A 50-Year Tribute (Hillsdale, MI: Hillsdale College Press, 2000), pp. 15-110.

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