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viernes, 21 de octubre de 2016

Bitcoin, la utopía liberal. La provisión de dinero es un asunto de Estado.

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Bitcoin es una sistema digital de pagos ideado en 2009 por un programador bajo el seudónimo de Satoshi Nakamoto (¿Quién es Satoshi Nakamoto?). No está respaldado por ningún gobierno ni empresa y no es considerado moneda de curso legal en ningún país.

Satoshi Nakamoto?

En los últimos 12 meses, su precio fluctuó alocadamente: pasó de venderse por U$S 12 hasta llegar a tocar los U$S 1200, con una variación diaria promedio de 10%. Sus impulsores sostienen que están creando un nuevo tipo de dinero. Un dinero privado, que no es emitido por ningún gobierno y cuyo respaldo es un algoritmo matemático.

Desde el punto de vista tecnológico, el sistema es básicamente un gran balance de pagos digital que utiliza una unidad de cuenta llamada Bitcoin.


En rigor, un Bitcoin es apenas una secuencia de números encriptada. La base de datos de transacciones es pública, registra todos los movimientos entre “billeteras” - desde la primer transacción (el bloque génesis) hasta la última - y no está centralizada, sino que se encuentra distribuida en una red de pares (peer-to-peer) que la replica constantemente en miles de computadoras de voluntarios. Funciona de un modo similar al difunto sitio de música Napster y las redes de intercambio de archivos Torrent. Para quienes no estén interesados en los pormenores de su funcionamiento, basta decir que es una obra maestra de ingeniería informática. Bill Gates la calificó como un “techno tour de force” o en otras palabras, una verdadera hazaña técnica.

Desde el punto de vista económico, Bitcoin vendría a ser
el sueño húmedo de Friedrich Hayek
el economista preferido de Margaret Thatcher.

Friedrich Hayek

With the exception only of the period of the gold standard, practically all governments of history have used their exclusive power to issue money to defraud and plunder the people.
. — Friedrich Hayek


Hayek sostenía que en lugar de que los gobiernos tuvieran el monopolio de emisión de moneda y la impusieran a sus ciudadanos mediante leyes de curso legal, sería conveniente un régimen en el cual instituciones financieras privadas emitieran sus propias monedas. Así, por arte y magia del libre mercado, el público adoptaría las más estables y rechazaría las más volátiles. En otras palabras, la pura crema de la utopía liberal donde anida la idea de que toda intervención del Estado en el mercado limita la libertad y conduce al totalitarismo.


Sin embargo, pocos temas en el pensamiento económico moderno tienen tan amplio nivel de consenso como el hecho de que la provisión del dinero es un asunto de Estado.


En lo que va de la historia de la humanidad, desde las tribus en Polinesia, pasando por los feudos de la Edad Media, hasta los Estados modernos, el monopolio de la emisión monetaria ha sido inexorablemente un instrumento de Estado — o de la autoridad política en las sociedades más pequeñas.

No importa mucho si el dinero es metal, papel, sal o cigarrillos. Lo que importa es el poder que el sistema vigente pueda ejercer para ejecutar los contratos y recaudar impuestos, cualquiera sea la denominación consensuada. Porque el dinero no fue ni es utilizado solamente como un instrumento para facilitar el comercio, sino que es el reflejo del entramado de relaciones sociales, de la división internacional del trabajo y la organización productiva mundial.

En el control de su emisión se encuentra en última instancia el corazón del poder político de las sociedades en que vivimos.


Sin bien puede delegarse parte de su administración y multiplicación a un sistema financiero compuesto por bancos privados, mecanismos de pago y transferencias, al final del día quien garantiza su valor y funcionamiento es la autoridad política de cada región.


Mientras los detractores del Bitcoin denuncian que es la “estafa del siglo”, sus entusiastas sostienen que es el santo grial de una economía anarco-capitalista y destacan sus potenciales beneficios: es un sistema de pagos libre, de bajo costo, sin regulación, transparente, neutral y potencialmente anónimo (pero también potencialmente monitoreado). Es ideal para realizar pagos online y también para transferir capitales de un país a otro sin ningún tipo aparente de control o gravámenes.

El entusiasmo ha hecho brotar nuevas cripto-monedas que le compiten (Peercoin, Litecoin, Namecoin, Feathercoin y decenas más), aunque con menor aceptación. Esto plantea una interesante paradoja: a medida que surjan otras criptomonedas sin respaldo, el precio de las mismas va a tender a cero. Ya que el costo de reproducir un sistema como Bitcoin no es alto, ya que es código abierto (open source).

Según el primer reporte Merryll Lynch (Bank of America) sobre Bitcoin, tiene el potencial de convertirse en un “medio de pago principal y un serio competidor de los proveedores de transferencias internacionales de dinero”, presionando a empresas como Western Union, PayPal y similares.



Entre los principales obstáculos a superar, se destaca su excesiva volatilidad. No es raro que la cotización de Bitcoin varie en 10%, 15% o 30% de un día para el otro (en promedio 10% diario), lo cual atenta seriamente contra su capacidad de funcionar como medio de pago. Actualmente Bitcoin está siendo usando especulativamente “para ganar” dinero, no “como” dinero. Como no tiene ningún valor intrínseco – es apenas una humilde cadena de texto encriptada, que no es considerada moneda de curso legal en ningún país – su cotización se mueve simplemente al ritmo del “sentimiento” o animal spirits de quienes lo acepten como medio de pago o utilicen como vehículo de especulación.

El segundo componente que aporta volatilidad al sistema son las confusas expectativas que genera el engorroso mecanismo de emisión de nuevos Bitcoins. Básicamente, este mecanismo funciona así: miles de voluntarios compiten por resolver complejos y arbitrarios acertijos matemáticos, utilizando las más poderosas computadoras que puedan comprar en el mercado. Quien resuelve primero cada acertijo, tiene derecho a participar en la verificación de algunas de las transacciones del sistema y como pago se le asignan un par de nuevos Bitcoins a su “billetera”. Luego puede hacer con ellos lo que quiera, como cambiarlos dinero o cualquier otro bien o servicio siempre que haya alguien dispuesto a hacerlo. A esta carrera por resolver acertijos la denominan – quizás algo pretenciosamente – “minería” de Bitcoins, en referencia a la búsqueda de oro verdadero.

Una PC haciendo mineria de Bictoins. Miles de equipos como este conforman el equivalente a una Casa de Moneda de Bitcoins

La complejidad de los acertijos varía de forma tal que la emisión de nuevos Bitcoins es relativamente previsible. Este proceso continuará hasta llegar a un total pre-establecido arbitrariamente de 21 millones de Bitcoins. En ese momento – según el código fuente original – la emisión se detendrá para siempre y ningún nuevo Bitcoin será emitido. Luego de ese punto, quienes ayuden a certificar transacciones serán recompensados con una pequeña fracción de la misma.

Los detalles técnicos de su funcionamiento parecen gritar a todas voces que se trata de un “esquema Ponzi” - en referencia al clásico fraude piramidal que lleva el nombre del célebre estafador italiano Carlo Ponzi y que consiste en una estafa que se sostiene solamente en la medida de que ingresen nuevas víctimas al sistema, cuando eso se detiene todo el sistema colapsa.

La pregunta de los millones entonces es quién prevalecerá: la utopía liberal o los todopoderosos Estados nación.

Si los principales Estados lo aceptan y regulan, probablemente sobreviva y se consolide como uno de los principales medios de pago internacional y su valor se consolide, a costa de su aura de anarquismo new age y su atractivo liberal. Pero si van contra él, seguramente harán tambalear lo único que sostiene su valor: el estado de ánimo y nivel de aceptación de quienes lo utilizan. En este caso, podría colapsar y quedar relegada en el mejor de los casos a ser un instrumento de nicho en algunos bolsones de la economía informal y la Internet profunda y su cotización en moneda real desplomarse a centavos (o nada).

China dio la semana pasada un primer paso para marcarle la cancha al Bitcoin, definiéndolo legalmente como “un commodity virtual que no comparte el mismo estatus legal que una moneda”.

En una cena en Octubre en la Casa Blanca, Obama - nada menos que uno de los principales responsables de mantener la integridad del sistema monetario internacional - le preguntó a Eric Schmidt CEO de Google: “¿Hay algo por lo que me tenga que preocupar sobre Bitcoin? ”. Quizás sugiriendo que cuando llegue ese día, esta cripto aventura cambiará a sola firma.

Para resumir, la novedosa tecnología detrás de las cripto-monedas parece avanzar a paso firme y a una velocidad que invita que nos cuestionemos sobre la naturaleza misma del dinero. No es tan difícil imaginar que en un futuro cercano algún Estado haga uso de una tecnología similar como formato para circular su propia moneda - de curso legal respaldada por el sistema de leyes con el que regula su actividad económica, dirime sus contratos y recauda sus impuestos. Sin este respaldo, requiere un heroico esfuerzo de imaginación asignarle cualquier tipo de valor al Bitcoin.

En cualquier caso, lo que suceda con Bitcoin en el futuro cercano es fascinante y estamos siendo testigos privilegiados en tiempo real de un experimento económico inédito, que nos va a demostrar si las ideas del Profesor Hayek eran una sólida teoría económica o apenas una utopía liberal.

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