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lunes, 31 de octubre de 2016

La inflación puede estar causando desempleo a largo plazo





Uno de los temas más discutidos en la macroeconomía moderna es la supuesta compensación entre inflación de precios y desempleo. La curva de Philips se convirtió, de una manera u otra, en el eje de la política monetaria moderna desde la década de 1960, cuando los premios Nobel Paul Samuelson y Robert Solow presentado la curva como un “menú” aprovechable políticamente: o bien alta inflación de precios y bajo desempleo, o bien baja inflación de precios de alto desempleo, o bien cualquier punto entre ambos extremos, es decir, a la carta.
Los economistas Milton Friedman y Edmund Phelps argumentaron en contra de esta interpretación ingenua, que desde entonces se ha reafirmado en el discurso público. Explicaban la compensación como un fenómeno corto plazo. Cuando las políticas monetarias expansivas llevan a una inflación de precios inesperada, el empleo puede estimularse si los salarios aumentan más lentamente que otros precios en la economía. En este caso, disminuyen los costos relativos del trabajo y, en consecuencia, se emplea a más personas. Sin embargo, a largo plazo no hay ningún efecto, ya que las expectativas de inflación se ajustan a la inflación real a lo largo del tiempo y los salarios relativos vuelven a su nivel de equilibrio.
Friedman y Phelps eran por tanto de la opinión que había sido la dominante durante mucho tiempo en economía, de que el desempleo es un fenómeno que en último término depende de factores económicos reales, como el entorno institucional y político, especialmente en los mercados laborales. El economista Ludwig von Mises compartir esta opinión y por tanto calificaba apropiadamente a un desempleo incrementado y prolongado como desempleo institucional. Sin embargo, Friedman y Phelps no negaban el posible efecto a corto plazo de la política monetaria.
A partir de esta representación evidentemente simplificada de la curva de Philips a corto plazo podemos ver un problema esencial. Si pensamos en el largo plazo como una secuencia de cortos plazos consecutivos y si las mejoras son posibles a corto plazo, evidentemente deberían también ser capaces de mejorar las condiciones a largo plazo. Al menos esto debería ser posible si las políticas monetarias expansionistas son realmente neutrales a largo plazo. ¿Pero lo son?

Las consecuencias de desempleo a largo plazo de la inflación

Hay buenas razones para dudarlo. Curiosamente, fue el propio Friedman quien mostró algún descontento con su anterior trabajo sobre la inflación de precios y desempleo en su discurso en recuerdo de Nobel. Decía que la investigación sobre la curva de Philips tendría que ir a una tercera fase en la que se investigara una posible relación positiva entre las dos variables. También señalaba que habría que incorporar el proceso político en el análisis económico. Sin embargo, este proyecto de investigación no se había llevado a cabo sistemáticamente.
Los datos empíricos disponibles también dan razones para considerar la posibilidad de una relación positiva entre inflación de precios y desempleo a largo plazo. Las series temporales suavizadas de Alemania, Francia, Reino Unido, así como de Estados Unidos muestran todas el mismo patrón a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. Primero aumentan las tasas de inflación de precios y luego, con un retraso considerable, les siguen las tasas de desempleo.
Si consideramos un desempleo incrementado y prolongado como un problema institucional y político, pero aún así sospechamos una relación con la inflación de precios, tenemos que preguntarnos qué efectos puede tener una expansión constante de la oferta monetaria sobre el propio proceso político.
En un estudio reciente se examinaban dos consecuencias no pretendidas de la expansión monetaria con respecto a sus efectos indirectos sobre el desempleo: (1) la redistribución de rentas y riqueza y (2) las fluctuaciones económicas.
La expansión monetaria causa una redistribución de rentas y riqueza. Aun así, esta redistribución se produce de abajo arriba y por eso la diferencia entre ricos y pobres se está haciendo cada vez mayor. El dinero recién creado del sistema financiero moderno no se distribuye por igual a todos los participantes en el mercado, sino que se da a ciertos participantes en forma de crédito. Sin embargo, conceder crédito es una actividad discriminatoria de por sí. El crédito se extiende a participantes del mercado de quienes espera que tengan un riesgo bajo de impago de crédito, por tanto, a quienes disfruten de flujos de rentas relativamente altos y estables, quienes sean relativamente ricos y ya posean activos que puedan usarse como garantía o quienes estén relativamente bien relacionados, especialmente en el ámbito político. La gente que sea relativamente acomodada recibe por tanto o una porción desproporcionadamente alta del dinero recién creado y consigue gastarlo la primera en los mercados de bienes, activos e inversiones. La gente que está peor recibe una porción desproporcionadamente pequeña del dinero recién creado y ve aumentar los precios de los bienes de consumo y activos antes de que sus rentas sigan el mismo camino. Por tanto, el rico tiende a beneficiarse a costa del pobre.
Las políticas monetarias expansivas también causan otros problemas. Pueden disparar fluctuaciones económicas. Inicialmente se pone en marcha un auge con precios y empleo al alza que es compatible con la curva de Philips a corto plazo. Sin embargo, este auge inflacionista es insostenible cuando las decisiones nominales de inversión no están en línea con los ahorros económicos reales, como explica la teoría austriaca del ciclo económico. Acabará convirtiéndose en una recesión económica, un declive o una crisis. A lo largo del último par de décadas hemos encontrado crisis económicas regulares. La política monetaria laxa ha sido indudablemente uno de los factores causales más importantes.
Ahora bien, incluso si las crisis económicas vienen con un mayor desempleo, no podemos deducir de eso una relación necesaria con el desempleo a largo plazo. Incluso las peores crisis económicas acabarán en algún momento y el desempleo volverá a su nivel de equilibrio. Tampoco una creciente diferencia entre ricos y pobres tiene un efecto necesario sobre el desempleo a largo plazo. La teoría económica pura que puede explicar estas consecuencias no pretendidas de la expansión monetaria no basta.

Las instituciones políticas cambian en respuesta a la inflación

Sin embargo, es evidente que las crisis económicas y una creciente diferencia entre ricos y pobres son vistas como problemas por los políticos y al público en general. Particularmente en un sistema político que está dirigido por ideales igualitarios, hay que luchar contra la injusticia social y las maldades económicas durante las crisis. Las consecuencias no pretendidas de la inflación monetaria establecen por tanto indudablemente incentivos para más intervenciones políticas en la economía. Hay catalizadores políticos, por decirlo así, que contribuyen a la extensión de los pagos sociales, el aumento de los impuestos y más regulaciones intrusivas en el mercado.
Entre otras cosas, se inducen intervenciones en los mercados laborales. La legislación de salarios mínimos y las leyes de protección del empleo son buenos ejemplos. Estas medidas bienintencionadas tienen por supuesto efectos múltiples, pero en lo que se refiere al nivel general de empleo solo pueden ser dañinas. Aumentar las responsabilidades y obligaciones de los empresarios hacia sus empleados rebaja sus incentivos para contratar gente. Por otro lado, un mayor gasto o social, especialmente en las prestaciones de desempleo, puede impedir que la gente busque empleo activamente. Así que estas medidas aumentarán el desempleo.
Por tanto, añadiendo la capa extra de la política al análisis económico, siguiendo la teoría de las espirales intervencionistas de Ludwig von Mises, podemos explicar una relación positiva entre inflación de precios y desempleo a largo plazo, como hemos observado en la segunda mitad del siglo XX.
Fue la intervención inicial de la expansión monetaria la que causó inflación de precios y las posteriores intervenciones en respuesta a las consecuencias no pretendidas de la primera la que hizo a los mercados laborales menos flexibles y llevó al desempleo institucional. Sin embargo, la relación que hemos dibujado entre las dos variables (inflación de precios y desempleo a largo plazo), no es directa ni necesaria, sino más bien históricamente contingente. No es un postulado a priori de la economía teórica. Como sugería correctamente Milton Friedman, depende de las decisiones políticas. Y corresponde a la política acabar con ella.

El artículo original se encuentra aquí.

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