Una de las primeras reacciones tras la consumación de la victoria de los partidarios del Brexit surgió de la autoridad monetaria británica.
Su gobernador se apresuró a tranquilizar a los mercados declarando su compromiso con la toma de las medidas necesarias para garantizar la estabilidad financiera del país. Otros banqueros centrales también mostraron su compromiso con la estabilización financiera para frenar los efectos del Brexit.
Con anterioridad a la celebración del referéndum británico, el Banco de Inglaterra llevaba algún tiempo valorando la posibilidad de comenzar a retirar los estímulos monetarios. Entre las opciones que se barajaban por aquel entonces se incluía la posibilidad de cambiar la tendencia de los tipos de interés, implementando una subida.
Entre los principales bancos centrales del mundo, tanto el Banco de Inglaterra como la Reserva Federal eran los dos únicos que habían apuntado hacia un cambio en su política monetaria.
El sorprendente resultado del referéndum cambió drásticamente el panorama, y la autoridad británica se tuvo que apresurar a mandar un mensaje de calma a los mercados. Su política monetaria se adaptaría a las nuevas circunstancias. Analistas y expertos alertaron del gran impacto que supondría el proceso de desconexión de Europa y de las grandes incertidumbres a las que se enfrentaban.
Meses más tarde, los peores augurios todavía no se han materializado y la economía británica ha aguantado el primer envite con solvencia. La inercia de su economía parece haber amortiguado el efecto de la incertidumbre generada entre los británicos y el tejido empresarial. La economía ha presentado mejores cifras de lo esperado, su Bolsa está en máximos anuales, las empresas europeas con presencia en el Reino Unido han reafirmado su compromiso de permanencia y las británicas no han tomado todavía ninguna decisión drástica.
Desde el Brexit, el consenso de mercado apuesta porque el siguiente movimiento del Banco de Inglaterra será el de rebajar otra vez (como ya hizo en agosto) los tipos de interés para minimizar los efectos del descenso en la actividad económica.
Sin duda, lo más lógico en este punto sería apostar por una nueva bajada de tipos si la economía británica continua desacelerándose y se produce un aumento del desempleo.
Pero la realidad es mucho más compleja, y los expertos del Banco de Inglaterra son conscientes de ello. Lo obvio sería apoyar el crecimiento con un recorte de tipos, pero la evolución de la libra y su efecto sobre el flujo de capitales, la financiación del país y la inflación podrían requerir otro tipo de actuación.
La libra es la piedra angular del dilema. La fuerte depreciación acumulada, y la que prevén algunos analistas, se vería magnificada con un nuevo recorte de tipos de interés.
La pérdida de valor de la libra ya ha provocado importantes pérdidas en los activos en esa divisa en manos de los inversores extranjeros. La posibilidad de que la libra siga depreciándose ahuyentaría a los potenciales inversores, que no comprarán activos en libras ante la posibilidad de acumular mayores pérdidas.
A su vez la caída de la libra supone un claro riesgo alcista para la inflación, que parece encontrarse en un punto de inflexión en muchos países occidentales. Si la inflación repunta a nivel global, el desplome de la libra magnificaría este movimiento al afectar directamente el precio de las importaciones. La inflación de septiembre ya ha repuntado hasta el 0,9% desde el 0,6% de agosto, impulsada sobre todo por los carburantes y en menor medida por el sector hotelero y los productos textiles.
A su vez, el Banco de Inglaterra debe vigilar la evolución del déficit por cuenta corriente, que sigue ampliándose. El país depende de los inversores internacionales para financiar su déficit por cuenta corriente, que se encuentra en su punto más alto desde hace 50 años.
El Reino Unido es considerado como una economía fuerte y fiable, y no tendrá problemas en financiarse en los mercados internacionales, pero el desplome de la libra y la posibilidad de que esta tendencia continúe puede encarecer el coste del servicio de la deuda y reducir la propensión de los inversores a aumentar su exposición a las divisa británica.
Con todo, puede que el Banco de Inglaterra se vea obligado a valorar con mucho cuidado cuál será su siguiente movimiento. La expectativa de que se produzca un recorte en los tipos se está difuminando, aun cuando la economía muestre síntomas evidentes de desaceleración. De hecho, puede que lo que requieran las circunstancias sea todo lo contrario, y que el Banco de Inglaterra se vea obligado a subir los tipos para frenar el desplome de la libra, controlar el repunte de la inflación y normalizar las expectativas de los mercados financieros.
Javier Montoya es analista de Alpha Plus
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