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martes, 4 de octubre de 2016

Cómo será la próxima recesión







Algunos optimistas están diciendo que la hipótesis de que la debilidad de la expansión económica desde el punto álgido del ciclo (junio de 2009) significa que la próxima recesión será suave.
De hecho, nunca se ha observado esa tendencia en los 140 años de historia del ciclo económico de EEUU, examinado como es sabido por el profesor de la Universidad de Chicago, Victor Zarnowitz. La única regla fiable que descubrió fue que “cuanto peor es la recesión, más fuerte es el auge posterior”, una regla que, como es sabido, se ha venido abajo tras el ataque del Gran Experimento Monetario en el ciclo actual.
¿Cuál es por tanto la mejor manera de descifrar el futuro de este ciclo, incluyendo su punto más alto y su punto álgido? En términos generales, la mejor guía es el rey Salomón: “nada nuevo bajo el sol” por un lado y los teóricos de la escuela austriaca y de las finanzas conductistas por el otro. Estos últimos se combinan para advertirnos en contra de la creación de hipótesis pseudocientíficas y los peligros de hacer juicios sobre la base de estas pequeñas piezas de muestra disponibles en el laboratorio de la historia.

Las razones que se nos dan para no preocuparnos

Para ser justo, los optimistas sobre la poca gravedad de la próxima recesión no están citando un episodio histórico pasado para respaldar su alegato. Más bien, hacen tres afirmaciones: (1) como el gasto en inversión ha sido tan anémico, su capacidad de caída está correspondientemente limitada; (2) la probable caída en los precios de los activos esta vez no afectará al sistema bancario de EEUU, que ahora es inusualmente resistente, y (3) la nuevas herramientas que han probado hasta ahora los banqueros centrales durante el experimento pueden afinarse y adaptarse para combatir la nueva recesión cuando aparezca. Desgraciadamente, todas estas afirmaciones son falsas y no reconocen una potencial sacudida recesionista desde el lado del consumidor.

Gasto empresarial débil, disminución del consumo, burbujas que estallan

La debilidad probablemente tenga mucho que ver con la incertidumbre generada por el experimento monetario. Los que toman decisiones en los negocios y sus accionistas, la pensar en el futuro, pueden ver que la Fed (y los bancos centrales en el extranjero) han generado una peligrosa enfermedad de inflación de precios de los activos que probablemente acabe mal. Esto incluiría muchas evidencias de malas inversiones, un crash en muchos mercados bursátiles  y un gran retroceso en el consumo al darse cuenta las familias de los errores de su pasada credibilidad.
Dado el mucho miedo existente acerca del destino final del experimento monetario, la vía hacía el aumento del capital social no se realiza a menudo asumiendo proyectos de inversión a largo plazo. Por el contrario, la empresas están pagando a los accionistas y endeudándose para hacerlo. Esta tendencia a evitar compromisos a largo plazo también es atribuible a la conciencia de que los valores bursátiles actuales contienen mucha espuma que es posible que se desvanezca en el momento en que los dueños de los negocios (incluyendo ejecutivos con opciones sobre acciones) esperan hacer caja.
Sí, las áreas de malas inversiones durante la expansión económica sí emitieron señales de un auge. Las historias especulativas y el alto apalancamiento descubiertos son las características de la Caza del Rédito inducida por las condiciones de hambre de rentas que prevalecen durante el Gran Experimento Monetario. El eventual desplome de la inversión es estas áreas puede ser en general grande en términos macroeconómicos, aunque en general el gasto empresarial de capital en toda la economía en su conjunto esté por debajo lo normal. Ya hemos visto esto en el auge y declive de la energía en EEUU. Puede pasar lo mismo más adelante para todas las áreas sospechosas de malas inversiones, ya sea la construcción inmobiliaria comercial, Silicon Valley, construcción de pisos y cualquier actividad relacionada con la mayor burbuja de todas: capital riesgo.

Por qué deberíamos ser escépticos ante afirmaciones de que “no hay una potencial crisis bancaria en EEUU”

El extendido desplome de la temperatura especulativa que señalaría la última etapa de la enfermedad de la inflación de precios de activos causaría (en EEUU y globalmente) una enorme pérdida a través de un amplio rango de instituciones financieras cuyo propósito es proveer rentas de jubilación. La imprudente búsqueda de rédito que estas instituciones han pretendido para atender sus compromisos bajo unas condiciones de hambruna de rentas podría volverse en su contra si las deudas de alto rendimiento y las acciones con grandes dividendos cayeran abruptamente en precio y queda congelada la liquidez incluso del mercado de los bonos corporativos de inversión.
Los alarmados clientes de estas instituciones restringirían su gasto actual preocupados por que sus prometedoras expectativas con respecto a rentas futuras se habrían desmoronado. Esto puede estar pasando ya preventivamente, como indica el “sorprendente” debilitamiento de las ventas al por menor de EEUU durante julio y agosto.
Las dimensiones de la congelación general de los mercados de crédito serían tremendas aunque los bancos de EEUU se mantuvieran relativamente seguros, al menos en las primeras etapas. Los tipos negativos o cercanos a cero han hecho que el sistema normal de alarma del crédito hiberne. La morosidad o los incumplimientos se producen en silencio sin evidencias de los mismos. Pero el mal funcionamiento de la alarma no cambiará la naturaleza defectuosa de los malos créditos como para que no acabe surgiendo el miedo o el temor repentino y cause una sacudida en los precios del mercado.
Los bonos del gobierno italiano, cuyo rendimiento a 10 años es ahora (a mediados de septiembre) de apenas 1,30 y está significativamente por debajo de los rendimiento de los títulos del Tesoro podrían ser el canario en la mina. Una crisis bancaria y de deuda soberana en Europa peor que la de 2010-2012 es una escenario dominante para el fase final de esta enfermedad global de inflación de precios de activos. De hecho, Europa podría ser el polvorín en el que un crash de la  bolsa de EEUU llevara a que una recesión inicial pasara a un estado de completa recesión con bucles de retorno sobre la supuesta seguridad de los bancos de EEUU.

¿Pero sin duda la Reserva Federal ejercitará algún movimiento preventivo de MegaYellen?

Los defensores del Gran Experimento Monetario nos habrían hecho creer que los banqueros centrales podrían poner un suelo bajo una próxima recesión y al menos proporcionar la base para una nueva expansión económica débil pero larga, como la presente. La mala noticia para los experimentadores (y sus jefes políticos) es que la próxima vez la Reserva Federal puede no ser capaz de aumentar los precios de los activos recurriendo a la cantinela de “no hay otro sitio donde ir” y estimulando una “caza del rédito”. La experiencia de pérdidas puede haber apaciguado a los cazadores y vaciado las audiencias, sin que nadie crea las explicaciones del banco central acerca de las maravillas de su caja de herramientas y de la posibilidad de arreglar los tipos de interés a largo plazo.
La buena noticia para la prosperidad económica y la libertad es que el fracaso de los grandes experimentadores a la hora de provocar la próxima vez una inflación de precios de activos al principio de cualquier mejora económica incipiente podría llevar a su rechazo (¡si este no se produce antes!).
¿Por qué dejarles continuar incubando el virus monetario que en algún momento la actividad velocidad de escape de empezar a volver a infectar los mercados globales, produciendo así resultados económicos anémicos? ¿No sería mejor instaurar un orden monetario sólido? Esa es la principal esperanza para superar la maldición global de la Reserva Federal y su gran experimento. Pero su cumplimiento depende esencialmente de que el próximo presidente de EEUU reaccione a la recesión y a su probable gravedad despidiendo a la actual presidenta de la Fed, eligiendo sabiamente a su sucesor y reuniéndose con el Congreso para legislar un marco de estabilidad monetaria.

El artículo original se encuentra aquí.


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