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sábado, 8 de octubre de 2016

¡HURRA! MENOS POBREZA Y MENOS DESIGUALDAD EN EL MUNDO

http://juanramonrallo.com/




El ciudadano medio de cualquier país desarrollado probablemente crea que vivimos en una era de estancamiento y decadencia: los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres, esto es, la pobreza y la desigualdad están experimentando una época dorada. El auge de los populismos, de hecho, atestigua ese sentimiento de protesta, frustración e insatisfacción entre buena parte de la población. Sin embargo, la realidad es que, en términos generales, el mundo nunca ha sido un mejor lugar que en la actualidad: no ya para los ricos, sino especialmente para los pobres. En este sentido, el último informe del Banco Mundial, dentro de su serie ‘Poverty and Shared Prosperity‘, proporciona datos verdaderamente iluminadores sobre la coyuntura global actual.
Primero: nunca en la historia han vivido más personas fuera de la extrema pobreza ni tampoco el porcentaje de ciudadanos castigados por la extrema pobreza ha sido más pequeño. En apenas un cuarto de siglo, y desde que empezaran a reducirse las barreras políticas al comercio internacional (la tan famosa como odiada ‘globalización’), las cifras absolutas de miseria han caído a menos de la mitad(desde 1.850 millones de pobres extremos en 1990 a 767 en 2013) y las cifras relativas, a menos de un tercio (de comprender al 35% de la población mundial en 1990 al 10,7% en 2013).
Conviene resaltar que las cifras absolutas minimizan el impacto de la reducción de la pobreza: es verdad que el número total de pobres extremos solo ha caído en unos 1.100 millones de personas desde 1990, pero es que desde entonces la población mundial ha aumentado en 2.000 millones. O dicho de otra forma: si en 2013 tuviéramos la misma tasa de pobreza extrema que en 1990 (el 35%), hoy el número de pobres extremos sería de 2.500 millones en el conjunto del planeta, pero lo es de 770, de modo que la reducción efectiva de la miseria ha beneficiado a casi 1.800 millones de personas en los últimos 25 años.
Para muchos, sin embargo, tan espectacular reducción de la pobreza no es relevante, por cuanto las desigualdades globales se están ensanchando: puede que los pobres no sean cada vez más pobres, pero los ricos se enriquecen proporcionalmente mucho más que los pobres. No obstante, esta es una visión, de nuevo, completamente torcida de la realidad: desde 1990, la desigualdad mundial ha caído, y con fuerza, por primera vez desde la Revolución Industrial.
El principal motor de esta reducción de la desigualdad global es que las diferencias de renta entre países se han reducido gracias al fuerte crecimiento económico que han experimentado las sociedades menos desarrolladas: en 1988, esas diferencias explicaban el 80% de toda la desigualdad global, mientras que hoy el 65%.
Nótese que es perfectamente posible que las desigualdades dentro de los países aumenten con que las desigualdades globales caigan por efecto de los menores diferenciales de renta entre países. Por ejemplo, si el país A está compuesto por dos individuos con unas rentas de 10.000 y 20.000 y el país B por otros dos individuos con rentas de 100 y 200, las desigualdades globales se reducen si el país A pasa a tener unas rentas de 10.000 y 20.100 y el país B unas rentas de 1.000 y 5.000: y ello es así porque las desigualdades entre ambos países menguan mucho más de lo que crecen las desigualdades dentro de cada país. Por eso, en parte de Occidente no queremos enterarnos de que el mundo es hoy un lugar mucho menos desigualitario que hace dos décadas: como la desigualdad de nuestro entorno más inmediato ha aumentado durante los últimos años, tendemos a imaginar que eso mismo ha tenido que suceder en el conjunto del planeta.
A su vez, que la desigualdad global caiga como consecuencia de la menor desigualdad entre países tampoco significa que solo los más acaudalados del Tercer Mundo se estén beneficiando del crecimiento económico y que, en consecuencia, la menor desigualdad global se explique por la minoración de los diferenciales entre los ricos de los países pobres y los pobres y clases medias de los países ricos. Es enormemente interesante constatar cómo, especialmente en los países en vías de desarrollo, quienes más se están beneficiado del crecimiento económico son los más pobres dentro de cada país. En el siguiente gráfico, las columnas blancas representan el crecimiento medio de la renta (o del consumo) del conjunto de la población en el periodo 2008-2013; por su parte, las franjas azules nos indican la evolución del crecimiento medio de la renta (o del consumo) del 40% más pobre de esa sociedad. Resulta sencillo observar que en la práctica totalidad de Asia Oriental, de Asia del Sur, de Latinoamérica y en muchos países de Europa del Este, Asia Central y el África subsahariana, la renta (o el consumo) de los más pobres crece por encima de la media.


A tenor de todos estos datos, acaso se replique que, si bien el Tercer Mundo se está desarrollando enormemente gracias a la globalización —incluso beneficiando a los más pobres entre los más pobres—, todo ello se produce a costa de incrementar la pobreza y la desigualdad en el Primer Mundo, en especial a raíz de la crisis económica. Por eso, de hecho, estamos viendo un rearme del discurso proteccionista en muchos países ricos, siendo tal vez el caso más sonado el de Donald Trump en EEUU. Empero, al respecto, dos puntos merecen ser resaltados.
El primero es que constituiría una canallada coaccionar con aranceles y trabas comerciales a los ciudadanos del Primer Mundo para empobrecer a unos ciudadanos del Tercer Mundo que apenas están comenzando a levantar cabeza desde una situación de cuasi-subsistencia a la que, en parte, los abocó el disruptor imperialismo occidental. El segundo es que esa narrativa es falaz: la desigualdad no está creciendo en la mayoría de países industrializados y, de hecho, en agregado se ha reducido para el periodo 2008 y 2013. En concreto, de los 20 países industrializados analizados por la OCDE, en ocho ha caído la desigualdad desde 2008, en seis se ha mantenido y en otros seis ha aumentado, disminuyendo el índice Gini conjunto de 32 a 31,8. Con respecto a 1993, el índice aumenta, pero menos de un punto.
Es verdad que la desigualdad de la renta ha aumentado en España con la crisis, pero aun así sigue estando al mismo nivel que en 1995 (un índice Gini de 34) y, sobre todo, debemos recordar que el 80% de ese aumento de la desigualdad se debe a la enorme destrucción de empleo vivida a raíz del pinchazo de la burbuja inmobiliaria y, sobre todo, a raíz de la pésima legislación laboral que padecemos. O dicho de otro modo, el problema de España no es la globalización y la prosperidad del Tercer Mundo, sino nuestro marco institucional interno que magnifica los efectos de las crisis sobre los estratos más pobres de la sociedad.
En suma, el mundo es hoy un lugar más rico y más igualitario que en los noventa, los ochenta o los setenta. Los populistas de izquierdas y de derechas mienten con descaro cuando describen un planeta en el que únicamente un puñado de millonarios (el 1%) se están enriqueciendo a costa de unas masas cada vez más depauperadas (el 99%). Solo pretenden construir un relato dirigido a reforzar el poder arbitrario del Estado a costa de cargarse el marco económico que ha permitido la creación más intensa y extensa de riqueza en toda la historia de la humanidad. Su ambición de poder contra las esperanzas de prosperidad de miles de millones de personas.

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