Buscar este blog

sábado, 1 de octubre de 2016

Los hermanos Mises: Positivismo y ciencias sociales



Resultado de imagen de mises brothers


[Publicado originalmente en Mises Brasil el 5 de febrero de 2013]
Pocos lugares han sido testigos de tantas contribuciones a la ciencia, la filosofía y las artes como Viena a finales del siglo XIX y principios del XX. Aunque la mayoría de los centros culturales del momento comprendían comunidades fragmentadas de especialistas, el pequeño grupo de élite de intelectual los responsables de este florecimiento en Viena se preocuparon por todos los frentes culturales debatieron con entusiasmo sobre ellos en los famosos cafés de la capital austrohúngara.[1]
Este fenómeno llevó al desarrollo de un pasatiempo intelectual moderno: buscar relaciones personales entre grandes personajes de un periodo. Pensemos en un pequeño ejemplo esta actividad: Popper se hizo amigo de Hayek, que era primo de Wittgenstein. Mises era compañero de clase de Hans Kelsen. Gustav Mahler  era paciente de Freud. Su esposa, Alma Mahler, después de tener relaciones con Gustav Klimt en su juventud, fue sucesivamente, después de la muerte de Mahler, esposa del famoso arquitecto Walter Gropius y del escritor Franz Werfel, aparte de su relación romántica con el pintor Oskar Kokoschka.
La riqueza cultural del Imperio Austrohúngaro también dio lugar a otro pasatiempo: vestido las diferencias de opinión, a menudo radicales, entre dos hermanos famosos. Se podrían analizar las diferencias entre las ideas socialistas del experto jurídico Anton Menger y y las ideas liberales de su hermano, el economista Carl Menger.[2]En el ámbito político, podría ser interesante comparar el liberalismo de Michael Polanyi con las opiniones socialistas de su hermano Karl. De este artículo, los ocuparemos de las opiniones irreconciliables sobre metodología de las ciencias sociales defendidas por los hermanos Richard y von Mises.
Ambos pasaron a la posteridad. Ludwig, como el economista que en el siglo XX sistematizó las doctrinas de la Escuela Austriaca de economía y Richard como matemático con importantes contribuciones a la teoría de la probabilidad. Las teorías del primero son más conocidas para el lector moderno y por tanto no necesitan presentación, mientras que las contribuciones de segundo requieren unas pocas palabras. Richard, graduado en ingeniería y matemáticas, se convirtió en director del Instituto de Matemáticas Aplicadas en la Universidad de Berlín. Sin embargo, cuando se implantó la prohibición nazi a los profesores de origen judío, Richard huyó a Turquía y posteriormente a Estados Unidos, donde se convirtió en profesor en Princeton. Durante su carrera realizó numerosas contribuciones a la mecánica de fluidos y dirigió un proyecto para construir un avión para el ejército durante laprimera guerra mundial, además de publicar un libro sobre teoría de vuelo. Es más conocido, sin embargo, por sus contribuciones a la teoría de la probabilidad. Basaba esta teoría en dos axiomas: el primero definía que la probabilidad tiene un límite matemático para la frecuencia de resultados favorables a medida que aumenta el número de observaciones. El otro decía que el límite determinado debería ser el mismo para cualquier subsecuencia de intentos. También fue conocido como el autor que propuso el problema del cumpleaños, que examina cuánta gente al azar tendría que haber en una habitación antes de poder esperar, con certeza, encontrar a dos personas que compartieran cumpleaños. Determinó que con solo 23 personas habría una posibilidad del 50% de encontrar esa coincidencia y que esa ocurrencia se convierte en casi segura en una habitación con cincuenta personas. Además de sus contribuciones a las ciencias naturales y las matemáticas, Richard tuvo un amplio abanico de intereses. Como su hermano mayor, era una autoridad en la obra del poeta Rainer M. Rilke. Sin embargo, al contrario que su hermano, Richard era un defensor de una visión positivista del mundo.
Aquí es donde aparece el contraste al que nos referimos: los dos hermanos tienen visiones diametralmente opuestas acerca del método apropiado para las ciencias sociales. Richard,[3]como defensor del positivismo, defiende la unidad de método o monismo metodológico: las ciencias sociales deberían adoptar el método supuestamente usado por las ciencias naturales, basado en la observación. Ludwig, por el contrario, conocido como el mayor enemigo del positivismo en economía, defiende el dualismo metodológico,[4] diciendo que la economía llega a sus resultados por deducción, empezando por suposiciones válidas a priori. El enfrentamiento entre estas opiniones fue atestiguado por Rothbard.[5] Cuando Rothbard preguntó a Ludwig qué pensaba del libro de su hermano, el economista, con cara seria y ojos centelleantes, parece ser que dijo: “Estoy en desacuerdo con ese libro, desde la primera frase hasta la última”.
La comparación entre las ideas filosóficas de los hermanos Mises también podría aderezarse con diversos aspectos de sus vidas personales. Los psicólogos podrían tratar de explicar las opiniones diametralmente opuestas como otro caso del fenómeno de la rivalidad entre hermanos. Para hacerlo, podrían invocar teorías psicológicas de otros dos austriacos famosos: Sigmund Freud y Alfred Adler, quienes veían la rivalidad entre hermanos respectivamente como algo relacionado con el complejo de Edipo o como un resultado de la competencia por la atención en la familia. A pesar de la escasez de información acerca de las vidas personales de los hermanos Mises, que podía haber permitido este análisis, Skousen sugiere,[6] en broma, que podría ser precisamente un caso de rivalidad entre hermanos: Richard diseñó aviones para el ejército, mientras que Ludwig solo fue un oficial de artillería. Y, al contrario que este último, el hermano menor siempre ocupó puestos de prestigio en universidades importantes.
Por nuestra parte, sólo nos interesan las mismas ideas. Por tanto, explicaremos la rivalidad solo en relación con sus posturas filosóficas. Para hacerlo, debemos decir algo acerca del positivismo lógico, una doctrina universalmente criticada, que pocos de sus detractores del campo de las ciencias sociales han estudiado seriamente.
El positivismo lógico de principios de siglo XX debe entenderse como una reacción racionalista al oscurantismo que tenía una presencia importante en el pensamiento social y filosófico del mundo germánico. Uno de los objetivos favoritos del positivismo era la ininteligibilidad del pomposo lenguaje típico del hegelianismo que prevalecía en Alemania y las ideas de moda de Leibniz en Austria. En realidad, para el positivismo lógico, términos como “absoluto” o “entelequia” sencillamente no significan nada. En el famoso manifiesto del Círculo de Viena,[7] Neurath y sus coautores escriben: “Se busca orden y claridad y se rechazan las distancias oscuras y las profundidades insondables. En ciencia no hay ‘profundidades’” (p. 306).
Con respecto a la filosofía, la principal tarea para los miembros del Círculo de Viena consistía en criticar el lenguaje habitual y en desarrollar algo más claro, algo más apropiado para el discurso científico. Reduciendo las ambigüedades propias de los términos tomados prestados del lenguaje original, que da lugar a todo tipo de falsos problemas y retórica hermética, se abre el camino para el ejercicio la razón, a través de una comprensión intersubjetiva y un examen crítico de las ideas.
En concreto, los filósofos positivistas buscaban criterios que diferenciaran proposiciones de acuerdo con si tienen sentido o no. Respecto frases como “Esta manzana es roja”, “Todas las manzanas son cilíndricas” y “El absoluto es perfecto”, las dos primeras sí tienen sentido, aunque la primera pueda ser verdad y la segunda no, la tercera se consideraría sin sentido.
La ciencia, para esta doctrina, debería eliminar las frases del último tipo, meramente metafísicas, permitiendo solo proposiciones con sentido. Esto nos lleva al criterio de significación sugerido por el positivismo lógico: el verificacionismo. Una proposición tendría sentido si puede verificarse empíricamente. La ciencia por tanto admitiría dos tipos de afirmaciones: a) proposiciones sintéticas, que son los “protocolos observativos” que se refieren a observaciones sensoriales, como la primera declaración listada en el párrafo anterior, y b) proposiciones analíticas, que son tautologías que, aunque no digan nada significativo acerca al mundo observable, son importantes en el tratamiento del material empírico, como “una manzana es roja o no”.
La visión de la ciencia propuesta por el positivismo lógico se ajusta por tanto a la tradición empirista de Bacon, Hume, Mill y otros: empezando con observaciones imparciales, se realizan generalizaciones de naturaleza inductiva. Por tanto, usando los principios básicos y leyes de la ciencia se evalúan estos conceptos, a partir de los cuales se pueden deducir predicciones acerca de hechos observables. El desarrollo de la razón podría luego exportar este modelo de la física a otras disciplinas, para lograr el modelo ideal de una “ciencia unificada”, como propugnaba Otto Neurath. Así se cristalizaría en torno a la tesis de la unidad de método la tensión eterna entre la receta positivista para la ciencia y las prácticas adoptadas en las ciencias sociales. Sin embargo, esta teoría económica fue inicialmente bien aceptada. En el antes mencionado manifiesto del Círculo de Viena, Neurath y sus coautores alababan (p. 303) tanto a la Escuela Austriaca de economía como al austromarxismo como evoluciones compatibles con el espíritu científico, frente a la escuela histórica que dominaba Alemania. Más adelante en el mismo texto (p. 315), se asocia con la tradición empírica tanto a los economistas clásicos como Smith, Ricardo y Marx como a los autores marginalistas, como Menger y Walras. En último término, la economía se ocuparía de cosas tangibles como exportación e importación, dedicándose a personas, objetos y relaciones entre ellos, frente a las nociones metafísicas del “espíritu del pueblo” (Mises, R, p. 73), que históricamente poblaba los escritos de la escuela alemana.
Sin embargo, esta opinión cambiaría pronto. Como han demostrado Popper y Bartley,[8] las ideas pueden también tener consecuencias no pretendidas. De hecho, la metodología positivista revelaría su incompatibilidad con la práctica de la ciencia en general y de las ciencias sociales en particular. Esta incompatibilidad, combinada con la popularidad del positivismo entre los científicos, pondría a los hermanos Mises en bandos opuestos del ataque positivista a las ciencias sociales. Sin embargo, cuando escribían sobre el tema, el positivismo estaba en declive entre los filósofos de la ciencia, bajo el peso del criticismo, una forma atenuada conocida como empirismo lógico. Richard von Mises podría clasificarse como uno de estos empiristas lógicos, lo que requiere que dediquemos algún espacio a esta doctrina antes de ocuparnos finalmente las posiciones en conflicto de los hermanos Mises.
Después de que el positivismo recibiera críticas de diversos autores, entre ellos Karl Popper, considerado por Neurath la posición oficial al movimiento, la visión positivista del mundo empezó a decaer. El criterio de verificabilidad demostró ser impracticable, ya que requería distintas observaciones para establecer proposiciones científicas universales (consideremos una declaración como “todos los cisnes son blancos”). La adopción de patrones positivistas por la ciencia excluiría así incluso la física, ya que también emplea proposiciones no verificables. Igualmente, es demasiado estricto un requisito de que, salvo para operaciones lógicas, cada proposición del sistema teórico deba ser verificable. A pesar de la importancia del criticismo para el oscurantismo que caracterizaba mucha de la filosofía, sería una exageración simplemente rechazar cualquier problema metafísico como un mero falso problema. En este sentido, los críticos preguntaban irónicamente: “¿cuál sería la verificación empírica de la filosofía positivista?”. Además, el proceso inductivo propio de la ideología positivista ha sido fuertemente criticado. Se ha argumentado que todos los datos empíricos están impregnados de teorías previas, lo que hace imposible el ideal de observación imparcial e impersonal como base para la construcción de hipótesis. Dado este obstáculo y la imposibilidad de justificar lógicamente los procedimientos inductivos, prevaleció un modelo opuesto de ciencia que evita la inducción: la ciencia empieza con problemas, a partir de los cuales se sugieren hipótesis con el fin de resolverlos. A partir de estas hipótesis, se deducen consecuencias y predicciones comprobables a través de razonamiento objetivo, aunque alguna hipótesis inicial se haya soñado o esté contaminada por ideología (solo cuenta su poder explicativo). La racionalidad la ciencia se basaría por tanto en la severidad con la que dichas hipótesis se vean sometidas a crítica y no en la capacidad de establecer verdades concluyentes.
Dadas estas objeciones, el empirismo lógico reemplaza ahora el criterio verificacionista por el criterio confirmacionista, requiriendo así solo corroboración parcial de las hipótesis. Las certidumbres son reemplazadas por conocimiento probabilístico. Así que se desarrollan nuevos modelos de la ciencia en los que las teorías se evalúan en términos de su capacidad de generar una serie de proposiciones confirmables. Asimismo se abandona el requisito de que en el proceso de declaraciones analíticas todas las demás proposiciones dentro de la teoría hayan de ser verificables. Al ir en esta dirección, la importancia los criterios dentro de la tradición empirista oscila entre extremadamente prohibitivos y relativamente permisivos. Aparte de la búsqueda de criterios coherentes con el anterior concepto de lo que debería ser la ciencia, el empirismo lógico continúa intentando analizar el lenguaje, con el objetivo de desarrollar formas más apropiadas de comunicación en las que las ya no se dé expresión a proposiciones sin sentido.
Richard von Mises, en su libro sobre filosofía,[9] también busca una nueva formulación para los criterios positivistas de significado. El objetivo es el mismo: aislar proposiciones que tengan sentido frente a proposiciones sin sentido como “la nada penetra el universo” una frase común en el discurso filosófico. Una expresión como “el 34 de enero a las 14 horas de la mañana” podría rechazarse como incompatible con las normas o convenciones sobre la duración del mes y el día. Pero la opción de criterios basados en el acuerdo con las normas aceptadas de una gramática lógica, como sugiere Carnap, no sería aceptable, porque no podemos listar todas las normas de antemano. Esto requeriría todo el conocimiento humano pasado y futuro. Así que, por ejemplo, la raíz cuadrada de un número negativo no tendría sentido cuando la raíz del operador se defina en números reales positivos, pero se convierte en significante cuando el concepto se extiende posteriormente a los números complejos.
La dificultad se elude mediante la sugerencia del concepto de conectabilidad. Para Mises (1951, p. 73), una frase es conectable si es compatible con una serie concreta de frases que regulan el uso de las palabras. Consideremos frases oscuras como esta de Hegel: “El puro ser y la pura nada son por tanto lo mismo” (p. 249) o “la nada en si no es nada”, de Heidegger. Aunque la segunda podría ser simplemente redundante gramaticalmente, ninguna debería rechazarse de plano, ya que podrían tener sentido consideradas dentro de su propia serie de reglas, creada dentro de su propia tradición intelectual. Sin embargo, podemos decir de esas afirmaciones que tienen una conectabilidad extremadamente limitada, comparada con la mayoría de las series de reglas, incluyendo las reglas gramaticales habituales del lenguaje común.
En el otro extremo de la ciencia, Mises busca asociar el concepto de conectabilidad con una serie de reglas compatibles con la verificabilidad las proposiciones empíricas. Así, después de una evaluación superficial de las críticas con respecto al criterio de verificabilidad dentro del positivismo lógico (p. 76), se admite el mismo criterio a través de una puerta trasera, por la nación de conectabilidad, como señalaba Dettering  (1953). Mises adopta por tanto la visión empirista clásica de la ciencia, con unos pocos cambios: partiendo de “protocolos observacionales”, se usa la inducción para genera proposiciones teóricas, que pueden organizarse en sistemas axiomáticos y a su vez usarse para deducir predicciones relevantes que pueda ser verificables empíricamente.
Armado con este modelo, Richard von Mises argumenta a favor de la unidad de método (Capítulo 17). En lugar de criticar el dualismo metodológico de su hermano mayor, prefiere exponer y criticar el dualismo de Dilthey y Rickert, cuyas opiniones eran dominantes en Alemania. Según su concepto de dualismo, las ciencias naturales  buscan la simplificación para generalizar el conocimiento, mientras que las ciencias sociales buscan una comprensión particular para los objetos de estudio. Por tanto, las primeras tratan de explicar todo en términos de una física atomista, mientras que las segundas, usando más realismo, rechazan la reducción de los fenómenos mentales a explicaciones mecanicistas. Richard rechaza estas diferencias, señalando que la dinámica de la población de Malthus sería un caso de conocimiento social generalizado por la ciencia y que una ciencia natural como la geología está también interesada en fenómenos únicos de la historia de nuestro planeta. Además, la distinción entre fenómenos mentales y físicos no generaría diferencias metodológicas importantes, ya que aprendemos sobre estados mentales a partir observaciones sensoriales, leyendo, escuchando u observando las acciones de otros. Finalmente, la física no podría reducirse a un atomismo pasado de moda.
El autor minimiza la importancia de otras diferencias, como la imposibilidad de experimentos controlados (en astronomía, por ejemplo, no se pueden controlar los cuerpos celestiales) o la diferencia entre esferas positiva y normativa (la ingeniería sería una forma de física normativa). Sólo hay una diferencia que preocupe al autor: la existencia de proposiciones influidas por opiniones subjetivas dentro de las ciencias sociales. Por supuesto, para un positivista esto quitaría el carácter científico a una teoría, ya que una doctrina pre-popperiana como esa seguiría creyendo que la buena ciencia solo empieza con observaciones sensoriales objetivas. Reconociendo ciertas particularidades de cada disciplina, Mises (p. 213) reafirma su opinión de que en cualquier área de estudio en método científico debería ser el mismo, una progresión de la observación a la generalización teórica.
Convencido de la validez de esa tesis, Richard examina el área de conocimiento de su hermano: las ciencias sociales. Aquí podemos advertir el contraste entre la admiración que tiene el autor por la sociología de Auguste Comte y el escepticismo con el que valora la teoría económica, antigua y moderna. Al alabar el viejo proyecto de construir una ciencia social positivista a partir de una metodología empirista, Mises se aventura a conjeturar (p. 258) que sería en el área de la sociología donde veríamos el mayor progreso científico en el futuro.
Respecto de la economía, Richard compara el rendimiento de la mecánica clásica con ciertas teorías económicas, como la que llama “la teoría de la espontaneidad de la economía y la doctrina de la función necesaria y suficiente del egoísmo” (p. 249). Mientras la mecánica clásica sigue explicando muchos de los fenómenos físicos, la segunda, aunque defendida por muchos autores, no ha sido demostrada mediante observación. Además, el autor argumenta  (pp. 249, 364) a favor de la existencia simultánea de teorías en competencia y la existencia de problemas económicos en sociedades como ejemplos de la debilidad de la disciplina. El diagnóstico de esta situación se atribuye de nuevo al uso del lenguaje inapropiado, lo que a su vez se asocia a la falta observaciones empíricas (p. 250).
El empirismo sugería deslices en las tesis del historicista, ya que: “toda teoría no es sino una descripción sistemática de observaciones previas, mientras que la experiencia demuestra que, con el curso del desarrollo económico y tecnológico cambian todas las premisas, incluyendo las disposiciones psicológicas de los hombres” (p. 364). Por tanto, resultados teóricos como los sugeridos por los economistas no serían sostenibles. El autor cree que la existencia del ejército o de la justicia pública, que excluirían la búsqueda de beneficio privado, refutan el axioma “de que solo un ‘egoísmo sólido’ proporciona un incentivo útil para acciones que son deseables en interés de todos” (p. 364).
A la hora de evaluar la teoría moderna, cree que el principal problema existe sobre todo en la demanda (es decir, en cómo evalúan las personas tipos concretos de bienes) y que la respuesta a esta pregunta del concepto de la utilidad marginal sería una vaga declaración acerca de la realidad (p. 251) y no sería adecuada para explicar el problema económico en su totalidad.
Continuando con la teoría moderna, Richard von Mises atribuía a los economistas la creencia en una escala objetiva de medida, con los valores establecidos por un sistema de precios. Ve en particular a Böhm-Bawerk como un autor orgulloso de su capacidad de comparar activos presentes y futuros. Según el autor, esto no sería válido si cambiara la tecnología o las instituciones (p. 257).
Respecto de la cuestión de las matemáticas en la economía, aunque escéptico acerca de su potencial, Richard cree que ni siquiera merece la pena evaluar la opinión de aquellos que piensan que un método así sería contrario a la esencia de disciplina (¿su hermano?), porque esta postura implicaría que la suma o resta de precios podía ser ilegítima (p. 251).
Estas observaciones ingenuas revelan una falta de familiaridad con la teoría económica. Lo que nos lleva a preguntarnos si Richard realmente leyó los escritos económicos de su hermano mayor, cuyas contribuciones nunca menciona. Además, la falta de referencia directa no hace menos claro el contraste entre sus opiniones. Consideremos entonces las opiniones de Ludwig von Mises.
Las opiniones de Ludwig sobre la metodología de las ciencias sociales podrían considerarse como otro capítulo de una larga tradición de defensa metodológica de la economía frente a los ataques realizados por críticos empiristas. De hecho, la economía siempre se ha ocupado de estas críticas, que se han realizado continuamente desde el siglo XIX por parte de la escuela histórica alemana, hasta el auge de la econofísica del siglo XX.
Uno de los principales autores en esta tradición de defender la teoría económica es nada menos que John Stuart Mill, uno de los santos patrones del empirismo (que también era economista). Mill se opone a la metodología empirista, sin embargo defendida por este autor como apropiada para las ciencias físicas, ya que un método apriorístico sería el apropiado para las ciencias sociales. La primera no se aplicaría dentro del campo de la segunda, debido a la imposibilidad de realizar experimentos controlados, unida al gran número de factores que pueden afectar al comportamiento humano. En definitiva, la diferencia crucial reside en la mayor complejidad de los fenómenos sociales. Con respecto al hecho de que la astronomía no puede llevar a cabo experimentos controlados, es posible construir modelos con pocas variables que generen predicciones altamente precisas. Por contrario, los modelos económicos más simples pueden implicar a una multitud de variables y causas perturbadoras que impiden aislar satisfactoriamente los fenómenos.
Para Mill, como la vía del a posteriori está bloqueada, la economía podría proceder de la misma manera que la geometría, empezando con suposiciones fundamentales verdaderas acerca del comportamiento humano y deduciendo de ellas resultados válidos. El autor, en este caso, empieza con la suposición del homo economicus (el impulso para la acumulación de riqueza material), sin negar absolutamente la existencia de otros factores que operen simultáneamente. Los temas derivados de la suposición de que solo se produzca un factor aislado serían observados empíricamente si no fuera por la confluencia simultánea de una multitud de factores perturbadores. La presencia de estos factores perturbadores, cuando se refiere a fenómenos concretos, solo nos permitiría hablar en términos de leyes de tendencia. Por ejemplo, la ley de la ventaja comparativa de David Ricardo nunca podría confirmarse o refutarse empíricamente, dada la imposibilidad de encontrar dos países absolutamente idénticos excepto en su política comercial exterior.
Carl Menger, fundador de la Escuela Austriaca de economía, usa el mismo argumento cuando condena la confusión entre lo que él llama las orientaciones de investigación empírico-realista y la investigación exacta en la teoría económica.[10] Esta última, partiendo de principios a priori acerca de las acciones de las personas, trataría exclusivamente los efectos de las fuerzas económicas por sí solas. Mientras que las primeras, al considerar la realidad con toda su complejidad, nunca serían capaces de establecer correlaciones exactas entre fenómenos concretos. Menger nunca se cansa de recordarnos que los intentos de reemplazar el “atomismo” y las simplificaciones usadas en teoría económica con cualquier nueva metodología basada en la observación de la realidad de su conjunto (como quería hacer la escuela histórica alemana) se han mostrado incapaces de generar ningún tipo de resultados.
Ludwig von Mises, uno de los herederos de la tradición mengeriana del siglo XX, también contribuyó a la defensa de la teoría económica frente a los ataques positivistas. Su tesis sobre metodología puede encontrarse en varias de sus obras. Su último libro[11] publicado en vida es sin embargo una crítica real al positivismo en economía y la razón por la que elegimos esta obra para comparar sus opiniones con las de su hermano. Igual que Richard crítica la teoría económica desde la perspectiva positivista sin hacer referencias a Ludwig, este último a su vez crítica el diseño positivista de la ciencia unificada sin hacer referencias a su hermano. Sin embargo, el desacuerdo entre ellos se revela en cada argumentación.
Desde el prólogo de su crítica, Ludwig se queja de que los científicos naturales (¿entre otros, su hermano?) deberían estudiar primero las teorías económicas antes de criticarlas. Este estudio revelaría que la descripción positivista de las ciencias sociales, llamada panfisicalismo por el autor, está condenada al fracaso por su incapacidad de tratar un elemento fundamental de estas disciplinas: la intención de la acción humana. Aunque la evolución de las ciencias naturales, como la describen los positivistas, haya estado realmente marcada por la purga de ideas animistas, tomar prestados métodos de estas ciencias sería un retroceso en el desarrollo de las ciencias humanas: “El físico puede reírse hoy ante la doctrina que interpretaba ciertos fenómenos como el efecto de un horror al vacío. Pero no se da cuenta de que los postulados del panfisicalismo no son menos ridículos. Si se elimina cualquier referencia a juicios de valor, es imposible decir nada acerca de las acciones del hombre” (Mises, L. 1978, p. 39).
Para Mises, un método que sólo permitiera protocolos observacionales impediría la comprensión del comportamiento humano. Contrariamente a los pensamientos de su hermano, Ludwig no creía que aprendiéramos acerca de otros sólo a través de los sentidos: las ciencias sociales serían esencialmente teleológicas (pp. 7, 37) y las explicaciones de los fenómenos sociales deben implicar necesariamente referencias a las intenciones de los agentes, aunque no se hayan declarado explícitamente. El fracaso de conductismo (el intento de remplazar categorías mentales de la filosofía no directamente observables por el método supuestamente más científico que considera sólo estímulos y respuestas observables) es presentado por Mises (pp. 41, 121) como un ejemplo de la imposibilidad de eliminar de las teorías sociales el concepto del propósito de la acción humana.[12]
No solo la naturaleza subjetiva de los hechos relevantes para las ciencias sociales conspira contra las afirmaciones positivistas, sino que los intentos de cuantificar y medir los fenómenos sociales fueron incapaces de revelar irregularidades que pudieran inspirar teorías satisfactorias sobre el tema. Mises (pp. 26, 57, 63) nunca se cansa de repetir que en la esfera de la acción humana no hay constantes como las que se encuentran en la física. Recordando a Mill, Mises (pp. 43, 76) destaca que la experiencia en los campos sociales siempre es relativa a fenómenos complejos y que no son posibles las verificaciones o reputaciones empíricas de las teorías sociales. Así que la coexistencia de explicaciones en competencia de los mismos fenómenos sociales, que tanto molestaba a Richard, no podía resolverse sólo con una apelación a más observaciones o eliminando sus conceptos metafísicos y prejuicios ideológicos.
Aparte de decir que no hay alternativa positivista a los métodos practicados en las ciencias sociales, Ludwig cree que el ataque de esta doctrina metafísica (p. 117) a las ciencias sociales podría tener consecuencias realmente perniciosas. Para Mises (pp. 40, 123-124), los defensores del positivismo (viejos y nuevos) no serían conocidos por una contribución que hayan hecho a las ciencias, sino por lo que quieren prohibir. Sus defensores serían en la práctica defensores de la intolerancia y el dogmatismo. Por tanto no habría nada más emblemático en las diferencias entre Ludwig y Richard von Mises que sus opiniones sobre Comte: dogmático e intelectualmente estéril para el primero y un modelo de buena ciencia para el segundo. La transformación del positivismo en manos de Comte en una secta religiosa dogmática, algo considerado accidental por Richard (p.360), es vista como un fruto del dogmatismo propio del positivismo, según Hayek[13] (el economista que sucedió a Ludwig en el desarrollo de la Escuela Austriaca de economía).
Una vez revisada la opinión de Ludwig sobre programa positivista para las ciencias sociales, consideremos sus opiniones sólo el método apropiado para ellas, a las que se refiere como ciencias de la acción humana. Mises divide estas en dos ramas: teoría e historia. Esta última usa los resultados de todas las ciencias teóricas para estudiar secuencias concretas de acontecimientos en el tiempo. Para llevar esto a cabo, según se históricamente el concepto de “comprensión” (Verstehen), el intento de hacer inteligibles las acciones de ciertos agentes en términos de su propósito y planes.
Sin embargo, las teorías sociales, y las económicas en particular, tratan regularidades aplicables a todos los casos. Como Mill, Mises defiende la tesis de que la teoría económica use el método apriorístico, obteniendo resultados a través del razonamiento deductivo (p. 21), partiendo de postulados básicos. Al contrario que Mill, Mises no adopta el principio fundamental de la suposición restrictiva del homo economicus. Para él,[14] contrariamente a lo que cree su hermano, la economía sólo requiere la suposición de que la gente tiene propósitos no satisfechos, independientemente de su naturaleza. A partir esta generalización, la tesis historicista (defendida por Richard y hoy por críticos que no han leído la teoría de Mill o Mises) de que la teoría económica dependería de la falsa suposición del egoísmo o del impulso por acumular riqueza, pierde su significado.
Según esta concepción misesiana, no habría objetos estrictamente económicos, sino sólo aspectos económicos en los que, para cada tipo de actividad, resulta necesario elegir entre propósitos alternativos,[15] independientemente de si la actividad es artística, espiritual, deportiva o de cualquier otra naturaleza. Así que las ciencias sociales teóricas para Ludwig consistían en lo que llamaba praxeología: el examen de las consecuencias lógicas del postulado fundamental que dice que las personas actúan cuando imaginan situaciones más satisfactorias, medios para lograrlas, barreras para su adopción e incertidumbre de resultados.
Para Mises, todo teorema económico se deduce en último término del postulado de la acción humana (p. 45). Esta suposición, a su vez, consiste en un conocimiento verdadero acerca del mundo, derivado solamente de la razón. En términos kantianos, sería un ejemplo de conocimiento sintético a priori, precisamente la categoría cuya existencia niega el positivismo lógico. Para Mises (p. 18), el carácter apriorístico del postulado de la acción deriva del hecho de que la idea de acción con un propósito es parte de la estructura de la mente humana: no podemos ni siquiera imaginar la veracidad de su negación. Así que el conocimiento teórico en la economía siempre sería verdadero y lo único que podría hacer la observación histórica es determinar si cierto teorema económico es aplicable o no a las condiciones existentes en cierta situación concreta.
Aunque los libros de los hermanos aportan múltiples tesis sobre diversas disciplinas, podemos resumir sus visiones opuestas sobre el método de las ciencias sociales mediante ciertas etiquetas. Para Ludwig, las ciencias sociales están marcadas por el subjetivismo metodológico, el individualismo metodológico, el deductivismo y el apriorismo. A Richard, por el contrario, podríamos etiquetarlo como inductivista y a posteriori. Lo que, a su vez, implica indirectamente objetivismo metodológico, colectivismo metodológico e historicismo. Esto equivale a decir que, sin defender explícitamente estos principios, la lógica de los argumentos de Richard le lleva en estas direcciones.[16]
Una vez establecida la comparación entre las tesis de los dos hermanos, concluiremos con una explicación de su importancia para el desarrollo de la ciencia económica moderna. Esta explicación puede resumirse como un conflicto entre lo deseado y lo posible: desde la década de 1930, la evolución de la economía estuvo indudablemente inspirada por el programa positivista, pero los problemas propios de esta doctrina limitaron el progreso de dicho programa.
El primer punto a señalar muestra que, aunque bastante influyente entre los científicos, el positivismo se quedó progresivamente anticuado en la discusión filosófica. Así, hoy casi nadie cree que la ciencia empieza con observaciones impersonales sobre las que se hacen generalizaciones inductivas: la mayoría de los científicos defienden realmente algún tipo de modelo hipotético-deductivo. Sin embargo, Ludwig von Mises, en defensa del dualismo metodológico, supone que el positivismo es descriptivo de los métodos de las ciencias naturales: se basaría en la observación (p.54) y estaría sometido a verificación empírica.[17] A su vez, Hayek[18] prefiere atacar lo que llama cientifismo, definido como la defensa para las ciencias sociales de lo que se considera erróneamente el método empleado por las ciencias naturales.
De hecho, los economistas modernos emplean teorías que empiezan a partir de axiomas y usan la inferencia para conseguir sus resultados. El clamor por el rechazo de hipótesis no basadas en observaciones, especialmente las relacionadas con la racionalidad y el beneficio y la maximización de utilidad ha sido siempre la bandera de grupos heterodoxos y legos, como los modernos econofísicos.
Sin embargo, los ideales positivistas marcaron la economía moderna: el dicho de Lord Kevin  de que la ciencia es medición tal vez sea el más citado por los economistas.[19] De hecho, mucho del desarrollo de la disciplina en los últimos cien años ha estado guiado por la búsqueda de modelos que puedan probarse empíricamente y por la formulación de hipótesis de trabajo que usen variables que puedan medirse en principio (como en la teoría de la preferencia revelada de Samuelson). En este momento, sin duda la profesión se alejó de las revisiones de Ludwig von Mises, quien, escéptico ante la posibilidad de encontrar constantes y de confirmar o refutar teorías económicas, considera a la econometría como simple historia económica reciente. (p. 64). Samuelson hizo famosa la declaración de que “temía por la reputación” de la economía cuando leía eh las revisiones metodológicas de Menger, Mises, Robbins y Knight.[20] Este último, en realidad representa la ortodoxia con respecto a los asuntos metodológicos antes de la revolución positivista.
Está ortodoxia, dada la complejidad de los fenómenos sociales, adopta hipótesis con un alto grado de generalidad para que puedan establecerse las regularidades teóricas. Así, por ejemplo, toda acción no reflexiva era considerada racional por Mises. Para los economistas comprometidos con el ideal de las pruebas, esa definición sería inapropiada, acercándose a una mera tautología. Así, las definiciones amplias han sido reemplazadas por hipótesis más concretas y los conceptos teóricos establecidos fueron reinterpretados para ser más operativos.
Así, la búsqueda de modelos que pudieran ser sometidos a prueba en un campo marcado por los fenómenos complejos, cuya complejidad actúa en contra de esta investigación, generaba un interesante dilema metodológico: si a un nivel general, tener razón se ve como no científico, producir hipótesis específicas acerca de fenómenos complejos hace que estas hipótesis sean refutadas automáticamente, así que la alternativa es equivocarse, pero con un método correcto.[21] Este dilema explica la predominancia de la aproximación metodológica moderna conocida como instrumentalismo:[22] No importa el realismo de los supuestos, sino su poder predictivo. Esto reconcilia la demanda de hipótesis operativas con la desagradable comprensión de que estas tienden a ser refutadas fácilmente, manteniendo la ilusión positivista de que las teorías se compararían por su capacidad para predecir fenómenos.
La comprensión de que no se descartaban teorías cuyas predicciones fracasaban, de forma que los criterios instrumentalistas funcionaban principalmente como estrategia retórica para el rechazo de explicaciones en competencia, unido a la falta de progreso teórico derivado de la adopción de una economía más empírica y el progresivo descrédito de la filosofía positivista, hicieron que se invirtiera el desdén por las opiniones metodológicas de Ludwig von Mises y se reconsideraran sus opiniones. Después de todo, según su hermano Richard, el positivismo lógico no era solo una doctrina metafísica en la medida de que el éxito o fracaso del proyecto positivista pudiera verificarse empíricamente. Tal vez haya algo de verdad en esa frase.

Referencias

BARTLEY III, W.W. & Radnitzky, G., (eds.) Evolutionary Epistemology, Rationality and the Sociology of Science. La Salle: Open Court, 1987.
CALDWELL, B.J. Beyond Positivism: Economic Methodology in the Twentieth CenturyLondres: George Allen & Unwin, 1982.
DETTERING, R. The Criterion of “Connectibility”, 1953.
FRIEDMAN, M. “The Methodology of Positive Economics” en Essays in Positive Economics,Chicago: University of Chicago Press, 1966.
HAYEK, F.A. The Counter-Revolution of Science: Studies in the Abuse of Reason.  Indianapolis: The Free Press, 1979 [1955].
HAYEK, F.A. “The Theory of Complex Phenomena”, in HAYEK, F. A. Studies in Philosophy, Politics and Economics. London: Routledge, 1967.
KIRZNER, I.M. The Economic Point of View: An Essay in the History of Economic Thought.Kansas City: Sheed & Ward , 1976.
MENGER, C. Investigations into the Method of Social Sciences. Grove City: Libertarian Press, 1996 [1883].
MILL, J. S. “Da Definição de Economia Política e do Método de Investigação Próprio a Ela”. En: Os Pensadores. São Paulo: Abril Cultural, 1984.
MISES, L. The Ultimate Foundation of Economic Science: An Essay on Method. Nueva York: Foundation for Economic Education, 1978 [1962].
MISES, L. Ação Humana. São Paulo: Instituto Mises Brasil, 2011.
MISES, R. Positivism: A Study in Human Understanding. Nueva York: Dover Publications, 1951. Traducido de Kleines Lehrbuch des Positivismus, Hage: von Stockum, 1939.
NEURATH, O. CARNAP, R. & HAHN, H. “The Scientific Conception of the World: The Vienna Circle [1929]” En: NEURATH, M. & COHEN, R.S. (eds.) O. Neurath: Empiricism and Sociology, Capítulo 9, 1973.
SCHORSKE, C. E. Fin-de-Siècle Vienna: Politics and Culture. Nueva York: Vintage Books, 1981.
SKOUSEN, M. The Making of Modern Economics. Nueva York: ME Sharpe, 2001.
ROTHBARD, M. Ludwig von Mises: Scholar, Creator, Hero. Auburn: L v Mises Institute, 1988.

El artículo original se encuentra aquí.
[1] Schorske, 1981, p. xxvii.
[2] Aunque Carl Menger, en sus tratados teóricos no había explorado las consecuencias políticas de su teoría, reveló su liberalismo en el  material que usó  cuando fue tutor de Rodolfo (príncipe coronado del Imperio Austrohúngaro, que posteriormente se suicidaría).
[3] Mises, R. 1951.
[4] Mises, L. 2011 y 1978.
[5] Rothbard, 1988, n. 34, p. 79.
[6] Skousen, 2001, p. 290.
[7] Neurath y otros, 1973.
[8] Bartley y Radnitsky, (eds.), 1987.
[9] Mises, R., 1951.
[10] Menger, 1996.
[11] Mises, L, 1978.
[12] En economía, sirve de ejemplo de un fracaso paralelo el de la teoría la preferencia revelada, que buscaba reemplazar la teoría de la decisión del consumidor y sus conceptos subjetivos de preferencias y utilidad por otro basado solamente en las decisiones, precios y rentas observables.
[13] Hayek, 1979, segunda parte.
[14] Mises, 2011.
[15] Kirzner, 1976.
[16] Hayek, 1976, en su penetrante análisis del positivismo en las ciencias sociales, resume de manera similar el contraste. Para este autor, la economía metodológicamente sería subjetivista, individualista y teórica, mientras que el cientifismo implica las posturas opuestas: objetivismo, colectivismo e historicismo.
[17] El autor parece reticente sobre este punto. Unas veces adopta el verificacionismo y otras ataca el falsacionismo. Sin embargo, en el texto bajo discusión, el autor dice: “el principio positivista de la verificabilidad modificado por Popper es indiscutible como principio epistemológico de las ciencias naturales”  (p. 119-120).
[18] Hayek, 1979.
[19] “Cuando puedes medir y expresar en números aquello de lo que estás hablando, sabes algo acerca de ello, cuando no puedes expresarlo en números, tu conocimiento es de un tipo pobre e insatisfactorio; puede ser un principio de conocimiento, pero resulta escaso, en tus pensamientos para avanzar en el estado de la ciencia”.
[20] Caldwell, 1982, p. 118
[21] Hayek, 1967, dice que aunque debamos hacer teorías tan falsables como sea posible, cuanto mayor sea la complejidad del asunto, inevitablemente menor será el grado de falsación de teorías acerca de estos fenómenos. Este sería un precio a pagar por el estudio de dichos fenómenos.
[22] El texto de Friedman (1966) es representativo de esta aproximación metodológica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario