Walter Williams
Las utilidades son mal comprendidas, vistas como inmerecidas y a veces condenadas como perversas. Quizás por eso la gente a menudo anuncia con reverencia, con un aire de superioridad moral, “Nosotros somos una organización sin fines de lucro.”
Antes de subirse a su gran caballo de la moralidad, deberían recordar que las organizaciones sin fines de lucro han causado algunos de los peores males, pesares y disatisfacciones en el mundo. Después de todo, entre las organizaciones sin fines de lucro están gobiernos opresivos, servicios de correos y la educación pública.
Las utilidades no son un ítem grande en las cuentas de la renta nacional. En 1999, las utilidades después de impuestos constituían aproximadamente el 6% del Producto Interior Bruto (PIB); en comparación, los sueldos constituían más del 60%. Las utilidades (como los sueldos, el interés y la renta) son un componente vital de una economía que funcione armoniosamente.
Por lo tanto, ¿qué son las utilidades? Dicho sencillamente, las utilidades son un precio, así como los sueldos, las rentas y los intereses son precios. Las utilidades son los precios pagados como reclamaciones residuales a los empresarios, en su rol de personas que toman el riesgo, que innovan, que toman las decisiones. Así como los trabajadores no proveerán sus servicios sin sueldos, los empresarios no proveerán los suyos sin utilidades.
Las utilidades, como otros precios, encaminan a los recursos desde usos valorados modestamente a usos más altamente valorados.
Un exitoso hombre de negocios debe recibir no solamente suficientes ingresos para cubrir los sueldos, rentas e intereses, sino también utilidades. Para cumplir con esa proeza, no solo debe satisfacer a los clientes, sino que debe hacerlo de una manera que utilice eficientemente todos los recursos de los que dispone. Si fracasa en cubrir todos sus costos, significa que no está usando sus recursos eficientemente o que los clientes no aprecian su producción en comparación con alguna otra alternativa.
Cuando una firma no puede presentar utilidades, termina fuera del negocio. Eso significa que sus recursos, trabajadores, inmuebles y capital están ahora disponibles para otro que pueda darles un mejor uso. Por supuesto, el gobierno puede frustrar este proceso con subsidios que permitan a los empresarios continuar administrando mal los recursos.
Tú dices, “OK, Williams, estoy contigo en lo que respecta a utilidades normales, pero qué dices acerca de las utilidades totalmente imprevistas: lo que algunas personas llaman utilidades obscenas?” Son ganancias muy superiores de las necesarias para que un empresario pueda mantenerse en el negocio, pero los beneficios imprevistos también juegan un rol vital. Los beneficios imprevistos anuncian que una necesidad humana no está siendo satisfecha. Aparecen recursos para satisfacer esa necesidad. Por ejemplo, cuando el Huracán Andrew devastó partes del sur de Florida, los precios de la madera contrachapada se pusieron por las nubes. El fiscal general de Florida amenazó con tomar acciones legales contra compañías que especulasen con los precios.
Esas utilidades extraordinarias transmitieron mensajes al resto de la economía. Digamos que los precios de madera contrachapada, antes del huracán, eran de 10$ por lámina y que después eran de 20$. Ese potencial de utilidades creó una poderosa señal. En vez de que los fabricantes de madera contrachapada vendiesen su inventario a, digamos, comerciantes mayoristas de Pennsylvania por 8$ la lámina, estaban más que encantados de enviarlas a comerciantes mayoristas de Florida por precios más altos. Los comerciantes mayoristas en otros estados estaban encantados de vender su madera contrachapada a los floridenses por precios más altos. Debido a que los suministros de madera contrachapada se estaban moviendo hacia Florida, los precios de madera contrachapada se elevaron en los demás lugares.
Desde un punto de vista social, esto es maravilloso. Supongamos que planeo pasar un sábado por la tarde construyendo una casa para mi perro. Voy al almacén de maderas de mi barrio en Pennsylvania, esperando pagar 10$ por una lámina de madera contrachapada, y llego ahí y descubro que cuesta 18$. Digo yo, “¡Al cuerno con el perro; que duerma bajo la lluvia!” Voluntariamente he hecho que esté disponible una lámina de madera contrachapada para una utilización más valiosa: reconstruir la casa de un humano.
Ninguna de estas y otras acciones voluntarias, que hacen que la madera contrachapada esté disponible para los floridenses, se produciría si es que establecieran controles de precios para la madera contrachapada, haciendo que los precios fueran los mismos antes y después del huracán. Los precios que fluctúan libremente, incluyendo el potencial de altas utilidades imprevistas, alientan a que la gente haga voluntariamente lo que favorece al interés social.
En mercados libres y abiertos, las utilidades deben ser ensalzadas, no tratadas con desprecio, como los charlatanes políticos y de la economía querrían que hiciéramos.
Traducción por John Leo Keenan, el artículo se encuentra aquí.
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