Digamos que tenemos un acuerdo comercial que elimina completamente 18.000 aranceles existentes entre 12 países que, a falta de ese acuerdo, estarían amenazándose entre ellos con barreras comerciales punitivas. Para cualquier persona con sentido común, esto suena fantástico. A menos que uno sea un ludita, un nativista, o un sindicalista, parece haber toda clase de razones para apoyarlo. El intercambio comercial es bueno. El comercio global es bueno. Menos barreras comerciales son algo bueno.
Pero digamos que este mismo tratado obliga a que los gobiernos de los 12 países firmantes reconozcan una cantidad salvaje de privilegios en favor de corporaciones retrógradas que están pagando para conservar sus carteles. Con ello me refiero a grandes medios de comunicación, grandes discográficas y grandes compañías farmacéuticas. Todos ellos hacen lo imposible para mantener su «propiedad intelectual» y para aplastar y destruir lo que ellos llaman «piratería», que en realidad equivale a la libre competencia de mercado.
¿Qué pasa si este maravilloso tratado comercial era sólo un caballo de Troya para favorecer una dramática expansión de estos monopolios corporativos? ¿Qué pasa si el único objetivo del tratado fuese emplear este lenguaje de crecimiento y globalización para combatir y aplastar la corriente favorable al intercambio de información universal que resulta inherente a la era digital?
Estoy hablando aquí del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP por sus siglas en inglés). Al igual que las discusiones sobre el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) y de la Organización Mundial del Comercio (OMC) antes que él, el TPP se está vendiendo como un acuerdo de libre comercio. Las facciones, a favor y en contra, se han formado sobre esta base. Pero todo ello es una gran distracción. La verdadera naturaleza del tratado es extremadamente proteccionista. Protege a un puñado de poderosos actores de la industria de la genuina competencia en el mercado.
Los rumores acerca de las medidas referidas a la propiedad intelectual han estado circulando durante años. Pero nadie conocía los resultados de las interminables y secretas negociaciones hasta que Wikileaks se puso a ello y dio a conocer el proyecto de texto completo de las secciones relacionadas con la propiedad intelectual, que ha resultado incluir mucho más que la charla habitual y las esperables concesiones en beneficio de unas pocas industrias adineradas.
Las secciones de propiedad intelectual que intenta imponer el TPP —a fuerza de chantaje— incluyen lo peor de la ley estadounidense aplicable a derechos de autor, patentes y marcas, y lo hacen en industrias en cuya regulación existía aún cierta libertad.
La Ley de Derechos de Autor «Milenio Digital» (DMCA), por ejemplo, hace recaer la carga de la prueba sobre los sitios web y los proveedores de servicios de Internet para asegurarse de que su contenido no vulnera derechos de autor. Un libro podría tener 75 años de antigüedad y estar completamente descatalogado, pero si un web bot descubre una copia en PDF en el sitio, el gobierno puede forzar su cierre inmediato. Este sistema se aplica exclusivamente a EE.UU. en la actualidad, pero el TPP garantiza su aplicación en los 12 países de la cuenca del Pacífico —algunos de los cuales alojan hoy en día las principales fuentes de información gratuita de todo el mundo.
La mayor revelación del documento filtrado se refiere a las grandes compañías farmacéuticas. Su visión es bastante simple: quieren poner fin a los medicamentos genéricos y la forma en que distribuyen copias de los productos de marca a precios mucho más bajos. En los países extranjeros, los medicamentos genéricos resultan vitales. Son la forma en que la gente se beneficia de la mejora de la tecnología médica sin pagar los exorbitantes precios de los Estados Unidos.
El TPP supondría un avance enorme hacia la ilegalización de los genéricos para una gran cantidad de fármacos. Todo se reduce a las reglas que se utilizan para decidir si los genéricos pueden siquiera llegar a producirse. En los EE.UU. hay una práctica llamada «vinculación» que impide la producción de drogas si hay pendiente alguna disputa sobre patentes. La vinculación no se aplica en la mayoría de los países firmantes del TPP.
Político explica:
Algunas de las disposiciones más polémicas implican «vinculación de patentes», lo que impediría a los reguladores de los países miembros del TPP aprobar medicamentos genéricos siempre que haya problemas de patentes no resueltos. El proyecto de TPP haría que esta vinculación fuese obligatoria, lo que podría facilitar que las compañías farmacéuticas se defendiesen de los genéricos con sólo invocar una violación… En una carta de 15 abril dirigida a Froman, Heather Bresch, el CEO de la compañía de medicamentos genéricos Mylan, advertía de que la vinculación obligatoria de patente sería «una fórmula para perpetuar indefinidamente los monopolios farmacéuticos», que conduciría al rechazo automático de las aplicaciones genéricas. En EE.UU. ya está vigente la vinculación obligatoria, pero no en la mayoría de los demás países del TPP, y Bresch argumentaba que la ley en EE.UU. incluye una serie de garantías e incentivos para las empresas de medicamentos genéricos que no se han incorporado al TPP.
Lo que es aún más llamativo es que el TPP ampliaría en realidad la vinculación para dar cobertura a nuevas clases de fármacos en los EE.UU.
Político explica una vez más:
Quienes se oponen están preocupados también por el efecto del tratado sobre el mercado de EE.UU., debido a que el texto proyectado extendería la vinculación obligatoria a las patentes biológicas, el próximo gran negocio en el mundo farmacéutico. Los medicamentos biológicos pueden costar cientos de miles de dólares al año para los pacientes con enfermedades como la artritis reumatoide, la hepatitis B o el cáncer, y los primeros sucedáneos aún no han llegado a las farmacias. Los críticos dicen que la extensión de la vinculación a productos biológicos —que podría implicar cientos de patentes— les ayudaría a protegerse indefinidamente de la competencia.
De modo que los costos de este tratado podrían sentirse no sólo en el extranjero. Los costos institucionalizarían aún más el monopolio farmacéutico en los EE.UU., de modo que la gente pagaría mucho más que en la actualidad por los medicamentos, e incluso pondría freno a la investigación y el desarrollo más allá de lo que los principales actores de la industria estén dispuestos a asumir para sacar un producto al mercado.
Y no afecta únicamente a EE.UU, sino también a los países que forman parte de este convenio, que están siendo chantajeados, acosados y sobornados por la clase dirigente de Estados Unidos para aceptar una mala ley a cambio de acceso a los mercados. Así no es como se supone que funciona el comercio.
Pero desde la perspectiva de la clase dirigente, este es el objetivo principal de los tratados comerciales. Cualquier país puede tener libre comercio en cualquier momento que quiera. Sólo tiene que dejar de penalizar las importaciones y empezar a hacer buenos productos que otros quieran comprar. Uno tiene que preguntarse: ¿qué persiguen en realidad estos documentos de mil páginas, años de negociaciones, y todo este secretismo? ¿Por qué cualquier aspecto del TPP se ha publicado primero en Wikileaks?
¿Qué es lo que no quieren que sepamos?
El abogado de patentes Stephan Kinsella explica: «Lo que está sucediendo aquí es que EE.UU., a instancias de la RIAA americana (industria de la música), la MPAA (Hollywood), y la industria de las grandes farmacéuticas, está usando su estatus hegemónico de superpotencia para imponer el derecho de propiedad intelectual al estilo americano en otros países, para el beneficio de estos intereses especiales. Esto viene sucediendo desde hace décadas… Una vez ratificado el TPP, como espero que ocurra, la draconiana ley de propiedad intelectual al estilo estadounidense entrará en vigor en países que representan alrededor del 40% del PIB mundial.»
Adam Smith dio en el clavo: «La gente del mismo oficio rara vez se reúne, ni siquiera para divertirse o pasar el rato, sin que la conversación acabe en una conspiración contra el público, o en algún artificio para elevar los precios.»
Quienes han conocido de primera mano estas negociaciones dicen que los negociadores estadounidenses han operado básicamente como grupos de presión de la industria farmacéutica estadounidense. Esta es la razón por la que Médicos sin Fronteras se ha posicionado tan firmemente en contra del TPP. Y es también la razón por la que la Fundación para Libertad Electrónica ha hecho lo mismo.
La mejor defensa del TPP es que mucha gente mala está en contra de él. Pero eso no quiere decir que los verdaderos liberales deban estar a su favor. En política, lo que parece una radiante y deliciosa manzana roja puede estar envenenado de raíz.
Publicado el 13 de octubre de 2015 en liberty.me, traducido por Jon Rouco, el artículo original se encuentra aquí.
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