Matthew Lynn
El precio del petróleo está estancado y se lleva consigo al resto del mercado de materias primas. La Reserva Federal subió los tipos de interés por primera vez en nueve años, lo que hará que se dispare el dólar. Se avecina un maremoto político cuando los presupuestos y déficits comerciales se vuelvan insostenibles.
Hay muchas razones por las que los inversores se han empezado a marchar de los mercados emergentes y han puesto su dinero (si es que lo han hecho) en países industriales, más seguros y establecidos. Pero esperen porque hay algo en esta historia que no cuadra.
En realidad, los mercados emergentes siguen emergiendo. Sus índices de crecimiento económico van muy por delante de lo que el mundo desarrollado puede lograr, su demografía sigue en mucha mejor forma y lo mismo pasa con sus finanzas. En los temas que realmente importante, como el Estado de Derecho, la facilidad para hacer negocios y la apertura de los mercados, siguen avanzando deprisa. Está claro que algunos de ellos, como Sudáfrica y tal vez Rusia puede que estén metidos en apuros, pero al resto le va tan bien como siempre y, más tarde o más temprano, los precios de los títulos se pondrán a la altura de ese progreso.
El año en las bolsas
No ha sido un año excelente en la Bolsa para nadie, aparte de un par de acciones tecnológicas, pero especialmente doloroso para los países supuestamente en el camino de la modernización. Hasta ahora, el índice de valores de los mercados emergentes MSCI ha bajado un 19% desde principios de 2015. Han salido 40.000 millones de dólares en fondos de esos países solo en el tercer trimestre, según Institute of Finance. Algunas monedas, como el ringgit malasio o el rublo ruso han sido de las que peor han cumplido. Miremos por donde miremos, la tinta roja se acumula.Los motivos son fáciles de entender. El giro de los mercados de materias primas ha infligido mucho dolor a los grandes exportadores de materias primas. La recesión del comercio global ha supuesto un problema para los países que basan sus economías en convertirse en centros baratos de manufactura para Europa y Estados Unidos (sobre todo China pero también Vietnam, Polonia, México y muchos más).
Podría haber un techo de cuántos productos de fabricación barata puede absorber el mundo desarrollado y eso limita el crecimiento. El fin ya consumado del dinero barato en EEUU será duro para los países que han dependido de mucha deuda para alimentar su desarrollo y ahora será más difícil pedir prestado y pagar los intereses de las deudas. Todo eso ha creado una serie de retos que no existían hace años y ayuda a explicar por qué los valores y las monedas se desmoronan.
Convertirse en economías modernas
Pero no es ni de lejos toda la historia. El argumento de los mercados emergentes no depende realmente de su capacidad para seguir fabricando ropa y teléfonos tirados de precio, ni de su acceso a muchos dólares baratos, sino que se apoya en la idea de que muchos países estaban a punto de seguir la senda de Japón en los años sesenta y los tigres asiáticos en los ochenta y noventa, y convertirse economías modernas y desarrolladas, más que capaces de sostener su propio crecimiento. ¿Que cómo les está yendo? Magníficamente bien.Veamos por ejemplo la última encuesta del Banco Mundial sobre la facilidad para hacer negocios. Según ella, muchas economías desarrolladas avanzan a pasos agigantados como mercados donde se pueden crear y levantar empresas. Algunos resultados sorprenden, como que pese a la imposición de sanciones y el creciente autoritarismo del régimen de Putin, Rusia ha visto ganancias notables en su competitividad global, y ha pasado del puesto 62 mundial al 51, el mejor rendimiento de los países BRIC. O fijémonos en Kenia, que ha ascendido 21 puestos en la clasificación. Uganda ha subido 13 puestos y también Kazajistán.
La República Checa ha avanzado mucho, al igual que México. Incluso otros mercados emergentes, relativamente menores, han progresado tanto como sus grandes rivales desarrollados. Macedonia, por ejemplo, se sitúa en el duodécimo mejor lugar en el mundo para hacer negocios, por delante de Canadá y Alemania. La diminuta Estonia ocupa el 16º lugar de la lista, por delante de Suiza. Pero lo más curioso es que todos habían avanzado mucho. Con contadas excepciones, como Arabia Saudí, casi todos estaban mejor que hace un año y muchos con gran diferencia. Y hay más señales, como Turquía, habitualmente descartada por ser uno de los mercados emergentes más decepcionantes. En el último trimestre creció un 4%. Polonia está previsto que crezca más del 4% el año próximo. El crecimiento de Vietnam se acerca al 7% y Kenia se expandió otro 5% en 2015 y debería superar ese índice el año que viene. Estos índices tal vez no sean tan altos como esperaban algunos inversores pero son constantes y cualquier economía que crezca un 5% año sí y año también se enriquece mucho y deprisa. Las tortugas, como dice la fábula, a veces le ganan la carrera a las liebres.
Siembre habrá altibajos
Los mercados siempre serán volátiles y nunca dejará de haber altibajos, hasta ahí nada nuevo. Pero a medio plazo eso no determina el crecimiento a largo plazo. Lo que cuenta son los factores reales. ¿Se está fortaleciendo el estado de derecho de modo que los contratos sean fiables y se proteja la propiedad? ¿Los bancos centrales gestionan sensatamente las monedas y los gobiernos pueden estabilizar sus deudas? ¿El sistema educativo genera suficientes trabajadores cualificados? ¿Se liberalizan los mercados, abriéndolos a la competencia? Esos son los factores que determinan si un país puede crecer o no. En esos términos, a los mercados emergentes les va mejor que nunca y mientras puedan mantener ese avance, se seguirán enriqueciendo gradualmente y al final alcanzarán los niveles de prosperidad del mundo desarrollado.Tarde o temprano, los mercados bursátiles se darán cuenta. Es demasiado temprano para darlos por perdidos.
Matthew Lynn, director ejecutivo de Strategy Economics
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