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martes, 7 de octubre de 2014




¿Es explotación el interés?

20 Septiembre, 2012

Durante todo este periodo, la teoría de la explotación ha ocupado mucho espacio en discusiones literarias. Han sido especialmente entusiastas y animadas respecto de un giro peculiar que han tomado y a veces también debido a una especie de tensión dramática. De todos los escritores socialistas, Karl Marx (tal vez no sin un injusto desprecio de otros y en concreto de Rodbertus, cuya categoría científica era alta) ha conseguido la mayor influencia entre sus partidarios. Su obra representaba, por así decirlo, la doctrina oficial del socialismo contemporáneo. Por tanto ocupaba el centro del ataque y la defensa. La literatura polémica del momento se convirtió en literatura sobre Marx. Las circunstancias también eran de un interés inusual. Marx había muerto antes de haber terminado su trabajo sobre el capital. Las partes nos finalizadas se encontraron casi completas en manuscritos entre sus pertenencias. Se esperaba que desarrollaran la explicación de un problema que había sido la causa principal del ataque contra la teoría de la explotación y que, de acuerdo con las expectativas de ambas partes contendientes, desarrollarían la prueba decisiva de la sostenibilidad o no del sistema marxista, el problema de la armonización y conexión de la tasa de beneficio, que la experiencia demuestra que tiende hacia la igualdad en todas las formas de inversión, con la ley del valor y la teoría de la explotación que Marx había desarrollado en su primer tomo.[1]
La publicación del tercer tomo, en el que se trataba este tema, se retrasó hasta 1894, 11 años después de la muerte de Marx. El interés por la cuestión respecto de lo que el propio Marx podría tener haber tenido que decir sobre este muy delicado punto de su teoría se expresó en una especie de literatura profética que tenía por objeto el desarrollo de la probable opinión de Marx sobre el tema de la tasa media de beneficio a partir de las premisas expuestas en su primer tomo. Esta literatura profética llena la década de 1885 a 1894 y presenta una gama majestuosa de publicaciones más o menos extensas.[2] El segundo acto y al mismo tiempo el clímax del desarrollo dramático se alcanzó en 1894 con  la publicación de Engels del tercer tomo póstumo. Y a esto le sigue un tercer acto de una discusión literaria extremadamente animada sobre la estimación crítica de este tercer tomo, su relación con el punto de partida elegido por Marx en el desarrollo sistemático de sus teorías y las futuras perspectivas del marxismo, una discusión que no es probable que llegue pronto a una conclusión.[3]
Puedo contentarme ahora con un mero registro de estos acontecimientos, porque en una parte anterior de esta obra he descrito su contenido científico y los he sometido a un análisis crítico. Tampoco he ocultado mi opinión de que la gran prueba ha resultado decididamente en contra de Marx y sus teorías del valor y la plusvalía y que por eso parece estar cerca el principio del fin.
Pero el periodo bajo exp0licación nos presenta otra evolución teórica muy peculiar que debe mencionarse a este respecto y a la que ha calificado en otro lugar como la rama vulgär-ökonomischen de la teoría socialista de la explotación.[4] Este fenómeno peculiar puede describirse así: Varios eminentes teóricos de una tendencia no socialista, que ni siquiera reconocen las premisas del valor teórico de la teoría socialista de la explotación, ya han adoptado una visión general del interés que es en esencia idéntica a la teoría de la explotación y solo difieren de ella es su forma más moderada y  reservada o menos coherente.
Las expresiones más características de este tipo provienen de Dietzel y Lexis. Dietzel confiesa que en su opinión en esencia la teoría de la explotación es innegable y mantiene que se ve obligado a aceptar la opinión de que el fenómeno del interés es un producto histórico que está enraizado en el derecho mercantil actual y que es uno de los tipos de renta que en una forma de sociedad como la presente son culpados justamente como necesariamente opuestos a máximo suum cuique.[5] Lexis expresa la opinión de que el beneficio normal en el capital está relacionado con las relaciones de poder producidas por la posesión o no de capital. La fuente de los beneficios del dueño de esclavos es inequívoca y puede decirse lo mismo de los beneficios del “explotador”. En la relación normal del empresario y el trabajador no existe explotación de este tipo, sino una dependencia económica del trabajador que indudablemente influye en la división del producto del trabajo. La porción del trabajador en el rendimiento de la producción está condicionado por la circunstancia, desfavorable para él, de que no puede utilizar su poder de trabajar independientemente, sino que se ve obligado a venderlo, renunciado a su derecho al producto a cambio de un medio de subsistencia más o menos adecuado.[6] En otra ocasión, Lexis explica aún más claramente esta opinión suya sobre el origen del interés al decir que el vendedor capitalista, el productor de materias primas, el fabricante, obtienen beneficios en sus negocios vendiendo un precio más alto del que compran, aumentando así el precio de coste de sus bienes en un porcentaje concreto. El trabajador por sí solo no es capaz de obtener una mejora similar en el precio. Debido a su situación desfavorable en relación con el capitalista, se ve obligado a vender su trabajo al precio que le cuesta, es decir, los medios necesarios de subsistencia. Así que aunque los capitalistas al vender bienes a un precio mayor pierdan de nuevo una parte de lo que ganan como vendedores, estos precios por adelantado mantienen toda su importancia para el asalariado que compra y efectúa la transferencia de parte del valor del producto total a la clase capitalista.[7]
En todas estas declaraciones la idea está inconfundiblemente expresada la idea de que los beneficios (y no meramente alguna porción excesiva adquirida bajo circunstancias especialmente gravosas, sino los beneficios ordinarios y normales como tales) derivan de la presión que ejercen las clases propietarias sobre la no propietarias al conseguirse la posición más fuerte que mantienen en la lucha por los precios, una idea que es esencialmente la misma que aquella que forma la esencia de la teoría socialista de la explotación.
Para calificar estas declaraciones, debería prestarse atención a dos circunstancias que pueden mostrar alguna relación entre sí. La primera es que hasta ahora se han presentado solo como declaraciones ocasionales y se han realizado en ocasiones que llevaron a los autores a una confesión de sus propias opiniones sobre el problema del interés, pero no les obligaban a una defensa sistemática y explicación de sus puntos de vista, es decir, a una revisión crítica de las teorías de otra gente (de Marx y la mía propia). La segunda circunstancia es que estas declaraciones hasta ahora se han presentado solo como sencillas expresiones de opiniones, como confesiones de fe de los autores, para las que nunca se ha dado ni intentado una justificación conexionada y teóricamente sostenible. Dietzel no añade ni una palabra en apoyo de sus declaraciones y los breves comentarios[8] con los que Lexis acompaña la expresión de su opinión son tan vagos y dejan el problema tan completamente inexplicado que el propio autor apenas afirmaría que contengan, siquiera en líneas generales, una explicación realmente adecuada.
A la vista del hecho de que las bases teóricas sobre las que se basan normalmente las opiniones de los teóricos de la explotación, sobre todo las teorías socialistas del valor y de la plusvalía, no las utilizan estos autores como bases para su teoría aliada del interés, y a la vista del hecho de que hasta ahora no se ha creado ningún otro fundamento sostenible para ella, como historiador de doctrinas tengo simplemente que registrar el hecho de que existen estas opiniones y que al menos en el presente existen meramente como declaraciones no teóricas sin demostrar. Debemos esperar para ver si se hará un intento serio para elevar estas confesiones de fe a teorías reales basadas en algún tipo de fundamento o si morirán como meras expresiones de sentimientos en las que la tendencia del tiempo declina sin ningún intento de ponerlas en conexión con premisas científicas sostenibles.[9]

Notas
[1] Ver “Geschichte und Kritik der Capital zins-Theorien,” 2ª ed., Sección XII, p. 530 y ss.
[2] He dado una recopilación de esta en otra ocasión (en un ensayo “Zum Abschluss des Marx’schen Systems”, en “Festgaben für Carl Knies,” 1896, p. 6). Comprende: Lexis,Jahrbücher für Nationalökonomie, 1885, ν.F., Vol. XI, pp. 452-465; Schmidt, “Die Durchschnittsprofitrate auf Grund des Marx’schen Wertgesetzes”, Stuttgart, 1889; un análisis de este último escrito por mí mismo en Tübinger Zeitschrift f d. ges. Staatstv., 1890, p. 590 y ss. y por Loria en Jahrbücher für Nationalökonomie, N.F., Vol. XX (1890), p. 272 y ss..; Stiebeling, “Das Wertgesetz und die Profitrate”, NuevaYork, 1890; Wolf, “Das Räthsel der Durchschnittsprofitrate bei Marx”, Jahrbücher für Nationalökonomie, III F., Vol. 2 (1891), p. 352 y ss.; de nuevo Schmidt, Nene Zeit, 1892-1893, Nº. 4 y 5; Lande, ibíd., Nº. 19 y 20; Firenjan, “Kritik der Marx’schen Werttheorie”, Jahrbücher für Nationalökonomie, III F., Vol. 3 (1892), p. 793 y ss.; finalmente, Lafargue, Soldi, Coletti y Graziadei, en Critica Sociale, de julio a noviembre de 1894. De la otra literatura de este periodo sobre Marx. Podemos referirnos a Georg Adler, “Die Grundlagen der Karl Marx’schen Kritik der bestehenden Volkswirtschaft”, Tubinga, 1887.
[3] De los escritos sobre este tema que han aparecido hasta ahora, pueden mencionarse: numerosos ensayos en Neue Zeit, especialmente por Engels (XIV Jahrgang, .Vol. ι, Nos. ι y 2), Bernstein y Kautsky; luego Loria, “L’opera posthuma di Carlo Marx” (Nuova Antologia, Febrero de 1895); Sombart, “Zur Kritik des Ökonomischen Systems, von K. Marx” (Archivfür soc. Gesetzgebung und Statistik, Vol. VII, Pt. 4); mi ensayo antes mencionado, “Zum Abschluss des Marx’schen Systems”, 1896; Komorzynsky, “Der dritte Band von Carl Marx, ‘das Kapital’”, en Zeitschr. für Volkswirtschaft, Socialpoli-tik und Verwaltung, Bd. VI, p. 242 y ss.; Wenkstern, “Marx”, Leipzig, 1896; Diehl, “Ueber das Verhältnis von Wert und Preis im Ökonomischen System von Carl Marx” (en “Festschrift zur Feier des 25 jährigen Bestehens des staatsw. Seminars in Halle”, Jena, 1898); Labriola, “La teoria del valore di Carl Marx”, Milán, 1899; Graziadei, “La produzione capitalistica”, Turín, 1899; Bernstein, “Die Voraussetzungen des Socialismus und die Aufgaben der Socialdemokratie”, Stuttgart, 1899; Masaryk, “Die philosophischen und sociologischen Grundlagen des Marxismus”, Viena, 1899; Weisengrün, “Das Ende des Marxismus”, Leipzig, 1899.
[4] “Einige strittige Fragen der Capitalstheorie”, Viena, 1900, p. III. (También impresa en Vol. VIII de Zeitschrift für Volkswirtschaft, Socialpolitik und Verwaltung).
[5] Göttinger Gelehrte Anzeigen, Nº 23, 1891, pp. 935, 943.
[6] Schmoller, Jahrbuch, Vol. XIX, p. 335 y ss.
[7] Conrad, Jahrbücher, N.F., Vol. XI (1885), p. 453.
[8] A saber, que incluso bajo la presión total de la competencia (que es la condición necesaria para la nivelación de beneficios hasta el nivel normal), los vendedores capitalistas siguen siendo capaces de mantener permanentemente una plusvalía sobre los costes primarios y que este es el hecho peculiar el que requiere explicación para que sea compatible con las leyes de valor y el precio o para que pueda deducirse satisfactoriamente de él. Aun así no hay nada en lo que dice Lexis que sugiera la existencia de estos hechos. Consultar el exhaustivo tratamiento de este asunto en mi ensayo antes mencionado, “Einige strittige Fragen der Capitalstheorie”, Viena, 1900, p. 110 y ss.
[9] Me he expresado más en detalle sobre esta rama peculiar de la teoría de la explotación en mi muy mentado ensayo, “Einige strittige Fragen der Capitalstheorie”. Un intento algo más antiguo para poner en conexión la teoría de la explotación con una teoría del valor distinta de la socialista puede encontrarse en Wittelshöfer “Untersuchungen über das Capital”, Tubinga, 1890. Este intento es interesante, pero, en mi opinión, poco profundo.

Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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