La gran batalla del gas en Europa
David Page
Expansion.com/2013/07/03/
La Unión Europea trata de reducir su enorme dependencia del gas ruso y promueve nuevas conexiones que le den acceso directo a los yacimientos de Asia Central. Una aventura que se ha convertido en una durísima lucha entre países y entre compañías energéticas para imponer su propio gasoducto. Nabucco, el proyecto más ambicioso y que buscaba cumplir el gran sueño de unir el centro de Europa con el Caspio, está hoy en declive y acaba de perder el gran contrato de suministro de gas ante casi un recién llegado, el proyecto TAP.
La Unión Europea ha marcado como uno de los ejes fundamentales de su política energética la necesidad de reducir su desmesurada dependencia del gas natural procedente de Rusia. La demanda europea de gas ronda los 500.000 millones de metros cúbicos cada año, de los que unos 150.000 millones provienen del vecino ruso. Y el gas procedente de los mercados de Asia Central pasa, además, obligadamente por los gasoductos rusos.
La fiabilidad del suministro del gas ruso quedó en entredicho cuando el Kremlin interrumpió abruptamente las exportaciones a Europa en 2006 y 2009 por sus disputas con Ucrania. Bruselas lleva tiempo impulsando la diversificación de sus fuentes de suministro, potenciando otros corredores de transporte de gas. La gran apuesta de la UE es sumar a los actuales corredores de Rusia, Noruega y norte de África nuevas vías que conecten el continente directamente con Asia Central. La construcción de nuevos gasoductos que unan Europa con los países del Caspio, y que capten también el gas de Oriente Medio, se ha convertido en una prioridad.
Hace ya más de una década, se empezó a perfilar el más ambicioso de los proyectos que buscaban traer a Europa el gas del Caspio. En 2002 se daban los primeros pasos para crear una de las mayores infraestructuras energéticas del mundo, un gasoducto que uniría directamente Austria y los yacimientos de Asia Central. Al enorme gasoducto se le puso nombre de ópera, Nabucco, y recorrería 3.300 kilómetros para traer al corazón de Europa 31.000 millones de metros cúbicos de gas procedentes de Azerbaiyán, Turkmenistán, Kazajstán, Uzbekistán... e incluso también de Irán, Irak y Egipto.
El gran sueño europeo.
El proyecto Nabucco, que pretendía ser una realidad entre 2017 y 2019, contó con el apoyo explícito de la Comisión Europea durante años. El nuevo gasoducto era la infraestructura crucial que serviría para hacer realidad la aventura de abrir un cuarto corredor gasista, tan necesario para la Unión Europea. Hoy Nabucco está en claro declive, y su viabilidad y el inicio de su construcción están en entredicho. El sueño europeo de captar directamente el gas del Caspio se ha convertido en los últimos años en una durísima guerra entre países europeos y entre compañías energéticas. Una lucha que podría haberse cobrado como primera víctima al propio Nabucco.
La enorme competencia ha hecho que en los últimos meses Nabucco haya tenido que recortar su trazado original, reducir el objetivo de suministro fijado e incluso ha sufrido vaivenes en su accionariado. El ambicioso proyecto inicial contempla la unión de Austria y Azerbaiyán a través de 3.300 kilómetros de conducto. Sin embargo, el año pasado Turquía y Azerbaiyán decidieron impulsar la construcción de su propio gasoducto, el Transanatolian (Tanap), para conectar el Caspio con el extremo sureste de Europa. La aparición del nuevo rival hizo que Nabucco decidiera reformular su trazado y centrarse sólo en su recorrido europeo: 1.300 kilómetros de vía que conectarían Austria y Turquía, pasando por Bulgaria, Rumanía y Hungría. Desde entonces el proyecto pasó a llamarse Nabucco West. La previsión de capacidad de transporte, además, pasada de los 31.000 millones de metros cúbicos por año a sólo 10.000 millones (apenas un 2% de la demanda europea y 15 veces menos que el gas importado desde Rusia).
Además de los cambios operativos, Nabucco ha sufrido cambios en su accionariado en pleno proceso de declive. El pasado abril el grupo alemán RWE decidía vender el 17% con que contaba en el capital del consorcio impulsor de la infraestructura. Un mes después entraba en el accionariado, pero sólo con un 9%, la francesa GDF Suez. Los otros socios del gasoducto son la austriaca OMV, la búlgara BEH, la turca BOTAS, la rumana Transgaz y la húngara FGSZ.
Todos los rivales.
La fuerte competencia de otros proyectos ya había hecho generar dudas sobre el futuro de Nabucco. Rusia ya potenció su conexión con Europa al poner en marcha en 2011 el corredor Nord Stream, que une sus yacimientos con Alemania a través del Báltico. Y Moscú ha iniciado también la construcción del nuevo gasoducto South Stream a través de un consorcio ruso-italiano para conectar el Mar Negro con Bulgaria para después abrir ramales hacia Italia y Austria.
El peor de los tropiezos de Nabucco llegó la pasada semana. El contrato de suministro que constituía la gran esperanza para relanzar el proyecto acabó en manos de otro competidor. El consorcio que explotará el yacimiento de Shah Deniz II, en Azerbaiyán, eligió al gasoducto Transadriático (TAP) para el transporte de 10.000 millones de metros cúbicos anuales a partir de 2019. Nadie quiere dar por muerto a Nabucco, pero este último revés podría acabar siendo definitivo. Los analistas ven aún posible el proyecto y dan por hecho que puede firmar otros contratos de suministro o incluso algunos expertos recomiendan que oriente su actividad a captar gas a través del Mar Negro y se olvide del Caspio.
De momento, el gasoducto TAP es el gran ganador de esta primera gran batalla por acercar Europa y Asia Central. Casi un recién llegado, será el encargado de unir el mercado europeo con el proyecto Tanap que impulsaron Turquía y Azerbaiyán. El gasoducto tiene un trazado más modesto (900 kilómetros, entre Turquía, Grecia, Albania e Italia) y los expertos subrayan que es más eficiente económicamente que Nabucco. En los mentideros del sector se apunta que otros factores también han influido en que la concesión del contrato haya recaído en él.
El yacimiento azerí de Shah Deniz II comparte uno de sus accionistas con el consorcio que promueve TAP. El yacimiento está explotado por varias petroleras occidentales, fundamentalmente la británica BP y la azerí Socar, pero también la noruega Statoil. La propia Statoil es el socio principal del gasoducto TAP, con el 42,5% del capital, y le acompañan la suiza Axpo y la alemana E.On Ruhrgas. En paralelo, también podría haber pesado en la decisión del Gobierno de Bakú su interés en tomar el control de la compañía gasista pública griega Desfa (TAP tiene el respaldo de las autoridades griegas) y Rusia también habría influido por su pretensión de que Nabucco no salga adelante (este gasoducto pasa por países a los que Moscú distribuye gas directamente, no así TAP).
Europa, ¿con una sola voz?
"Es una victoria de Europa", dijo después de la concesión del contrato a TAP el secretario de Estado de Industria italiano, Claudio de Vincenti, en una entrevista con Reuters. "No hay perdedores y nosotros no nos sentimos como ganadores", sostenía. En efecto, la Unión Europea gana al dar un paso más hacia la necesaria diversificación de sus proveedores de gas natural. Pero en la lucha fratricida entre países europeos y entre grupos empresariales que ha estallado al calor del suculento negocio del gas del Caspio sí parece que también haya ganadores y perdedores... al menos de momento.
La Comisión Europea insiste desde hace tiempo en su apelación a los países comunitarios a hablar con una sola voz en materia de energía en el ámbito exterior, sobre todo en el caso de la construcción de infraestructuras a gran escala que conecten la red europea con terceros países. Algunos pasos se han dado en este sentido: la Comisión cuenta con el mandato de los Veintiocho para negociar un tratado internacional que vincule a la UE, a Azerbaiyán y a Turkmenistán para desarrollar un sistema de energía común. Pero la competencia entre estados miembros persiste para llevar a su terreno el desarrollo del corredor con Asia Central, y el papel deseable de la UE como mediador para atenuar las rivalidades políticas no ha sido realmente efectivo.
"Sería deseable un incremento de las competencias legales de la UE para poder actuar con más amplitud en asuntos de energía en el ámbito extracomunitario", apuntaba Gema Rico, jefa de la unidad de Asuntos Europeos de la Comisión Nacional de la Energía (CNE), en un reciente informe para el Real Instituto Elcano. Un escenario que permitiría mayor coordinación, unificación de criterios entre los Veintiocho y que reforzaría a los propios países en sus negociaciones con los principales productores de energía. "Los países productores necesidad garantizar sus ventas mientras que los países importadores precisan asegurar sus compras, el equilibrio entre seguridad de suministra y seguridad de demanda se podría asegurar si la UE contara con una estrategia que permitiera crear un escenario de compromisos recíprocos", sostiene Rico, "y así reducir su vulnerabilidad (...) ante cortes de suministro que pueden poner en peligro su seguridad energética".
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