¿Por qué en España los salarios son más bajos?
Juan Carlos Barba. El Confidencial.
Una industria pequeña, de bajo valor añadido y abandonada a su suerte por las instituciones es la explicación.
A pesar de que en 2007, cuando cada vez más voces avisaban de que habría un pinchazo de la burbuja inmobiliaria, el Gobierno restaba importancia al problema diciendo que la industria tomaría el relevo de la construcción. Los hechos han demostrado que tal cosa no ha sucedido. Gran parte de la industria auxiliar asociada a la construcción ha sufrido sobremanera y el resto también –aunque menos– debido a las ondas expansivas de la implosión del inmobiliario, que han erosionado fuertemente la demanda interna y por lo tanto indirectamente al resto de la industria.
La crisis financiera internacional también hizo daño en las primeras fases por la bajada de las exportaciones, pero estas ya en 2010 recuperaron las cifras previas y a día de hoy las superan ampliamente.
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Como se ve, la industria ha perdido todo lo ganado en el periodo de bonanza 1994-2007 y se halla a niveles de actividad de 1989, acumulando casi un 30% de descenso. Si vemos la producción industrial per cápita, la situación es aún peor, pues entonces nos hallamos a niveles de 1976.
La recuperación durante los últimos trimestres ha sido minúscula y hay que recordar que se basa en la mejora transitoria de la demanda internapropiciada por el enorme aumento del endeudamiento exterior.
Si analizamos por sectores, la caída de la producción durante la crisis enbienes de equipo ha sido del 38%, y la recuperación está siendo muy modesta.
En bienes de consumo duradero podemos hablar de auténtica debacle, con caídas del 60% y sin recuperación de ningún tipo.
En bienes de consumo no duradero (que incluye energía y alimentos elaborados, muy inelásticos por su propia naturaleza), ha habido un descenso de la producción del 11% y hay una modesta recuperación.
En bienes intermedios tampoco se ve recuperación y el descenso acumulado desde el principio de la crisis es del 39%.
Entre los grandes subsectores, y exceptuando energía y alimentación elaborada, que son básicamente de consumo interno, podemos destacar:
- La fabricación de productos metálicos (8,8% de la producción industrial), cuya producción está prácticamente a la mitad de la de 2007 y por debajo de la de 1976.
- Fabricación de vehículos de motor (automóviles y camiones básicamente), con el 6,5% de la producción industrial. Está un 32% por debajo de la de 2007, aunque sí que es un sector que ha crecido mucho en los últimos 35 años, desde luego impulsado por el incremento de la demanda mundial, que en 2013 fue 2,3 veces superior a la de 1980. Es decir, que en realidad lo que hemos hecho es mantener la cuota mundial de fabricación.
- La industria química (6% de la producción) ha sido de las que mejor ha mantenido el tipo durante la crisis, pues ha perdido solo el 8% de la producción. Es una industria que ha crecido mucho en los últimos 35 años, aunque el grueso de ese crecimiento se produjo hasta 1990.
- Otros productos minerales no metálicos, que incluyen sobre todo cemento, cerámicos y vidrio (5,2% de la producción). Como es de esperar ha colapsado, en este caso un 65%, por el hundimiento del inmobiliario.
- Fabricación de productos informáticos, electrónicos y ópticos. Se puede decir que esta industria se ha extinguido de facto, pues supone 1/10 de lo que era en 1976, mientras que en otros países ha crecido exponencialmente.
Si nos comparamos con otros países de nuestro entorno, podemos ver que la crisis de la industria ha sido aquí mucho más grave que en cualquier otra gran economía del mundo. En EEUU la producción supera la de 2007, mientras que en Alemania ya es casi igual. En Francia solo ha habido una recuperación parcial, pero el descenso acumulado es solo la mitad del español, un 15%. En el conjunto de la OCDE la producción industrial se aproxima mucho ya a la de 2007 y ni siquiera el descenso de producción italiano (25%) alcanza al español.
Si consideramos la producción por sectores en relación a otros países de nuestro entorno, nos podemos dar cuenta de que nuestra industria es pequeña (la mitad en volumen de la francesa o italiana y poco más de la quinta parte de la alemana), pero bien representada en algún sector importante en una economía industrial moderna como la automoción (igual tamaño que en Italia y 4/5 del tamaño de Francia). La industria de la automoción alemana constituye un caso especial, ya que el valor de su producción es enorme respecto a todos los demás países de Europa (unas siete veces mayor que la española).
En el resto de sectores de alto valor añadido la situación general suele ser de presencia pero con un tamaño francamente bajo, salvo excepciones. Llama la atención cómo Italia ha conseguido situarse en los sectores de textil y cuero(de alto valor añadido) con valores de producción seis veces mayores que los españoles, construyendo una industria enorme. Contrasta con cómo se dejó prácticamente morir a las correspondientes industrias españolas ante la casi total apatía y falta de apoyo de las instituciones.
El caso de la maquinaria es especialmente malo, ya que el tamaño es 1/3 del francés, 1/7 del italiano y 1/14 del alemán, tratándose este de un sector gigantesco en todos esos países, especialmente en Italia y Alemania. Una situación casi igual de mala podemos encontrar en el caso del material eléctrico y el mencionado anteriormente de la electrónica, ambos sectores importantes en esos tres países, y especialmente en Alemania.
En el resto de sectores importantes la situación es mala en casi todos ellos, con una presencia muy discreta, salvo aquellos que son industrias maduras o de escaso valor añadido, como la producción de manufacturas básicas de metales, refinados de petróleo e industria alimentaria y de bebidas, en que sí que nos encontramos con una situación aceptable.
Esta situación tan desfavorable de nuestra industria provoca dos problemas fundamentales. El primero es que, al generar mucho menos valor añadido, esto se traduce en menores niveles de demanda agregada y por lo tanto de salarios en el conjunto de la economía. Cualquier medida de estímulo de la demanda choca con el pequeño tamaño de un sector exportador que no puede financiar las importaciones. El segundo es que, al predominar la industria de bajo y medio valor añadido, ello nos hace mucho más vulnerables a la competencia desde países de bajos niveles salariales y por lo tanto a las deslocalizaciones.
¿A qué se debe esta situación? Es evidente que no puede suceder por escasa formación de la población o por falta de capital para invertir, ya que en ambos aspectos nos encontramos bien situados. Explicaciones como una tendencia general de la población a no innovar o arriesgarse en aventuras empresariales tampoco parecen aceptables a la luz de un mínimo de conocimientos de sociología moderna, ya que esas actitudes, en caso de existir, serían más bien consecuencia que causa. Por lo tanto la única explicación plausible es un mal diseño institucional, que hace que exista un entorno administrativo, regulatorio y de financiación adverso para el surgimiento y desarrollo de este tipo de empresas. Es decir, que una élite político-financiera (lo que se suele llamar “casta”) se ha apropiado de las instituciones públicas que son propiedad de toda la sociedad y se dedica sistemáticamente a utilizarlas en su beneficio y no en pro del interés general.
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