Europa avanza hacia Japón, no hacia EEUU
Publicado el 22 octubre 2014 por Juan Ramón Rallo
El reciente estancamiento de la economía europea ha vuelto a resucitar las proclamas keynesianas de que el Viejo Continente necesita nuevos planes de estímulo para relanzar su crecimiento. Esta misma semana, el Gobierno francés presionaba al alemán para que disparara su gasto público en 50.000 millones a lo largo del próximo trienio: la idea es que un mayor gasto interior terminará filtrándose a sus vecinos en forma de mayores ventas hacia el gigante teutón.
Rajoy y sus cuates, evidentemente, también rezan para que Merkel abandone el equilibrio presupuestario, de modo que termine filtrándose algo de calderilla del contribuyente alemán dentro de nuestras fronteras. En este sentido, el paradigma de recuperación a lomos del gasto público parece ser EEUU, donde Obama y la Reserva Federal han colaborado en descuadrar las cuentas de la primera economía mundial. Poco les importa a los sicofantes de los estímulos estatales que el gasto público estadounidense lleve congelado en términos absolutos y reduciéndose en términos relativos desde 2010, o que el gasto público estadounidense siga siendo hoy 13 puntos inferior al de la eurozona (elementos que también deberían ponderar en sus simplificadores análisis). Pero, además, apelar exclusivamente a Estados Unidos con el propósito de demostrar el probado éxito del keynesianismo resulta tergiversador en tanto en cuanto existen otras conocidas experiencias muchísimo menos exitosas… tal como sucede con Japón.
Japón ha aumentado su gasto público nominal un 12% desde 2007, disparándolo desde el 33% del PIB al 40% en 2013. Además, el primer ministro Shinzo Abe ha venido implantando desde finales de 2012 una muy expansiva política monetaria similar a las flexibilizaciones cuantitativas que al otro lado del Pacífico promovió Ben Bernanke. ¿Y de qué ha servido semejante despliegue de estímulos estatales? Absolutamente de nada: la economía japonesa se ha mantenido totalmente plana entre mediados de 2013 y mediados de 2014. Es más, en el segundo trimestre de este año, el PIB se contrajo un 7,1% en términos anualizados.
Lo normal en cualquier economía medianamente sana sería asistir ante un apreciable rebote tras semejante batacazo. Pero en el keynesiano e hiperestimulado Japón no parece que vaya a ser el caso: el nuevo ministro de Economía japonés, Akira Amari, acaba de declarar que “debido a los tifones y a las intensas lluvias de julio y agosto, la situación económica de Japón en el tercer trimestre probablemente no indique una robusta recuperación”.
Lejos de reconocer el fracaso absoluto del Abenomics, Amara ha optado por culpar al clima y por huir hacia adelante a la manera europea. ¿Que los megaestímulos no han funcionado? No pasa nada, eso es que necesitamos todavía más estímulos: “Tendremos que optar por un paquete de estímulo que permita recolocar a la economía en la senda de crecimiento”.
Dos décadas y media con planes de estímulo y la economía japonesa sigue fuera de la senda de crecimiento. Pero entonces, ¿por qué los promotores del keynesianismo manirroto dentro de Europa únicamente saben referirse al caso estadounidense y ocultan deliberadamente el fiasco nipón? A la postre, el país del Sol naciente guarda gigantescos paralelismos con el Viejo Continente: economía extremadamente rígida, sobreendeudamiento público y privado, burbuja inmobiliaria enquistada durante años, envejecimiento demográfico o sistema bancario a medio capitalizar.
Debería ser obvio que la recuperación no llegará a Europa mediante un dopaje fiscal que rememore los peores años del Plan E español. La recuperación llegará, en todo caso, de la mano del ahorro y de la libertad de mercado: ahorro privado y público para comenzar a minorar su excesivo endeudamiento y flexibilidad para reconstruir su devastado aparato productivo.
La lección que debería estar extrayendo Europa de su propia crisis no es que deba seguir perseverando en el error del estatismo, del hiperendeudamiento y de la esclerosis productiva. Al contrario, Europa necesita solventar sus desequilibrios interiores, incrementando su inversión y pagando sus enormes deudas. Más ahorro y más libertad de mercado es lo que necesitamos. En cambio, los desesperados eurócratas sólo saben ofrecernos más despilfarro financiado con emisiones de deuda dentro de un entorno empresarial maniatado: un cúmulo de despropósitos que no nos acercará a EEUU, sino a Japón.
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