Diez razones para condenar la inflación
La inflación, definida como una expansión de la oferta de dinero no respaldado, es un mal elemental, siempre y en cualquier parte en que ocurra.[1] Es la causa ignorada y esencial de numerosos problemas en la economía y en la sociedad, incluyendo:
1. La inflación causa auges y declives
El aumento en la oferta monetaria que implique la concesión de más crédito significa que el nuevo dinero es creado por crédito y no está cubierto con ahorro. Esto hace que los tipos de interés caigan más de lo que ocurriría sin una expansión de la oferta monetaria. El resultado es un auge económico artificial, al que los políticos y el público en general dan inicialmente la bienvenida. Se disparan las inversiones que no se habrían llevado a cabo si el capital invertido se hubiera ahorrado en primer lugar, antes que dichas inversiones. Por tanto, son insuficientes los recursos disponibles para completar todos los proyectos así empezados. Además, los recursos (que son escasos, por su propia naturaleza) no se dirigen a donde más se necesitan: en los proyectos más urgentes. Cuando aumentan de nuevo los tipos de interés, las malas inversiones salen a la luz y se produce una crisis (un declive). Para superar el declivem el banco central reduce de nuevo el tipo de interés. Así que no se permite que se produzca una crisis que limpiaría las cosas, porque es indeseable políticamente.
2. La inflación redistribuye riqueza y poder adquisitivo
Una expansión sin respaldo de la oferta monetaria causa que aumenten los precios de bienes y servicios. Las partes que reciben primero el dinero recién creado se benefician. Son capaces de hacer compras con precios de bienes que aún no han aumentado, mientras que los receptores posteriores del dinero solo disfrutarán de los beneficios del nuevo dinero cuando los precios de los bienes ya hayan aumentado. Se les pone en desventaja y pérdida respecto de los receptores iniciales del efectivo. Además, algunos participantes del mercado no ganan nada del dinero recién creado. Los receptores iniciales son los bancos, el estado y las grandes empresas. Este efecto solo se produce cuando el precio de los bienes permanece estable debido a la expansión monetaria y en caso contrario habrían caído sin una expansión de la oferta monetaria. En este caso, la inflación es particularmente nefasta.
3. La inflación impide que bajen los precios de los bienes
Una mayor productividad y una división del trabajo reforzada en una economía nacional permiten que aumente la cantidad de bienes y servicios producidos. Si la oferta monetaria permaneciera sin cambios o aumentara en una grado menor que la cantidad de bienes, esto llevaría a un nivel general de precios decreciente. Expandir la oferta monetaria impide que disminuya dicho precio. El BCE ha definido un valor de referencia por el que debería aumentar idealmente la oferta monetaria en su definición más general, el M3. El valor de referencia está actualmente en torno al 4,5% anual. El argumento que se usa es para mantener siempre la estabilidad de precios. La deflación, que se interpreta incorrectamente como una caída en el precio de los bienes, se dice que es enormemente dañina para la economía. Se impide así a amplias capas de la población tomar parte en una porción justa de los incrementos de productividad y de una división del trabajo reforzada (internacional).
4. La inflación hace que crezca el estado de bienestar
La expansión del dinero permite al estado tener más deuda más fácilmente y a tipos de interés inferiores de los que habría habido sin expansión monetaria. Debido a eso, pueden financiarse gastos que de otra forma tendrían que haberse financiado aumentando impuestos. Los políticos hacen uso de esto, particularmente antes de las elecciones. Así pueden prometer “prestaciones” que de otra forma no podrían financiar. La gente toma encantada el cebo y quiere ser la primera en la cola, no sabiendo o reprimiendo el hecho de que ellos mismos son los que financian el “gran banquete”.
5. La inflación destruye familias
Nadie lo ha expresado mejor que el economista y filósofo Hans-Hermann Hoppe en Democracy: The God That Failed, escribiendo:
Toda forma de bienestar público (la transferencia obligatoria de riqueza o rente de los que “tienen” a los que “no tienen”) rebaja el valor de una persona miembro en un sistema de familia extendida como sistema social de cooperación mutua y ayuda y asistencia. El matrimonio pierde valor. Para los padres, se reduce el valor e importancia de una “buena” crianza (educación) de sus propios hijos. Consecuentemente, para los hijos se atribuirá menos valor y se respetará menos a sus propios padres.
6. La inflación corrompe a la gente
Ante la alternativa de permitir una crisis que limpiaría las cosas después de un auge y patera la lata hacia delante, la mayoría de la gente acepta la segunda opción. La deuda de la mayoría de los participantes en el mercado es demasiado alta como para soportar las cargas de una crisis deflacionista. El temor a la pérdida del empleo es simplemente demasiado. Mucha gente es también demasiado dependiente de las transferencias, las subvenciones o los proyectos del estado.
7. La inflación expande la burocracia estatal
Toda recesión que llega después de un auge hace evidentes las malas inversiones. Los ciudadanos reclaman que el estado “haga bien las cosas”. Se reclama al estado que intervenga y arregle las cosas. Los políticos aceptan encantados esta reclamación y pueden justificar sus posturas de este modo. Pero cada intervención genera más intervención estatal y crea un verdadero “matorral” de intervenciones. Al final, las regulaciones estatales penetran en la economía y la sociedad y las estrangulan en forma de multitud de leyes y regulaciones.
8. La inflación hace a la gente materialista, envidiosa y egoísta
La inflación reduce el poder adquisitivo de rentas y de activos ahorrados. Así, por ejemplo, cuando la gente invierte sus activos, tiene que emplearse mucho tiempo para compensar la pérdida causada por la expansión de la oferta monetaria. Esto solo ocurre con mucho tiempo y esfuerzo, pero la mayoría de las veces no ocurre. El poder adquisitivo se le escapa a la gente de entre los dedos como la arena. Todos miran literalmente cada centavo, envidian a su vecino y sus posesiones, no sabiendo que el propio vecino está hasta el cuello de deuda. La caridad y la voluntad de ayudar disminuye entre la gente, que apenas sale adelante. Entretanto, el sentimiento de “ya pagamos bastantes impuestos, así que el estado debería realizar la caridad”, se hace más común.
9. La inflación deprime a la gente
Particularmente a los que no ganan mucho, la inflación hace cada vez más difícil o incluso imposible acumular activos mediante ahorro. Los precios, por ejemplo, los de la energía y los alimentos, aumentan continuamente. Subir en la escala social se hace cada vez más difícil. Las compras se convierten, para muchos, en solo posibles comprando a crédito. Y liquidar el crédito se convierte en una carga cada vez mayor. La gente se frustra por su situación a menudo desesperada. Frecuentemente, este camino lleva a una pesada carga y a la quiebra.
10. La inflación lleva a un desperdicio y a que los recursos (naturales) sean más caros
Los recursos y el tiempo son escasos. El auge artificial causado por la inflación lleva a inversiones que en otro caso no se producirían o se producirían más tarde. Si los proyectos han de detenerse debido a ahorro insuficiente o tipos de interés al alza, entonces se agotan los recursos y (en muchos casos), nunca pueden recuperarse. Esto significa que se agotan más recursos naturales que en caso contrario. El precio de las materias primas tenderá a aumentar. Además, el entorno se ve dañado innecesariamente. Asimismo, para proyectos de infraestructura inducidos por la inflación para los cuales no hay necesidad real cuando se ven con realismo, el entorno se ve innecesariamente afectado.
[1] Esta es la definición de Rothbard que aparece en El hombre, la economía y el estado: “La inflación se define aquí como cualquier aumento en la oferta monetaria mayor que un aumento en el metálico”.
Publicado el 8 de septiembre de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
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