Por una política energética competitiva.
DANIEL LACALLE.
“Industry will gradually lose its competitiveness if this course of increasing subsidies is not reversed soon”, Kurt Bock, CEO Basf
El posible nombramiento de Miguel Arias Cañete como comisario de energía y acción climática puede ser una buena noticia para España y la Unión Europea, que se enfrentan a retos muy importantes en el campo energético.El nuevo comisario aporta la experiencia de un país que ha llevado a cabo algunos de los experimentos más desastrosos en energía –la enorme sobrecapacidad y coste creados por estimaciones optimistas- y que, a la vez, ofrece un amplio conocimiento en gestión de crisis de suministro –muy relevante en un entorno inestable con Rusia-. Es un puesto de vital importancia, ya que Europa debe afrontar la salida de la crisis desde la mejora de la competitividad y la seguridad de suministro.
Europa debe atajar y poner en orden una política energética que se ha olvidado de empresas y familias y que, ante el objetivo de “ser los más verdes de la clase”, se ha olvidado de los costes y la competitividad.
Las empresas y familias europeas no pueden seguir cargando con los costes de los errores de planificación y la generosidad en subvenciones con el dinero de los demás, porque la situación es dramática.
En Europa, los costes de la electricidad son en media un 50% más altos que en EEUU y el gas industrial, casi un 75%. Entre 2005 y 2012, gracias a la revolución del fracking, los precios del gas en EEUU caían un 66%, mientras en Europa subían un 35%. A su vez, en EEUU la electricidad bajaba un 4% y en Europa se disparaba un 38%. Es la diferencia entre una política energética que promueve la eficiencia y la sustitución por bajos costes, con unas medidas que promueven la sustitución forzada desde el subsidio.
Las empresas europeas son algunas de las que más pagan por electricidad y gas de la OCDE. Una empresa industrial alemana de tamaño medio paga el doble por la electricidad que una homóloga en Texas, según Ecofys. La media del sector industrial español paga más de dos veces lo que sus comparables americanas.
Las políticas “verdes” y el desarrollo de las renovables han permitido que el precio de la electricidad mayorista baje; pero entre primas, costes fijos y subvenciones, los precios a los consumidores se han disparado. Por ejemplo, en Alemania los precios de generación han bajado casi un 38% desde 2005 y la factura eléctrica media ha subido un 60%. Un error que destruye empleos y empresas y que hay que atajar. En países como España hay que distinguir, por ejemplo, entre eólica, que supone un 20% de la energía generada en 2013 y un 19% del coste, y las solares, que suponen solo un 5% de la energía producida y un 20% del coste total de generación.
La Unión Europea supone menos de un 14% de las emisiones de CO2 del mundo, pero el 100% del coste. Curiosamente, y a pesar de las políticas verdes subvencionadas de la UE, en Estados Unidos se han reducido las emisiones de CO2 desde 2005 un 12%, hasta niveles de 1994, una reducción más relevante que la de Europa.
Todos estos problemas redundan en una menor producción industrial, mayor deslocalización, dificultades para competir y, por supuesto, menor empleo.
Por estos motivos, la política energética de la Unión Europea debe atender a los principios de seguridad, diversificación y competitividad.
Por un lado, seguir apostando por renovables sin pasarle la factura a empresas y familias. Las subvenciones deben acabarse, y cambiar un sistema de primas –coste inmediato- por uno de incentivos fiscales –solo se genera beneficio fiscal cuando hay demanda y es solvente-, como en EEUU. Así se evitan los errores de planificación a la hora de estimar demanda, primas y costes, y no hay que pasarlo a los sufridos bolsillos de los consumidores. Todos los años oigo que “el año que viene la tecnología X o Z va a ser competitiva”. Y cada vez que lo oigo, sube la factura de la luz. Tras casi una década de subvenciones, las tecnologías solares y eólicas, promovidas por muchas empresas europeas punteras, son competitivas en algunos países, como EEUU, sin subvenciones. Venir a casa y exigir que se sigan dando primas es, cuando menos, sospechoso.
Atender el problema de sobrecapacidad. Europa no puede querer ser la más verde y a la vez subvencionar carbón ineficiente, sostener tecnologías con pagos de capacidad innecesarios, pagos por interrumpibilidad injustificados o mantener subsidios al exceso de capacidad productiva, con márgenes de reserva superiores al 17% o en España, los ricos somos así, del 40%. Y todo ello pagado por los consumidores.
Sustitución, no acumulación. No se puede permitir nueva capacidad de generación cuando los consumidores pagan los excesos acumulados. La nueva generación debe venir por sustitución, y dicho cambio se debe hacer por menores costes. La política de nuevo rico de sustituir energía barata por cara aludiendo a la excusa de las “externalidades” nos ha llevado a hundir nuestra capacidad de competir. Ya saben ustedes que “externalidad” es todo aquel coste imaginado que nadie ve pero que justifique que me paguen subvenciones mayores... con el bolsillo de todos ustedes. Mientras tanto, los costes reales, los de la acumulación de subvenciones y gastos “por si acaso”, nos llevan a destruir tejido productivo y empleos.
Solucionar el problema de la seguridad de suministro, desarrollando las fuentes de energía autóctonas –gas pizarra, petróleo, renovables-, además de profundizar en la interconexión que permita que países como España, que son “hubs” –centros de concentración de diversidad de suministro- puedan contribuir a reducir la dependencia de Rusia u otros países, a través de los distintos centros de almacenamiento y regasificacion de gas natural licuado.
No demonizar tecnologías de manera regional e ideológica. El ciudadano debe saber que sustituir la energía nuclear y el gas por renovables supondría, como comentaba el presidente de la CMC, un aumento de la factura eléctrica descomunal. Recordemos que la media de precio de generación con renovables se encuentra hoy en 68 euros/mwh, “solamente” el doble del precio mayorista en Alemania, y el 36% más que el español.
Es ridículo echarle la culpa a los “oligopolios”. En Europa todos los sistemas son marginalistas y gestionados por dos o cuatro grandes empresas. Los precios de la electricidad en 2003 eran de los más bajos de la OCDE con esas mismas empresas y hoy son de los más altos. ¿Por qué? Entre otras cosas porque la factura final que usted y yo pagamos ha pasado a cargarse de todo tipo de conceptos fijos. En España más del 62% costes regulados, impuestos y subvenciones, todos controlados y decididos desde el estado. La media en Europa es un 54% de costes regulados, impuestos y subvenciones.
La política energética no puede ser de “mi jardín”. Pretender eliminar las centrales nucleares cuando tenemos a pocos kilómetros, en Francia, decenas de reactores nucleares, es ridículo. Mientras la energía nuclear sea competitiva, eficiente y segura, hay que seguir aprovechándola – y no me pongan casos de islas de alta actividad sísmica para criticar lo que no pasa en Alemania o España-.
El reto de la política energética europea es apasionante. Tenemos los cimientos para convertir Europa en una potencia mundial competitiva, autosuficiente y con tecnologías eficientes.
La sustitución se debe hacer igual que el petróleo acabó con el aceite de ballena. No porque lo decidió un comité, sino porque el coste era menor.
Los errores de 2007 empezaron con las estimaciones optimistas de crecimiento de demanda, con errores de hasta el 35%. Y así se llegó a la primera vez en la historia desde la revolución industrial en la que los gobiernos incentivaban el sobrecoste. La decisión de Europa de sustituir energías baratas por caras nos ha costado muchos empleos y mucha perdida de industrias.
La garantía de suministro se debe conseguir, igualmente, desde un mix energético flexible y diversificado a la vez que barato y eficiente. No desde la subvención, sino desde los incentivos fiscales que evitan los “efectos llamada” al calor del dinero fácil y previenen los excesos de capacidad.
La energía es el pilar fundamental del futuro de Europa. Hundir nuestra competitividad con costes de burbujas y gastos de “por si acaso” nos lleva a agrandar el agujero. Sin embargo, contamos con las herramientas, usando todas las tecnologías y sin maniqueísmos ideológicos, para garantizar un suministro abundante y barato. Todo lo demás nos lleva a repetir los errores del 2007.
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