La previsible campaña de invierno de Putin.
Alexandre Muns Rubiol
Putin ha logrado prácticamente todos sus objetivos desde que la revolución de Maidan desentronó a su aliado, el presidente ucraniano Yanukovich. Invadió Crimea, desestabilizó ucrania oriental proporcionando armas, paramilitares e incluso soldados rusos para apoyar a los rebeldes, desencadenando una guerra que ha costado la vida a 3.000 soldados ucranianos. Si aguanta la frágil tregua, Putin habrá conseguido que se consolide de facto la independencia de parte de la región de Donbas (Donetsk y Luhansk), que Kiev y la UE acepten que no entre en vigor plenamente el acuerdo de asociación UE-Ucrania hasta 2015, y que la perspectiva de adhesión de Ucrania a la UE se aplace indefinidamente.
Putin ya ha pasado nuevamente al ataque en el frente energético. Gazprom recientemente ha disminuido el suministro a Eslovaquia, Austria y Polonia. El 25% del gas natural que importa la UE procede de Rusia, y un 33% fluye por los gaseoductos ucranianos. Es cierto que la UE ha aumentado sus reservas de gas este año hasta un 90% de su capacidad total de almacenamiento. Pero sabemos que Putin volverá a cortar provisionalmente el suministro a Ucrania (y los países de Europa oriental) si Kiev no cede al habitual chantaje de pagar precios más altos. Ante el órdago de Putin, parte de la ayuda occidental a Ucrania tendrá que destinarse a evitar el colapso de su economía, desviando dichos fondos de proyectos de desarrollo a medio plazo. Putin volverá a abrir el grifo después de demostrar su capacidad de dividir y causar perjuicio a Europa porque por ahora no tiene destinos alternativos para su gas natural (los gaseoductos a China aún no existen).
Para evitar este episodio anual de hostilidad energética putiniana, la UE tiene que construir más plantas de regasificación para aumentar sus importaciones de gas natural de otros países, incrementar sus plantas de almacenamiento de gas, redireccionar los flujos de gas hacia los países más vulnerables al chantaje ruso (Bulgaria, Eslovaquia, Hungría, Polonia, Austria, Finlandia, las repúblicas bálticas), construir más plantas nucleares y explotar sus reservas de gas de esquisto. Para ello es necesario que nuestros gobernantes no se arruguen ante Putin, y que la ciudadanía y las ONGs entiendan que sin dicha fórmula de diversificación, la dependencia energética europea ascenderá del 50% al 70% en 2020 y la factura eléctrica seguirá subiendo. Teniendo en cuenta la situación en Oriente Medio y la capacidad de supervivencia política de Putin, hay que aceptar que el gas de esquisto y las centrales nucleares son necesarias para complementar el gas natural licuado.
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