Los subsidios son un polvorín de importantes consecuencias medioambientales y para la salud pública, amén de frenar inversiones y restar competitividad
Muy interesante el informe que acaba de publicar el Instituto IFO sobresubvenciones a las energías fósiles a nivel global.
De acuerdo con sus autores, su volumen agregado, entendido como la diferencia entre lo que los consumidores debieran pagar por ellas y lo que realmente pagan, supone un 6,5% del PIB mundial, que no es, ni mucho menos, moco de pago. Mientras en algunos estados como el español los carburantes son importante fuente de recaudación impositiva, en muchos otros se han convertido en instrumento para contentar a la ciudadanía y mantener la cohesión social.
Se trata de un análisis, como todos, sujeto a hipótesis de partida discutibles, tanto en su concepción como en su cuantificación.
Así, subsidio se entiende como todo precio final que no cubre el coste de aprovisionamiento y distribución, el impacto medioambiental y los impuestos. A partir de aquí, cada uno de esos elementos admite múltiples interpretaciones sobre qué debe ser incluido y qué no y en qué medida.
De hecho, la parte del león del importe total se la lleva la ausencia en lo que paga el consumidor de penalizaciones por el impacto de estos combustibles en el calentamiento global o en la contaminación del aire (22% y 46% respectivamente). Algo subjetivo y cuestionable. La subvención a la compra -que se concentra en el mundo en desarrollo- o los tributos apenas suponen un 11% y un 8% respectivamente del total. El resto serían ‘externalidades’ (tiempo perdido en atascos…). Eso sí, estas cifras encuentran su origen en un estudio comparado entre las naciones que sí castigan al que daña el ecosistema y las que no.
Lo importante, en cualquier caso, son sus implicaciones.
Normalmente, se trata de políticas insostenibles en el tiempo, ya que están sujetas a la volatilidad tanto del precio de las materias primas como de las cuentas públicas. Las más de las veces, tales ayudas suelen terminar de manera abrupta en el peor de los momentos posible, lo que produce un efecto distinto al que pretenden conseguir. La fórmula ha devenido ineficaz en muchos países y, de aceptarse su discutible existencia, requiere de un replanteamiento que pase por otro tipo de medidas por parte de quienes las imponen.
Pero es que, además, este tipo de subvenciones tiende a perpetuar modelos energéticos que distan mucho de ser los óptimos en términos de sostenibilidad y salud pública, con importantes consecuencias tanto a corto como a medio plazo. Por ejemplo, el carbón es receptor del 52% de las ayudas, por 33% del petróleo y 10% del gas natural.
Por último, suponen un desincentivo para nuevas inversiones o mejoras deeficiencia y, por ende, una merma de competitividad.
De hecho, el propio estudio señala que su eliminación total -que elevaría el precio del carbón en un 200%, por 52% de los derivados del crudo o el 45% del gas natural- reduciría las emisiones agregadas de CO2 para el conjunto del planeta en un 21% y las muertes por polución en un 55%, mejoraría las cuentas públicas en un 4% del PIB y contraería los costes asociados al tratamiento de todo tipo de enfermedades crónicas ligadas a los ‘malos aires’ en un 2% con importantes beneficios, por tanto, para los sistemas públicos de salud. Algo que compensaría con creces el impacto para el bolsillo ciudadano.
Todo, como siempre, sujeto a conjeturas analíticas y a análisis diversos de sensibilidad.
Sea como fuere, lo cierto es que de los pocos fenómenos de demanda que pueden crear empleo local y tirar de la actividad se encuentra la economía circular, la posibilidad de alargar el ciclo de vida de los productos y facilitar su aprovechamiento, sobre la base de un marco energético sostenible. Es evidente que, más allá de los números, que pueden ser más o menos aventurados, este tipo de subsidios son un obstáculo para lo principal a la hora de desarrollar iniciativas ligadas a esa ‘circularity’: el cambio de mentalidad, el salto de la posesión al uso y del albedrío a la corresponsabilidad.
Sinceramente, todos estamos obligados a llevarlo a cabo antes de que sea demasiado tarde.
Si informes como este sirven de algo, bienvenidos sean.
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