Venezuela se ha convertido en el último país en vías de desarrollo en caer en la ilusión de que el socialismo genera un crecimiento económico genuino y sostenible. Ha tenido que aprender a las duras que aunque el socialismo puede impulsar el crecimiento del PIB a corto plazo, a largo plazo siempre deja destrucción económica a su paso.
Pero no hace mucho que el eminente economista de la corriente principal Joseph Stiglitz hablaba aprobadoramente del “muy impresionante crecimiento” disfrutado por el país. Esto recuerda algo a otro premio Nobel, Paul Samuelson, que acumulaba alabanzas sobre el impresionante crecimiento del PIB en la economía soviética en su popular libro de texto, prediciendo que acabaría superando a Estados Unidos.[1]
Ideas austriacas para la transformación del capital
Por desgracia, esta opinión es demasiado común entre los economistas dominantes que no tienen en cuenta la heterogeneidad del capital o estructura del capital. El crecimiento económico, tal y como lo entienden los economistas austriacos, es una transformación compleja de este grupo desagregado de bienes de capital, no un mero incremento de una magnitud homogénea.
Crecimiento en el mundo de Robinson Crusoe
Para ilustrar la importancia de la estructura del capital para el crecimiento económico, ayuda pensar en términos de una economía sencilla de Robinson Crusoe. Una mala estructura de capital de Robinson será muy distinta de la de un Robinson rico. Además, el crecimiento o extensión de esta estructura no tendrá lugar de una sola vez, sino que consistirá, por el contrario, en una serie de pasos, con cada paso reordenando los bienes de capital en la economía.
Así, desde un estado en el que no posee ningún bien de capital Robinson podría querer producir una balsa y una renta para convertirse en un pescador más productivo. O sea quiere carne tendrá que fabricar un arco y algunas flechas, mientras que necesitara producir todo un grupo de bienes de capital para construir con éxito una casa.
Todos los pasos del proceso requieren nuevas decisiones con respecto a la asignación de recursos. Por ejemplo, debe decidir si asignar una hora de trabajo de pescar con sus manos desnudas a la fabricación de una balsa y una recurso. Y luego debe tomar más decisiones acerca de reducir el tiempo dedicado a pescar con ellas para ser capaz de fabricar un arco y algunas flechas.
Cada decisión obliga a Robinson a realizar cálculos económicos: la comparación de los beneficios y costes marginales asociados. Como su economía, incluso en un estado de relativa prosperidad, se caracteriza por procesos de producción que son cortos y requieren pocos bienes de capital, Robinson no necesita precios monetarios para realizar dichos cálculos.
En cada paso es capaz de aislar la satisfacción adicional obtenida y la satisfacción adicional pérdida como resultado de la asignación de un tiempo de trabajo. La decisión de cambiar una hora de pesca con sus manos desnudas por la construcción de una balsa, por ejemplo, puede hacerse comparando directamente la satisfacción pérdida del futuro más cercano con la obtenida en un futuro más distante por el pescado adicional generado por la hora dedicada a la fabricación de la balsa.
El crecimiento en una economía de mercado
El proceso de crecimiento económico centro de la división del trabajo implica una transformación radical la estructura del capital. El tractor debe reemplazar al arado tirado por un caballo y la maquinaria moderna debe tomar el lugar de los bienes rudimentarios de capital utilizados en sectores rurales a pequeña escala. Tampoco esta transformación se produce de golpe sino que consta de innumerables pasos llevados a cabo a lo largo de un período significativo de tiempo.
El problema de la asignación de recursos en una economía así es complejo. En cualquier momento, incluso en una economía de mercado relativamente pobre, existe una cantidad sustancial de bienes de capital, así como recursos territoriales y laborales de diversas calidades. Cada paso en el proceso de crecimiento y la consiguiente transformación de la estructura del capital requiere tomar decisiones, no sólo a cerca de un recurso, como el caso de Robinson, sino acerca de toda una serie de recursos existentes.
Además, los procesos de producción de bienes de consumo ahora son sustancialmente largos y constan de muchas etapas. Así que en la mayoría de los casos hay ahora un largo periodo de tiempo y varios pasos sucesivos entre la dedicación de los recursos a la producción de un determinado bien de capital y los bienes de consumo que acabará generando.
Esta complejidad implica que las decisiones con respecto a la transformación de la estructura del capital ya no pueden realizarse comparando directamente la satisfacción obtenida con la perdida. Consideremos por ejemplo la decisión de asignar una unidad de carbón a la producción de acero o a la producción de electricidad. El número de pasos que hay entre la producción de cualquier bien y los bienes de consumo que puedan contribuir a generar en último término, hace humanamente imposible calcular los beneficios y costes marginales implicados para la satisfacción obtenida y la satisfacción pérdida.
De esto se deduce el cálculo económico en su expresión más compleja requiere reducir los costes y beneficios a un denominador común. Las únicas unidades que pueden servir para este propósito a los precios monetarios. Sin embargo, la generación de estos precios requiere la existencia de la propia privada de los medios de producción y la presencia de mercados para los factores de producción.
Dadas estas condiciones institucionales, el proceso de crecimiento estará determinado por empresarios privados tomando decisiones de asignación de recursos, guiados por sus estimaciones de ingresos y gastos. Esto se alía con el sistema de pérdidas y ganancias que recompensa a aquellos empresarios que tengamos juicio y penaliza a los que no aseguran la coordinación de actividades el producción y consumo a lo largo y ancho de la estructura del capital al irse transformando esta.
El fracaso inevitable de socialismo
Los teóricos de la corriente principal, al tratar los bienes de capital como una magnitud homogénea, ignoran el problema de la asignación exitosa de recursos que es imprescindible para lograr un crecimiento genuino y sostenible. Como consecuencia, están ciegos ante los sostenes institucionales necesarios para que tenga lugar un proceso así, especialmente el papel crucial que desempeña la propia privada para facilitarlos. Esto explica su opinión a menudo favorable de las cifras de crecimiento generadas en una economía socialista.
Utilizando el concepto de la estructura del capital, el economista austriaco se da cuenta de que la supresión de los mercados y precios de factores que caracterizan a una economía socialista hacen imposible el cálculo económico. Como consecuencia, la asignación de los recursos existentes y la consiguiente transformación de la estructura del capital existente están guiadas, no por las preferencias de los consumidores, sino por los caprichos y las modas de los que están en el poder.
Un sistema así puede generar crecimiento en el PIB, pero solo debido a unas malas inversiones desbocadas de bienes existentes de capital. Hereda una estructura del capital moldeada por las decisiones de empresarios privados, caracterizadas por bienes de capital de diversos órdenes que se “ajustan” entre sí, asegurando así el flujo continuo de los bienes de consumo, y transforma esta estructura en una en la que los bienes de capital ya no se “ajustan” entre sí de ninguna manera comprensible.
La nueva estructura no alcanza su objetivo principal: la producción de los bienes deseados por los consumidores. De ahí la destrucción económica que siempre trae el socialismo. El mayor crecimiento del PIB es el resultado del consumo de capital. Lo que queda es una estructura del capital desmadejada y diezmada, acompañada por una carestía de bienes de consumo.
Resulta trágico que esta lección vital que tiene la teoría austriaca del capital para el desarrollo económico sea ignorada a menudo. No hacerlo devastada las vidas de millones de personas, como ha pasado recientemente en Venezuela.
Publicado originalmente el 7 de junio de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
[1] Ejemplos de la incapacidad del socialismo para generar prosperidad, aparecen en la literatura que analizar sus pasados fracasos desde un punto de vista austriaco en la Unión Soviética (Boettke 1990), India (B.R. Shenoy 1966, Sudha Shenoy 1971, Manish 2011, 2013,2014) y durante la Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos (Higgs 1992).
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