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viernes, 17 de junio de 2016

Los banqueros centrales se equivocan con respecto a la inflación y la deflación






La mayoría de los economistas ven a la deflación como un declive general en los precios de bienes y servicios. Se ve como una amenaza importante para el bienestar de la gente, pues la deflación se ve como un factor importante que sume a la economía en una depresión económica. La mayoría de ellos son de la opinión de que los bancos centrales y gobiernos de todo el mundo deben luchar agresivamente contra la posible aparición de deflación. Esta forma de pensar deriva de una visión errónea de lo que es la deflación. Como consecuencia, se olvida que no es la deflación sino más bien la inyección monetaria lo que está en la raíz de las dificultades económicas.

¿La inflación es un aumento de precios?

Según Mises en La acción humana:”Lo que hoy mucha gente lo llama inflación o deflación ya no es el gran aumento o disminución en la oferta de dinero, sino sus consecuencias inexorables, la tendencia general a un aumento o caída en los precios de los productos y los salarios”.
Una vez se define la inflación como un aumento general en los precios, todo lo que contribuye aumentar los precios es calificado como inflacionista y por tanto debe evitarse. Ya no son el banco central y la banca de reserva fraccionaria las fuentes de inflación, sino diversas otras causas. En este marco, no solo el banco central no tiene nada que ver con la inflación, sino todo lo contrario: al banco se le considera un luchador contra la inflación.
Una caída en el desempleo o un aumento en la actividad económica se ven como potencialmente inflacionistas y por tanto deben ser restringidos mediante políticas del banco central. Algunos otros detonantes de la inflación, como los aumentos en precios de productos o en salarios de trabajadores también se consideran como amenazas potenciales y por tanto deben estar siempre bajo el ojo atento del banco central.
La mayoría de los comentaristas sostiene que la inflación es un aumento general en los precios que puede reflejarse en el Índice de Precios del Consumo (IPC), pero discrepan acerca de las causas de la inflación.
En un bando, los monetaristas argumentan que los cambios en la oferta monetaria causan cambios en el IPC. En el otro bando, tenemos economistas que argumentan que la inflación la causan diversos factores reales. Estos economistas tienen dudas acerca de la idea de que cambios en la oferta monetaria causan cambios en el IPC. Creen que es probable que sea justamente al revés.
Contrariamente a la visión aceptada, la inflación no es un aumento general los precios, causada por el crecimiento de la oferta monetaria o por factores reales. Es simplemente un aumento en las existencias de dinero.
Aquí hay que hacer una distinción importante. No afirmo, como hacen los monetaristas, que la inflación ser un aumento en precios causada por aumentos en la oferta monetaria. Me limito a sugerir que un aumento en la existencia de dinero es lo que constituye la inflación.
Ver la inflación de esta manera deja muy claro por qué es una mala noticia. Cuando aumenta el dinero, siempre hay primeros receptores de dicho dinero que pueden comprar más bienes y servicios a precios que aún no han cambiado.
Los segundos receptores del dinero también disfrutan de nuevo dinero. Sin embargo, los sucesivos receptores disfrutan de menores beneficios, ya que los precios de bienes y servicios empiezan aumentar. (Advirtamosque el precio de un bien es la cantidad de dinero pagado por unidad de bien).
Mientras los precios de los bienes que vendan estén aumentando mucho más rápido que los precios de los bienes que compren, los sucesivos receptores del nuevo dinero seguirán beneficiándose.
Los sufridores son aquellas personas que consiguen el dinero las últimas o no lo consiguen en absoluto. Encuentran que los precios de los bienes que compran han aumentado, mientras que los precios de los bienes y servicios que ofrecen apenas han cambiado.
En una inspección más cercana, podemos también establecer que las inyecciones monetarias aumenta la demanda de bienes y servicios, lo que no está soportado por la producción de bienes y servicios. Esto genera la transferencia de riqueza de los generador de riqueza a actividades no generadoras de riqueza o actividades de burbuja.
Aunque los aumentos en la oferta monetaria (es decir, la inflación) probablemente se revelen en aumentos de precios registrados por el IPC, no siempre tiene que ser así. Los precios están determinados por factores reales y monetarios.
Consecuentemente, puede ocurrir que si los factores reales tiran de las cosas en dirección opuesta a los factores monetarios pueda no haber ningún cambio en los precios. Mientras el crecimiento monetario se dispara, es decir, la inflación es alta, los precios pueden mostrar incrementos bajos. (Recordemos que un precio es la cantidad de dinero por unidad de algo).
Está claro que sí consideramos la inflación como aumentos en el IPC, llegaremos a conclusiones erróneas con respecto al estado de la economía.
Sobre esto, Rothbard escribía en America’s Great Depression: “El hecho de que los precios generales fueran más o menos estables durante la década de 1920 decía los economistas que no había amenaza inflacionista y por tanto los acontecimientos de la gran depression les pillaron completamente desprevenidos”.

¿Es la deflación la raíz de “todos los males”?

Así que si la inflación es un aumento en las existencias de dinero, la deflación puede verse como lo contrario, que es una caída en las existencias de dinero. O podemos decir que mientras que una expansión monetaria da lugar a una burbuja, la contracción monetaria lleva a la deflación de la burbuja. Parece por tanto que la deflación en este sentido debe verse precedida por la inflación.
Siguiendo las opiniones del famoso economista estadounidense Irving Fisher, la mayoría de los economistas consideran la deflación como una mala noticia. Irving Fisher calificaba a la deflación como “la raíz de casi todos los males”.
Por el contrario, la deflación es el inicio del proceso de sanación económica. La deflación frena la transferencia de riqueza de los productores de riqueza a diversas actividades no productivas de burbuja causadas por la anterior inflación monetaria. Al frenar la transferencia, frena el proceso de empobrecimiento económico. Por tanto, contrariamente al pensamiento dominante, la deflación de las existencias de dinero fortalece a los productores de riqueza, revitalizando así la economía.
Sobre esto, Rothbard escribía: “la contracción del crédito deflacionista ayuda mucho a acelerar el proceso de ajuste y por tanto a completar la recuperación empresarial de formas que aún no se han reconocido”.
Evidentemente, los efectos colaterales que acompañan a la deflación monetaria nunca son agradables. Estos malos efectos colaterales no los causa la deflación, sino más bien la inflación monetaria previa. Todo lo que hace la deflación es romper la ilusión de prosperidad creada por la inflación monetaria. La deflación elimina diversas actividades de burbuja fortaleciendo así el proceso de generación de riqueza.
La creencia popular en que una caída las existencias de dinero lleva a un empobrecimiento económico general deriva de una visión de que el dinero puede hacer crecer la economía. Sin embargo, lo que permite el crecimiento económico no es más dinero, sino más bienes de capital por cabeza. Además, los economistas que consideran a una caída general en los precios como una causa importante de depresión olvidan el hecho de que lo que importa a los negocios no es el comportamiento general de los precios, sino los diferenciales de precios entre los precios de venta y los costes.
Una caída general en los precios no tiene que ser siempre una respuesta a una deflación monetaria. Por ejemplo, para unas existencias determinadas de dinero, un aumento de la demanda de ese mismo dinero puede tener lugar debido a una economía creciente y a un nivel de vida en aumento. Esto a su vez llevaría a una caída general en los precios y por tanto sería calificada como deflación.
¿Debería entonces considerarse como mala esta caída en los precios? En la economía de mercado, una caída en los precios en respuesta a un aumento en la riqueza real es un mecanismo a través del cual la expansión de riqueza permea toda la economía. Con el aumento en el poder adquisitivo del dinero, la gente puede ahora conseguir una cantidad mayor de bienes y servicios.

¿Se producen depresiones cuando desaparece el dinero?

En  sus escritos, Milton Friedman culpaba a las políticas del banco central de causar la Gran Depresión. Según Friedman, la Reserva Federal no inyectó las suficientes reservas en el sistema bancario como para impedir el desplome de las existencias monetarias.
Para Friedman, el fracaso del banco central de EEUU no fue que causara la burbuja monetaria, sino que permitiera la deflación a la burbuja. Murray Rothbard, aunque estaba de acuerdo con Friedman en que las existencias monetarias cayeron abruptamente, encontraba que la Reserva Federal había estado inyectando reservas agresivamente en el sistema bancario. A pesar de esta inyección, las existencias de moneda continuaron cayendo. La aguda caída las existencias monetarias, al contrario de lo que afirma Friedman, no es indicativa del fracaso de la Reserva Federal en inflar la oferta monetaria. Es indicativo del encogimiento de las existencias de riqueza real producidas por las políticas monetarias laxas anteriores del banco central y los fuertes incrementos resultantes en la tasa de crecimiento de la oferta monetaria.
La existencia del banco central y de la banca de reserva fraccionaria permiten a los bancos comerciales generar crédito que no está respaldado por riqueza real, es decir, crédito creado “de la nada”. Una vez se genera el crédito sin respaldo, crea actividades que el libre mercado nunca aprobaría, es decir, actividades que están consumiendo y no produciendo riqueza real. Mientras las existencias de riqueza real sigan expandiéndose y los bancos estén ansiosos por expandir el crédito, continuarán prosperando diversas falsas actividades.
Siempre que la creación extensiva de crédito creado de la nada aumente el ritmo del consumo de riqueza real por encima del ritmo de la producción de riqueza real, el flujo del ahorro real se ve perjudicado y se pone en marcha un declive en las existencias de riqueza real. El rendimiento de diversas actividades empieza a deteriorarse y empiezan a aparecer malos préstamos bancarios. En respuesta a esto, los bancos empiezan a reclamar sus créditos y esto a su vez pone en marcha un declive en las existencias monetarias. Recordemos que aquí tenemos crédito que los bancos han creado de la nada. Este tipo de crédito nunca tuvo un propietario adecuado. Una vez es devuelto al banco, si este no crea un nuevo préstamo, debe desaparecer. Esto no pasa cuando el préstamo está completamente respaldado por riqueza real: una vez es devuelto pasa a través del banco hasta su propietario original, es decir, el prestamista. El banco es solo un intermediario.
Podemos por tanto concluir que la depresión no la causa el colapso de las existencias de dinero como tal, sino en respuesta a la disminución de existencias de riqueza real, lo que también causa la desaparición de dinero creado de la nada. Incluso si el banco central tuviera éxito en impedir la desaparición del dinero, no sería capaz de impedir una depresión si las existencias de riqueza real estuvieran disminuyendo.
Asimismo, incluso si las políticas monetarias laxas tuvieran éxito en aumentar los precios y las expectativas inflacionistas, esto no podría reavivar la economía mientras las existencias de riqueza real estén disminuyendo.
Podemos concluir que son las políticas monetarias laxas del banco central y la banca de reserva fraccionaria las que causan una mala asignación persistente de recursos, lo que a su vez debilita el flujo del ahorro real y por tanto debilita el proceso de formación de riqueza real. Esto implica a su vez que las causas primarias de la depresión son las políticas monetarias laxas del banco central y la banca de reserva fraccionaria. Una caída de precios es solo un síntoma, por así decirlo.

Publicado originalmente el 15 de junio de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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