Qué buenas noticias nos llegan últimamente desde los Estados Unidos. La convención del Partido Libertario de ese país, celebrada en Orlando, ha actuado con la madurez propia de una formación que, a sus cuarenta y cinco años de vida, es consciente de la gran oportunidad que le brindan las circunstancias de 2016. Esa madurez ha llevado a los libertarios estadounidenses a elegir un ticket sólido, con posibilidades reales de alzarse con la victoria en noviembre, acabar con el odioso bipartidismo y frustrar las expectativas de sus candidatos, Hillary Clinton y Donald Trump.
La primera representa el establishment puro y duro de una Norteamérica tan socialdemocratizada que Eleanor Roosevelt lloraría de emoción. Clinton es la candidata del conglomerado de industrias armamentísticas y de los cárteles regulatorios y subvencionados como el de la automoción. Es la candidata de lo que allí denominan crony capitalism, una perversa distorsión del capitalismo que lo transforma en una maraña de redes clientelares y prebendas plasmadas en la legislación. Trump, por su parte, es un candidato errático, carente por completo de una línea argumental coherente. Ni sus contradicciones, ni su arcaico populismo xenófobo y proteccionista, ni sus citas a Mussolini ni su zafio espectáculo digno deJesús Gil logran esconder una considerable indigencia intelectual. Se necesita algo más que deep pockets para sentarse en el Despacho Oval (desde que se fue Clinton Primero, ya no se le llama Despacho Oral). De hecho, la inmensa fortuna que se está gastando parece una maniobra calculada desde el principio para anular económicamente a cualquier otro republicano que hubiera podido tener opciones en las urnas y, por lo tanto, para favorecer a Hillary, con quien le unen estrechos lazos personales ampliamente divulgados. Ya le pagará ella el favor cuando vueva a dormir en el 1600 de la avenida Pennsylvania. Trump es el espantapájaros de los demócratas para que sus huestes traguen y voten a Hillary, como Podemos lo es para asustar a los ex votantes del PP y hacerles votar a Mariano con la nariz tapada.
El ticket Johnson-Weld es capaz de arrebatar votos tanto a los demócratas (por las libertades personales) como a los republicanos (por las económicas)
Frente a ellos dos, el tándem propuesto por los libertarios es una opción seria, rigurosa, capaz de arrebatar votos tanto a los demócratas (por el lado de las libertades personales) como a los republicanos (por el lado de las económicas). Los candidatos a presidente y vicepresidente son dos ex gobernadores, ambos reelegidos en sus estados y reconocidos por su gestión. Gary Johnson representa el Sur del país y las zonas rurales, y gobernó Nuevo México. Su vicepresidenciable, Bill Weld, conecta con la Costa Este más urbana y estuvo al frente de Massachusetts. Ambos son percibidos como los garantes del retorno a la constitución y a los planes originales de los founding fathers para un país libre con un gobierno estrictamente limitado. Esa esencia es la que han pisoteado los demócratas y los republicanos al unísono, y el juguete ya está desvencijado de tanto abusar de él.
Las primarias libertarias han sido tan reñidas como las de los grandes partidos, y por el camino han quedado opciones que sin duda tendrán un papel relevante en el futuro, como Austin Petersen. Pero ahora hay una ventana de oportunidad, una alineación planetaria que no puede desaprovecharse, y el Partido Libertario ha sabido estar a la altura y ofrecer a la sociedad estadounidense un dúo presidencial con experiencia de gobierno y con la capacidad de conectar con ella. Justo lo que dinosaurios como Trump y Clinton son cada día menos capaces de hacer.
Frente a los lobbies de Detroit o Hollywood, Johnson tiene detrás con creciente entusiasmo a todo Silicon Valley. A las empresas nuevas y dinámicas frente a las que viven de cabildear en Washington. Y a los jóvenes, a millones de jóvenes que un día apoyaron a Ron Paul y ahora empiezan a comprender que el futuro de la política estadounidense no pasa por reflotar los viejos partidos sino por oponerles uno diferente. Johnson se ha convertido rápidamente en la esperanza de todos aquellos a quienes repugna la política convencional y quieren desmontar el noventa por ciento de su entramado para recuperar la libertad personal y económica. Pero es también una esperanza para el resto del planeta: la de una Norteamérica cuya política exterior no se escriba al dictado de las empresas de defensa, y recupere con su propio ejemplo el liderazgo perdido de la causa de la libertad. Y la de un cambio de paradigma político que desde el país más poderoso se extienda como untsunami a todos los demás enviando el estatismo al desván de los trastos viejos y devolviendo al individuo su protagonismo en un marco social y económico espontáneo y desintervenido. Desde que el partido de Johnson se fundó en 1971, ya han surgido cerca de cuarenta partidos libertarios en todo el mundo, desde Rusia a Latinoamérica y desde Europa a Nueva Zelanda, y compartimos unprograma que a grandes rasgos es el mismo y una nueva organización, la Alianza Internacional de Partidos Libertarios, cuyo presidente es del partido estadounidense y su vicepresidente es el secretario general del español, Daniel Martínez.
Mientras Europa opone a la socialdemocracia moribunda los temibles totalitarismos de siempre, América señala una vez más el camino y ofrece la alternativa libertaria
En Estados Unidos, los medios de comunicación han mostrado un interés sin precedentes por la convención libertaria, y los que tienen una línea editorial afín están repaldando a Johnson. Los grandes institutos de pensamiento que durante décadas denostaron la vía política o se conformaban siempre con el “mal menor” republicano de turno, están hoy entregados, volcados en el apoyo a Johnson, que ya va por el 18% en las encuestas. Pero, lejos de caer en sentimientos de sana envidia, creo que lo destacable es que al otro lado del Atlántico se está formando una tormenta perfecta para la política libertaria, y que, pase lo que pase en noviembre, el movimiento ya es imparable. Mientras Europa yerra oponiendo a la socialdemocracia transpartita, ya moribunda, los casposos y temibles totalitarismos de siempre, América señala una vez más el camino y ofrece una alternativa diferente, la libertaria. Y eso llegará aquí. Y aquí estamos esperándola muchos, preparados para abrirle camino.
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