Venezuela es un país riquísimo en recursos naturales —posee las mayores reservas petroleras del planeta— pero paupérrimo a la hora de fabricar aquellos bienes y servicios que necesitan sus ciudadanos. Casi dos décadas de socialismo bolivariano han terminado destruyendo las bases económicas de la sociedad: el modelo productivo de Chávez y Maduro consistía vivir exclusivamente a costa de los ingresos petroleros para así generar una sociedad clientelar y dependiente de las transferencias estatales. Tan pronto como esos ingresos petroleros se han desmoronado, las carestías más básicas se han extendido en toda su crudeza.
Así, de acuerdo con el más reciente estudio sobre condiciones de vida en Venezuela, elaborado por la Universidad Simón Bolivar, el 87% de los venezolanos declara no tener dinero suficiente como para alimentarse en buenas condiciones. De hecho, otro estudio del Centro de Documentación y Análisis Social estima que el venezolano medio destina el 72% de su salario mensual a la compra de comida. La emergencia social no se está produciendo en España, sino en Venezuela.
Pero, frente a este auténtico drama humanitario, el gobierno de Maduro sigue empecinado en mantener sus políticas extractivas y pauperizadoras sobre su población. Cual régimen en abierta descomposición, el chavismo sólo es capaz de huir hacia delante: por ello, ante el masivo desabastecimiento de comida que ha provocado su política económica (en forma de nacionalización de industrias, subidas de impuestos, altísima inflación, controles de precios, etc.), Maduro no ha optado por rectificar, sino por colocar en manos de brigadas bolivarianas (los llamados CLAP: Comité Local de Abastecimiento y Producción) el control de la distribución de comida en el país. Una taimada estrategia tanto para racionar los alimentos sin aprobar oficialmente una cartilla de racionamiento cuanto para matar de hambre a aquellos opositores a quienes los chavistas CLAP se nieguen a alimentar.
En definitiva, el paraíso celestial que prometió importar la revolución bolivariana de Venezuela se ha convertido en un terrible infierno terrenal: exactamente lo que sucede siempre que se impone el socialismo a cualquier país.
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