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sábado, 25 de junio de 2016

La gran decepción que va a sufrir el bando del Brexit



Una recesión en la que no creían y años sin poder cortar la inmigración como pretendían alimentará el enfado de 17 millones de británicos.
Casi nunca en unas elecciones en Reino Unido, todo el mapa de Inglaterra arroja el mismo resultado. El norte es un bastión laborista, mientras buena parte del sur apoya a los conservadores en cualquier circunstancia.
Pero en el referéndum que Reino Unido celebró el jueves para decidir su permanencia en la Unión Europea (UE), la opción por la ruptura con Bruselas triunfó en casi toda Inglaterra y Gales. La defensa del actual status quo ganó en Londres, Escocia e Irlanda del Norte.
El 52% sobre el total de los participantes en la consulta que votó por el Brexit está nutrido de dos facciones que en los comicios nacionales van en direcciones opuestas. Por un lado se encuentran personas de mayor edad, tradicionalmente conservadoras, que añoran las viejas glorias del Reino Unido. Por otro están laboristas de clase trabajadora, que durante la crisis han sufrido por un recorte en sus salarios o el recorte de subsidios.
El pegamento que unió ambos segmentos en el referéndum fue el deseo de cortar la inmigración. Para unos, la llegada de extranjeros acaba con la estructura social tradicional del país. Para otros, los inmigrantes estrangulan el mercado laboral forzando sueldos a la baja y ponen bajo presión servicios públicos como la sanidad y la educación.
Según explica Miriam González, socia del despacho de abogados Dechert y esposa del ex vice primer ministro británico Nick Clegg, "el voto por salir de la UE es una combinación de personas mayores que añoran la Inglaterra de hace varias décadas, con el voto protesta de gente que ha sufrido en la crisis y culpa a la inmigración".
Existe otra parte de la población, menos densa, que también apoyó el Brexit. Son personas con ideas económicas liberales, que piensan que romper con Bruselas liberará a Reino Unido de unas regulaciones que limitan la competitividad del país.
Boris Johnson, principal líder conservador de la campaña por el Brexit, subrayó inicialmente esta idea, explicando que salir de la UE permitiría a la economía británica abrirse al mundo con grandes acuerdos comerciales con potencias como Estados Unidos, China o India.
Pero al no calar este mensaje en buena parte de los votantes, la campaña del Brexit se volcó en la idea fuerza de Nigel Farage, líder del partido anti europeo UKIP. Según dijo en la campaña, salir de la UE no solo permitiría evitar la llegada al país de ciudadanos del este de Europa, sino también de millones de turcos y refugiados sirios, quienes supuestamente van a tener pronto acceso libre a la UE.
La respuesta en el lado por la defensa de seguir en la UE, liderado por el primer ministro David Cameron, fue que los perjuicios económicos que sufrirá Reino Unido por la salida de la UE serán mucho mayores que los potenciales beneficios de no enviar dinero a Bruselas.
Profesionales de clase media alta y en zonas urbanas entendieron el argumento y votaron en su mayoría por la permanencia. Buena parte de los jóvenes británicos, que ven Europa como una extensión natural de su país para estudiar, viajar y trabajar, también respaldaron seguir en la UE, junto a nacionalistas escoceses e irlandeses que ven Bruselas como un contrapeso al poder centralista de Westminster.
Pero el temor a un terrible escenario económico no afectó a los partidarios del Brexit por varias razones, según los analistas políticos. La primera es que este argumento se explicó con detalles demasiado técnicos a través de largos informes del Ministerio de Economía, el FMI, la OCDE y otros organismos. La segunda es la falta de confianza de esa parte de la población en los poderes políticos y empresariales que hacían esas advertencias tras una crisis de la que les hacen responsables. Y la tercera es que, mientras la incertidumbre económica que existía en 2008-2011 hubiera aconsejado más prudencia a los votantes, ahora sienten que la situación es más estable y el país se puede permitir este shock.
De cara al futuro, la división social en el referéndum del Brexit puede crear fuertes tensiones en la política británica y dificultar las negociaciones de la ruptura con Bruselas. En octubre, los conservadores deben elegir un sucesor a Cameron, quien va a dimitir tras su fracaso en la consulta. Los tories pueden inclinarse por Johnson, para contentar a sus votantes pro-Brexit, o por una figura más conciliadora como la ministra de Interior, Theresa May. A su vez, la lánguida campaña del líder laborista Jeremy Corbyn en defensa de la UE y la huida de muchos votantes al campo del Brexit pueden abrir una lucha interna en el gran partido de la izquierda.
En cualquier caso, los 17 millones de británicos que han apoyado el Brexit deben prepararse para una seria decepción. Las negociaciones de salida de la UE serán muy largas, período en el que la economía sufrirá por la incertidumbre mientras siguen llegando inmigrantes. Según Merrill Lynch, Reino Unido entrará en recesión en el segundo semestre de 2016. Y el proceso de salida podría alargarse hasta 2018-2019, periodo en el que no se podrá cerrar la frontera a españoles, polacos o búlgaros. Tampoco está claro que Reino Unido vaya a poder restringir la entrada a los europeos tras dejar la UE, especialmente si no quiere a su vez que el continente corte el paso s sus ciudadanos, productos y servicios.
Si conservadores y laboristas no saben manejar bien ese descontento que va a surgir dentro de sus filas, detrás de ambos partidos estará UKIP, dispuesto a recoger los votos pro-Brexit, revolucionar la política británica y presionar para sellar un divorcio poco amistoso con Europa.

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