Si no existiera Podemos, alguien en Génova habría tenido que “inventarlo” para hundir al PSOE, como Mitterrand “inventó” el Frente Nacional para dividir al centroderecha. Lo que pasa es que en política las coincidencias no suelen ser tales, y el “si” condicional normalmente camufla certidumbres. El movimiento de recomposición de la extrema izquierda jamás habría pasado de una masa electoral algo superior a la habitual en ese segmento ideológico, si no fuera porque recibió un apoyo mediático sostenido, que cabe valorar en muchos millones de euros. Y así, cualquiera.
La jugada pasaría por maestra si no exigiera una asunción de riesgos absolutamente temeraria, como ilustra el mismo ejemplo de lo sucedido en Francia. El divide et impera del sanedrín monclovita ha funcionado. Manejando con soltura la recomposición del sector de medios de comunicación, salvando con el dinero de todos a algunos de sus integrantes y tal vez conteniendo temporalmente las investigaciones de Hacienda o de otros poderes del Estado sobre la presunta financiación exterior de Podemos, la cúpula del PP-Rajoy ha logrado lo que se proponía: hundir al PSOE aunque para ello tuviera que arruinar también su propia formación política y forzar al país entero a pagar un precio altísimo. ¿Merecía la pena? La jugada de apuñalar al PSOE le ha salido bien al PP de doña Maquiavela Sáenz de Santamaría, que ha contado además con la inestimable colaboración de la víctima, pero la victoria es pírrica.
Han demostrado que todo vale para tapar la barra libre de abultados y jugosos sobres que, al parecer, disfrutó durante décadas la cúpula pepera
No parece tener límites el cinismo del núcleo íntimo formado por Mariano, Soraya, Cristóbal y José Manuel. Han demostrado que todo vale para tapar la barra libre de abultados y jugosos sobres que, al parecer, disfrutó durante décadas la cúpula pepera, con descarada barcenía —excelsa y necesaria incorporación al diccionario que debemos a la genialidad de don Fernando Díaz Villanueva, y que Fundéu debería recoger de inmediato—.
Ahora resulta que hay que votar PP porque, de no hacerlo, se abatirá sobre nosotros el diluvio universal del totalitarismo… que ellos, principalmente ellos, nos han traído. Qué cara más dura, qué jeta inabarcable, qué poca vergüenza, qué chantaje tan tosco e indignante el de estos estudiantes de primero de ingeniería sociopolítica, que han jugado con fuego quemándonos a todos. Pues que venga la catástrofe telúrica con la que Mariano nos amenaza, que venga el tsunami, el terremoto, la lluvia de meteoritos, la tormenta solar, pero ceder a su chantaje psicológico, nunca. Pagarle rescate a Rajoy para que no nos secuestre Podemos, jamás. Antes que eso, vale más ir construyendo las trincheras para luchar contra el totalitarismo de extrema izquierda, poniendo en ellas retratos de Mariano y Soraya para no olvidarnos de los insensatos que lo desencadenaron deliberadamente. Rajoy siempre tendrá un lugar en nuestros hígados y una estatua de sal en el Hall of Shame de nuestra Historia.
“Turarsi il naso e votare Democrazia Cristiana”, decían en la Italia de los setenta y ochenta mientras señalaban con gesto de horror al Partido Comunista rampante, el más potente por entonces a este lado del Telón de Acero. Pero taparse la nariz ante la corrupción extrema que señala presuntamente —siempre hay que poner eso de presuntamente— al mismísimo presidente y ante la gestión liberticida de estos cuatro años, ante las más de cincuenta subidas de impuestos, ante el rescate a algunos con el dinero de todos, ante un déficit superior al PIB, ante la Ley Mordaza, ante los privilegios descarados a los cárteles regulatorios… es mucho taparse. Es demasiado. Y rebelarse ante la inducción al voto del miedo es un acto de dignidad.
Además, ya no hay Guerra Fría, por más que los podemitas sigan anclados en sus resabios, demostrando que el tan cacareado socialismo del siglo XXI no es sino un clon del que fracasó en el XX. Por lo tanto, menos lobos, Caperucita barbuda… y si viene el lobo le tendremos que hacer frente entre todos los demás pero sin ti, sin el irresponsable que le abrió la jaula para que saliera a asustarnos con sus dentelladas de comunismo vintage. Que a ver ahora cómo vuelves a meterlo, listo, mientras tu propio público implora un cambio de domador.
Es el momento de fortalecer el anticolectivismo pleno, el libertarismo, para que a partir del 27 pueda plantar cara a lo que se nos viene encima
Ahora va a ser complicadísimo neutralizar a la extrema izquierda, y la ceguera cortoplacista de los demás partidos nos aboca al torpe cordón sanitario, al frente de todos contra Podemos después del 26-J. Y Coleta Morada se frota las manos ante esos planes de sus adversarios, porque su timing no es el de los demás y sabe que una breve pasada por el trono bis de Jefe de la Oposición, de premier en la sombra, es ideal para consumar el recorrido griego y alzarse con una amplia mayoría relativa, completable con socios periféricos, cuando esa débil coalición se desmorone. Y entre tanto, a tomar las calles y las plazas en un nuevo 15-M que debilite la concertación de los demás. No estaríamos en estas si se hubiera hecho meses atrás una coalición de Podemos, PSOE y Ciudadanos, dando al primero presupuesto y resonancia para conducirles a buen paso hacia su inexorable fracaso (son inexpertos) y para provocar su inevitable contagio de corrupción (tienen hambre), documentando ambos con tanta tele como han tenido para llegar hasta aquí y convocando nuevas elecciones una vez hundida su popularidad. Era la única vacuna posible, aunque arriesgadísima. El más que probable adelantamiento electoral de Podemos al PSOE la dificulta mucho en la nueva etapa.
De una forma o de otra, vamos hacia más colectivismo. O bien con un gobierno anti-Podemos que tendrá que hacer concesiones a la izquierda y cuyo programa será en gran medida el ya adelantado por el acuerdo entre Ciudadanos y el PSOE; o bien con un gobierno directamente participado por nuestros totalitarios, mucho más extremistas que Syriza e incluso más que Varoufakis. Es en cualquier caso, por lo tanto, el momento de fortalecer el anticolectivismo pleno, el libertarismo, para que a partir del 27 pueda plantar cara a lo que, en gran medida “gracias” a Rajoy, se nos viene encima
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