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miércoles, 8 de junio de 2016

Histéresis, la palabra mágica que explica lo que está pasando

  • Estamos en un periodo de ‘estancamiento secular’ y la histéresis impide que exista en la economía global una recuperación verdadera

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Foto: (Foto: iStock)

Hay que reconocerle a mi amigo Daniel de Fernando y a su equipo su capacidad de ver por encima de las ramas y vislumbrar en todo su alcance el bosque que las cobija. Desde 2014, lleva defendiendo una tesis parecida a la de Larry Summers, el que fuera secretario del Tesoro de los Estados Unidos: estamos en un periodo de‘estancamiento secular’ y la 'histéresis' es lo que impide que exista en la economía global una recuperación verdadera. Esa era la visión de su multi 'family office' MdF para el año pasado y también lo es para este.

Enseguida volveremos sobre el concepto que encabeza este 'post'.

Antes, los detalles que refrendan su tesis.

Crecimiento por debajo de otros periodos similares, con correcciones permanentes a la baja de las estimaciones; ídem con las cifras y las perspectivas de inflación, pese a los bajos tipos de interés y a las políticas monetarias ultraexpansivas; productividad lánguida que limita cualquier mejora salarial; envejecimiento poblacional que condiciona oferta -innovación, emprendimiento- y demanda -consumo-; ahorro muy superior a la inversión, especialmente en el ámbito empresarial; niveles de deuda agregada estratosféricos pese al desapalancamiento privado, algo que condicionará la vida futura de muchas generaciones; y, last but not least, mayor desigualdad, que pone en riesgo la cohesión social, fruto de las ventajas ‘financieras’ que tienen los acreedores -que se benefician de las burbujas propiciadas por los bajos tipos de interés- frente a los deudores.

Es difícil, al calor de todo lo anterior, cuestionar que el ‘estancamiento secular’ está aquí. Y no solo en las naciones desarrolladas sino también en emergentes señeras. De hecho, tras el último dato de empleo de Estados Unidos, algunos agoreros seculares como David Rosenberg han vuelto a poner sobre la mesa la posibilidad de otra recesión en Estados Unidos; una circunstancia que, como recordó en su día el propio Summers, no ha sido predicha nunca con un año de antelación ni por la FED, ni por la Administración norteamericana ni por el consenso de los analistas desde la Segunda Guerra Mundial. 

De concretarse, vuelta a la casilla de salida.

Más madera.

Bien.

Había una oferta creada por una demanda artificial y cuando esta desaparece no cabe intentar alentarla vía políticas fiscales o de tipos de interés erráticas

De todos los aspectos que hemos señalado con anterioridad como definitorios del fenómeno, centrémonos en el más de moda en nuestros días: la productividadque ha caído en la primera potencia del planeta por primera vez en los últimos 30 años. Más allá de que en su cómputo se tenga en cuenta o no el menor peso de las manufacturas sobre los servicios en buena parte de las principales economías del mundo, lo cierto es que sin ella y con un 'output gap' positivo, es decir, producción real por debajo del potencial, es difícil lograr crecimientos de P.I.B. sostenidos en el tiempo.

Es en este último punto donde entra en juego la 'histéresis' como explicación a lo que está pasando con el 'output' laboral unitario.

Somos rehenes de un pasado artificial que condiciona el presente, como nos recuerda Martin Wolf. Había una oferta creada por una demanda artificial y cuando esta desaparece, estallido de la burbuja inmobiliaria y de crédito, no cabe intentar alentarla artificialmente vía políticas fiscales o de tipos de interés erráticas, sino que es necesario que se ajuste a la realidad.

Y eso es lo que está sucediendo.

Por tanto, el problema no está tanto en el denominador del cociente -empleabilidad- cuanto en el numerador -producción-. En la medida en que, además, las tendencias poblacionales o el miedo afectan al deseo de compra del sector privado, minorándolo, y el público carece de resortes, el problema se hace más y más estructural.

¿Cómo revertir ese fenómeno? No es tarea fácil.

  • Lo que no cabe como solución es no hacer nada, si no queremos exponernos a una situación a la japonesa con décadas de desesperante atonía económica.
  • Algunos proponen el remedio casero, hecha la ley, hecha la trampa, esto es: cuantificar adecuadamente los pesos de los distintos sectores -primario, secundario y, sobre todo, terciario- en el cómputo de la productividad. Pero es pan para hoy y hambre para mañana. Espejismo consolador.
  • Cabe también un extremo radical, el ‘survival of the fittest’, que es algo que ha faltado desde el inicio de la Gran Recesión, gracias a una banca que buscaba también su propia supervivencia y que ha dado oxígeno artificial a numerosas empresas. Dejar al mercado que actúe y expulse a los incapaces de adaptarse, por exceso o por defecto.
  • Alentar fenómenos de demanda (economía verde) o de oferta (nuevas tecnologías de carácter disruptivo que ayuden a utilizar la capacidad ya instalada) sería la propuesta más eficaz. Pero, en las primeras falta voluntad política real mientras que las segundas cuesta, no tanto identificarlas, cuanto implantarlas. De ahí que haya quien está dispuesto a pagar 100 millones de dólares a los que den con ellas y presenten un plan creíble de puesta en marcha.

O sea, que ya saben… si quieren unos eruros para las vacaciones del 2017, todo suyo.

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