El banco central eleva levemente el precio del dinero tras casi una década. Comienza así a retirar los estímulos a la economía, ante las evidencias de mejoría
Janet Yellen, presidenta de la Reserva Federal
La Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) ha aprobado este miércoles, siete años después de la caída de Lehman Brothers, una subida de tipos de interés leve pero cargada de simbolismo. Es la primera desde junio de 2006 y significa el punto final a una era de estímulos monetarios sin precedentes, que en lo peor de la crisis financiera fundieron la ortodoxia con el fin de evitar una Gran Depresión. La etapa de compras de activos financieros finalizó ya en 2014, pero la economía estadounidense llevaba desde 2008 con el precio del dinero casi en cero. La Fed retira ahora la última vitamina y decreta una suerte de fin oficial de la crisis. Lo hace de puntillas, subiendo solo un cuarto de punto los tipos, fijándolos en la horquilla de entre un 0,25% y un 0,50%, porque la recuperación sigue generando recelos.
La presidenta de la Reserva Federal, Janet Louise Yellen (Nueva York, 1946), cumplió expectativas este miércoles y cerró definitivamente la era de Ben Bernanke, a quien sustituyó en la Fed en 2014, para iniciar el camino del repliegue de una política monetaria hiperexpansiva, iniciada en pleno pánico económico mundial. El comité que decide la política monetaria de EE UU votó por unanimidad la subida de tipos al considerar que crecimiento y empleo son lo bastante robustos y que el riesgo de la baja inflación es solo transitorio. Sin embargo, enfatizó que el proceso de incrementos va a ser muy “gradual”.
“Esta acción marca el final de un periodo extraordinario de siete años de tipos cerca de cero para apoyar la recuperación de la economía tras la peor crisis financiera y recesión desde la Gran Depresión”, afirmó Yellen ante la prensa. “La medida de hoy refleja nuestra confianza en la economía estadounidense”, recalcó.
Los mercados reaccionaron con calma, la misma que se respiraba estos días por las calles de Wall Street, en un diciembre extraordinariamente cálido para Nueva York, donde muchos agentes y corredores de Bolsa abarrotan las tabernas a la hora del happy hour, con la corbata en el bolsillo y los calcetines de colores. Son las jóvenes promesas de esos grandes fondos y bancos de inversión que mueven millones a diario y tienen algo en común: la de este miércoles, fue la primera subida de tipos que han visto en su carrera.
Muchos de ellos, los menores de 30 años, no han conocido en su carrera otro precio del dinero que ese casi cero. Para ellos, siempre ha sido happy hour, lo extraordinario es la normalidad, y eso ilustra bien lo lejos que ha llegado la política monetaria, en tiempo y en volumen, y lo delicado que es el camino de retorno.
Por eso la presidenta de la Fed no dejó de hablar este miércoles de lo gradual que sería esa subida y pidió que no se “subestimara” su importancia. Destacó la prudencia con la que seguirían controlando lo que ocurre con los principales indicadores macroeconómicos. Porque Bernanke pasará a la historia como el banquero central que evitó otra Gran Depresión, pero no por haber logrado una recuperación sólida con toda su munición. El crash financiero y la Gran Recesión que vino después no mutó en algo mucho peor por todos esos dólares que se pusieron en circulación, pero casi 10 años después, la reactivación tiene flaquezas.
Algo chirría en una economía que, con pleno empleo (5% de paro) y un ritmo de crecimiento del 2% anual, parece frágil ante unos tipos de interés que pasan de la horquilla del 0% al 0,25% a la del 0,25% al 0,50%. La inflación sigue lejos del objetivo del 2% por el bajo precio del petróleo, que no parece encontrar suelo, y esto también puede crear problemas de deuda en muchas empresas.
Mensaje de confianza
“Las siguientes subidas serán espaciadas en el tiempo”, apuntó Yellen, si bien recalcó que eso no implica que sigan un ritmo “automático”. Admitió que no esperaba la bajada del crudo—ha perdido casi un 20% en el último mes y está en mínimos desde 2008—, pero confió en que será “algo transitorio”. De no estabilizarse, serían necesarias “más medidas”.
¿Por qué no aplazar entonces de nuevo el incremento del precio del dinero? Después de que la Fed haya dejado tan claro que pensaba subirlo, se hubiese creado un problema de credibilidad para la institución. Iniciar la normalización monetaria, en cambio, puede funcionar como mensaje de confianza y contrarrestar el efecto restrictivo. Además, los tipos siguen extraordinariamente bajos. La última vez que subieron, en 2006, estaban en el entorno del 5%. La mayoría de miembros de la Fed calcula que seguirán entre el 1% y el 2%.
Además, un exceso de estímulos —es decir, de muchos dólares baratos de obtener para la banca— puede acabar calentando en exceso la economía y generando burbujas. Y una retirada de las ayudas demasiado temprana ha llevado a experiencias dolorosas. Está escrito en el libro negro de los errores el momento en que la Fed tiró de las bridas de la política monetaria en 1937 y provocó otra recesión; y también, mucho más recientemente, cuando el BCE tuvo la ocurrencia de subir los tipos en 2011 —llevaba tres años sin hacerlo— cuando la eurozona aún vacilaba.
Los tipos no solo afectan a los mercados financieros, sino también a la llamada economía real: a las empresas, que invierten, contratan y despiden; a las familias que compran, ahorran o se quedan sin blanca. Por eso hay tanta cautela y no todos los analistas apoyan la decisión de la Fed. Larry Summers, el exsecretario del Tesoro estadounidense, consideraba esta semana que pesaban más los riesgos de subir los tipos que de bajarlos y que vincular los tipos cero a una economía convaleciente era una “anacronismo”. Subir los tipos, aunque sea de forma leve, supone un incremento de la financiación y lleva a una revalorización de la divisa, lo que perjudica a las exportaciones.
Pero la munición soltada por la Fed desde 2008 no tiene que ver solo con el precio del dinero. Hay otros caminos de regreso inexplorados y de gran envergadura. Porque la medida más controvertida que puso en marcha la Fed, la multimillonaria compra de activos financieros (esa llamada expansión cuantitativa), aún está en la caja fuerte. Y las cifras dan vértigo: el balance de activos de renta fija de la Fed se ha más que cuadruplicado durante la crisis, de menos de un billón de dólares en verano de 2007, a los cerca de 4,5 billones que conserva y la clave también está en el camino de regreso de esta gran pata de los estímulos.
En los espinosos 2008 y 2009, cuando muchos grandes colosos financieros se hundieron, Estados Unidos, adalid del libre mercado, tuvo que tragar sapos como los rescates con dinero de los contribuyentes. Y la máquina de imprimir dinero trabajó a destajo.
Este miércoles, la Fed mantuvo su previsión de crecimiento del 2,1% en 2015 y mejoró una décima, hasta el 2,4%, su pronóstico para el año que viene. Además, estima que el desempleo acabará bajará del 5% al 4,7% en 2016. “La política monetaria sigue siendo acomodaticia y seguiremos controlando con cuidado lo que ocurre en la economía y en las tendencias de la inflación”, insistió Yellen. Al subir tipos, si vienen mal dadas, la Fed se da margen para volverlos a bajar.
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