Nuevas consideraciones sobre la desigualdad y los trabajos de Piketty
En decenas de artículos he cuestionado buena parte de las conclusiones a las que llega Thomas Piketty en sus estudios sobre la desigualdad. A continuación comparto algunas informaciones sobre esta cuestión que son de interés para poner en perspectiva el estudio de las diferencias salariales.
GUILLERMO DE LA DEHESA Y LA DESIGUALDAD
En primer lugar, toca desmentir el falaz relato según el cual el 1% más rico sale bien parado de la crisis. En realidad, dependiendo del país que analicemos, el resultado es uno u otro. Guillermo de la Dehesa ha explicado las cifras en El País: el 1% más rico ganaba el 7,7% de la renta nacional española en 1985, llegando al 8,8% en 2007… pero cayendo al 8% en 2010; también en Francia hay una evolución negativa, mientras que EEUU y Reino Unido experimentan la tendencia inversa.
De la Dehesa apunta también que existe un fuerte vínculo entre desigualdad y desempleo, algo que ya ilustramos anteriormente en esta bitácora con esta gráfica tomada de un estudio de BBVA:
En su artículo, De la Dehesa recuerda también que el patrimonio medio por hogar en España llega a los 285.000 euros, por encima de Italia (280.000€), Francia (229.300€) o Alemania (195.200€). También el patrimonio mediano se coloca por encima: 178.300€ frente a los 163.900€ de Italia, los 113.500€ de Francia o los 51.400€ de Alemania. Esto se explica, en parte, porque el 83% de los hogares españoles poseen una vivienda en propiedad. Buena parte de estos inmuebles han sido ya pagados: no olvidemos que España es el país con menos deshaucios de primera vivienda de toda la OCDE.
De la Dehesa también subraya que parte del aumento de la desigualdad en España se explica “por la globalización del trabajo, el aumento del autoempleo, el incremento del trabajo a tiempo parcial o temporal… o incluso el mayor número de hogares monoparentales.
LA DESIGUALDAD EN EEUU
Esta vez es The Economist quien aporta datos de interés al debate sobre la desigualdad. La revista británica subraya que “hay condados de EEUU más desiguales que Sudáfrica, pero también otros que reflejan mayor igualdad salarial que Noruega“.
Hay otros informes de interés, como el de Rajashree Chakrabarti, economista de la FED de Nueva York que, de la mano con el investigador Matt Mazewski, concluye que existe una fuerte correlación entre la polarización del Congreso de EEUU y el nivel de ingresos del 1% más rico. Este tipo de argumento ha sido explorado con anterioridad por parte del MIT o de la London School of Economics.
El blog Political Caculations echa más leña al fuego con una serie de tres artículos (I, II y III) en los que apunta que la desigualdad salarial en EEUU se ha mantenido estable a lo largo de las últimas décadas, sin apreciarse cambios significativos a pesar de la histeria existente sobre esta cuestión. Lo vemos en esta gráfica, que muestra en verde la tendencia estable del Gini calculado según ingresos individuales. La tendencia sí es creciente en los hogares y familias, pero esto obedece a factores demográficos, no a cuestiones económicas.
Alan Reynolds también hace una aportación interesante al debate. Retomando un tema ya explorado en mis críticas al trabajo de Piketty, el académico del Instituto Cato apunta en las páginas del Wall Street Journal que analizar la desigualdad según las declaraciones tributarias implica dejar muchos datos fuera de la mesa. Por ejemplo, los planes de jubillación de los estadounidenses han pasado de manejar activos por 875.000 millones de dólares en 1985 a tutelar ahorros equivalentes a 12,4 billones de dólares. Nada de esto aparece en los estudios de Piketty, pero sin duda es una forma más de ver que la riqueza real de los hogares no aparece reflejada en las fuentes que ha usado el economista galo para sus estudios. Hay más: las leyes fiscales han cambiado sustancialmente en 1981, 1986, 1997 y 2003, por lo que los datos no son comparables sin antes ajustarlos, cosa que el autor de “El Capital en el siglo XXI” no ha hecho.
Alan Cole, de la Tax Foundation, ha profundizado en esta línea crítica con la metodología empleada en “El Capital en el siglo XXI”. En su opinión, “hay mucha información de ingresos que no aparece recogida en las declaraciones tributarias que Piketty emplea para su estudio”. La omisión asciende a 19 billones de dólares solamente en lo tocante a los seguros de jubilación… ¡Casi nada!
No obstante, conviene seguir debatiendo estas cuestiones, sobre todo si se hace con originalidad, creatividad y pensamiento crítico. Ryan Bourne, por ejemplo, ha planteado que, si es cierto que las propiedades inmobiliarias pueden convertirse en una palanca de creación de riqueza que genera desigualdad, entonces tenemos un argumento más paraliberalizar el suelo y el desarrollo de viviendas, permitiendo que el mercado actúe de forma profunda y evitando “burbujas” en el valor de estos activos.
También es importante fijarse en los mensajes centrales del libro de Piketty para entender el tipo de relato sobre la desigualdad que componen sus estudios. A menudo se habla con insistencia de elevadas rentas del capital relacionadas con industrias financieras. Sin embargo, los estudios sobre la ocupación profesional de los estadounidenses más ricosrevelan que hablamos en un 42,5% de ejecutivos de compañías no financieras, frente a un 18% que sí se dedica a dicho sector. El 39,5% restante se ocupa en profesiones varias: abogados, doctores, consultores de negocios, etc.
Estos informes también matizan que, en muchos casos, hablamos de asalariados, no de grandes empresarios. Sin embargo, ni siquiera entre los más altos ejecutivos vemos una explosión de desigualdad como la que dibujan los adalides del igualitarismo. Es cierto, por ejemplo, que la paga de los CEOs norteamericanos se multiplicó por seis entre 1980 y 2003… ¡pero la capitalización de las grandes empresas estadounidenses durante dicho periodo también se multiplicó por seis!
A nivel fiscal, no faltan quienes piden a Obama que suba los impuestos a los ricos. El caso es que esos aumentos tributarios ya se han aplicado: el tipo máximo del IRPF ha crecido del 35% al 39,6%; las deducciones tributarias aplicables a las rentas altas han bajado sustancialmente; el gravamen dedicado a financiar el programa sanitario Medicare ha crecido para sueldos de más de 200.000 dólares, atrapando también a las rentas del capital, hasta ahora exentas.
De hecho, fijándonos en el tipo efectivo, el gravamen que pagan los ricos lleva años y años constante, sin rebaja alguna:
Ojalá estos debates hablasen más a menudo de la movilidad social, un factor esencial para centrarse en lo importante y relativizar muchos de los caprichos igualitaristas. Por ejemplo, en vez de articular la habitual loa a la generalización de la formación universitaria, este artículo del Wall Street Journal muestra la importancia de la formación profesional como camino de desarrollo personal. Más sobre la movilidad: ¿por qué ignorar que el 73% de los 400 estadounidenses más ricos hace veinte años ya no figura en dicha lista hoy en día?
También sería importante que los aspectos demográficos que afectan a la desigualdad recibiesen una mayor atención por parte de los analistas de estas cuestiones. Estos parámetros nos sirven para tumbar muchas falacias de uso común y entender también que muchas decisiones personales que nada tienen que ver con el mercado acaban teniendo consecuencias en materia de diferencias salariales (casarse o no, estudiar una u otra carrera… ¡estas decisiones tienen un gran impacto en la desigualdad!).
Pero hay más: ¿qué tal si analizamos la desigualdad dentro de la desigualdad, es decir, las diferencias entre los ricos y los superricos? No estaría de más diferenciar los grados de afluencia, pues hay grandes matices que se quedan fuera del análisis simplista al que estamos acostumbrados.
EL PANORAMA GLOBAL
Otro análisis interesante es el que hacen los analistas de muchos países emergentes que, gracias al capitalismo y la globalización, están dejando atrás la pobreza. Desde la perspectiva de países cuya experiencia de desarrollo socioeconómico es mucho más reciente que la de Europa o EEUU, la perspectiva de Piketty se antoja desnortada, pues la obsesión por la igualdad nubla consideraciones mucho más importantes como el crecimiento y la creación de riqueza, ejes que han permitido que estos países sean cada vez más prósperos. La clave, como apunta Bala Ramasamy, es “más libertad económica: que las oportunidades estén disponibles para todos”.
Sin abandonar el análisis internacional de la desigualdad, es de obligada lectura esta columna de opinión de Tyler Cowen en el New York Times. Entre sus principales conclusiones, destaco lo siguiente:
- La globalización del comercio ha reducido drásticamente la pobreza en el seno de muchas economías menos desarrolladas, como vemos en el ejemplo chino.
- Este auge ha presionado a la baja los sueldos de la clase media en países más acaudalados, mientras que la profundización del capitalismo global ha supuesto una “prima” en los salarios más boyantes.
- Aunque los “indignados” argumenten que “la desigualdad está subiendo y el capitalismo está fallando”, una descripción más correcta de la realidad pasaría por apuntar que “aunque sigue habiendo muchos problemas, vivimos tiempos de creciente igualdad en todo el mundo. Estos cambios son, en gran medida, para mejor”.
- Se intenta afirmar que el aumento de la desigualdad genera problemas políticos, incluso violencia y revoluciones. Sin embargo, países como Estados Unidos muestran que, a pesar de tener más diferencias salariales que otras economías desarrolladas, estos miedos son infundados. De hecho, las cifras de crímenes violentos están bajando en el país norteamericano (adjunto una gráfica sobre esta cuestión).
Desde España, Juan Ramón Rallo, Ignacio Moncada y Xavier Sala i Martín también han analizado el trabajo de Piketty en interesantes artículos que merece la pena considerar.
UN POCO DE ESCEPTICISMO
En parte, puede que esta atención al trabajo del economista francés sea exagerada: el Índice Hawking muestra que pocos lectores pasan de la página 26 de “El Capital en el siglo XXI”. De hecho, apenas un 2,4% habría hecho lo propio…
Por otro lado, aunque el relato habitual de los igualitaristas plantea un creciente “odio social hacia los ricos”, la realidad no es necesariamente esa, al menos en el caso de EEUU. Allí, el 64% de los encuestados por McLaughlin opina que es preferible expandir el crecimiento económico a reducir las diferencias de ingresos entre ricos y pobres. En 1990, Gallup obtuvo un 62% en esa misma pregunta.
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